¿Alguna vez ha pedido dinero prestado? ¡Por supuesto que sí! Ya sea a nuestros padres para comprar chuches cuando éramos niños o una hipoteca al banco, la mayoría de nosotros hemos tomado prestado dinero en algún momento de nuestras vidas.

Al igual que la gente necesita dinero, también le ocurre a las empresas y los gobiernos. Una empresa necesita fondos para expandirse a nuevos mercados, mientras que los gobiernos necesitan dinero para todo, desde infraestructura a programas sociales. El problema con el que se encuentran las grandes organizaciones es que normalmente necesitan mucho más dinero de lo que un banco normal puede proporcionar. La solución pasa por recaudar dinero mediante la emisión de bonos (u otros instrumentos de deuda) en un mercado público, para que miles de inversores presten una parte del capital necesario. En realidad un bono es simplemente un préstamo del que usted es el prestamista. La organización que vende el bono se conoce como el emisor. Se puede pensar que un bono es un reconocimiento de deuda determinada por un prestatario (emisor) a un prestamista (inversor).

Está claro que nadie prestaría dinero a cambio de nada. El emisor de un bono debe pagar al inversor algo extra por el privilegio de usar su dinero. Este “extra” se presenta en forma de pago de intereses, que se hacen a un tipo y en unos plazos determinados. Al tipo de interés se le denomina normalmente cupón. La fecha en la que el emisor tiene que devolver la cantidad prestada (conocida como valor nominal) se denomina fecha de vencimiento. Los bonos se conocen como valores de renta fija, porque sabe la cantidad exacta de dinero que obtendrá de nuevo si lo mantiene hasta su vencimiento.

Por ejemplo, digamos que compra un bono con un valor nominal de 1.000 $, un cupón del 8%, y un vencimiento a 10 años. Esto significa que recibirá un total de 80 $ (1.000 $ * 8%) de interés por año durante los próximos 10 años. De hecho, ya que la mayoría de los bonos pagan intereses semestralmente, recibirá dos pagos de 40 $ al año durante 10 años. Al vencimiento del bono después de una década, obtendrá 1.000 $.

Deuda y capital

Los bonos son deuda, mientras que las acciones son capital. Esta es la distinción importante entre los dos valores. Con la compra de la participación (acciones), un inversor se convierte en propietario de una empresa. La propiedad viene con derecho a voto y el derecho a participar en los beneficios futuros. Con la compra de deuda (bonos) un inversor se convierte en acreedor de la empresa (o el gobierno). La principal ventaja de ser acreedor es que tiene más ventajas que los accionistas, ya que, por ejemplo, en caso de impago a un tenedor de bonos se le paga antes que a un accionista. Sin embargo, el tenedor de bonos no tiene derecho a participar en el reparto de los beneficios si a una empresa le va bien, ya que solo puede optar al capital más intereses.

Para resumir, por lo general hay menos riesgo en la posesión de bonos que en la posesión de acciones, pero esto viene a costa de una menor rentabilidad.

¿Por qué bonos?

Se da por hecho que las acciones tienen una rentabilidad mayor que la de los bonos. En el pasado, esto ha sido generalmente cierto para períodos de tiempo de al menos 10 años o más. Sin embargo, esto no quiere decir que no deba invertir en bonos. Los bonos son apropiados en cualquier momento que no se pueda tolerar la volatilidad a corto plazo del mercado de valores. Estas son dos situaciones en las que esto puede ser cierto:

  1. Jubilación. El ejemplo más fácil es el de una persona que tiene ingresos fijos. Un jubilado no puede permitirse el lujo de perder su capital, ya que lo que gana con el mismo le permite pagar las facturas.
  2. Más a corto plazo. Pongamos el caso de un joven ejecutivo que tiene la intención de volver a estudiar en tres años para hacer un MBA. Es cierto que el mercado de valores ofrece la oportunidad de un mayor crecimiento, lo que explica que su plan de pensiones esté en su mayoría en acciones. No obstante, el ejecutivo no puede permitirse el lujo de correr el riesgo de perder el dinero de sus estudios. Dado que necesita el dinero para un propósito específico en un futuro relativamente cercano, los valores de renta fija son probablemente la mejor inversión.

Estos dos ejemplos son claros, y no representan a todos los inversores. La mayoría de los asesores financieros personales abogan por el mantenimiento de una cartera diversificada y por cambiar las clases de activos a lo largo de la vida. Por ejemplo, cuando esté entre los 20 y 30, la mayoría de su riqueza debe estar en renta variable. Entre los 40 y 50 años, los porcentajes cambian de acciones a bonos hasta su jubilación, y ya en este periodo la mayoría de sus inversiones deben ser en renta fija.

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