El negocio que esconde el Estado Islámico
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El Estado Islámico está destruyendo muchas vidas y obras de arte a su paso. Hace contrabando con estas obras de arte para obtener financiación, y esto es un crimen contra la humanidad. ¿Serán estas acciones castigadas por la comunidad internacional?

La ciudad de Hatra en Irak, la que una vez fuera metrópolis de gran riqueza y albergara la sede de emperadores romanos, ha sido finalmente conquistada por el Estado Islámico. Para celebrarlo, los yihadistas publicaron un vídeo que habían preparado. El vídeo comienza mostrando una vista aérea del sitio histórico (Hatra se quedó en ruinas en el siglo III) y se van combinando distintas imágenes de las principales construcciones en rojo, que van etiquetando de «ídolos y estatuas». Después el vídeo muestra el ataque a las antiguas esculturas del sitio con mazas y palas e incluso con balas que lanzan desde un AK-47 para alcanzar las partes menos accesibles. La bandera negra del Estado Islámico, que representa la terrible marca del terrorismo, se alza en las esquinas de la mayor parte de los ángulos que se aprecian.

El grupo terrorista ha publicado otros vídeos y ha plagado sus perfiles de las redes sociales con imágenes de la destrucción que han causado en partes de la antigua ciudad de Nimrud y de la escultura del Museo de Mosul. La voz que se oye en el vídeo explica que «Mahoma nos ordenó destrozar estatuas» para acabar con la idolatría.

«Para nosotros es fácil acatar las órdenes de Mahoma», se alardea en el vídeo, «aunque cueste miles de millones de dólares».

La prensa occidental ha interpretado de forma literal las palabras del Estado Islámico en relación a esta oleada de destrucción masiva. No obstante, se trata de una interpretación errónea. Las acciones del grupo están muy lejos de querer solamente destruir el arte preislámico idólatra, sino que vienen motivadas por otros objetivos de mayor complejidad.

Uno de los objetivos se basa en el beneficio económico, a pesar de las declaraciones del portavoz, en las que afirma que ignoran «los miles de millones de dólares» en los que podrían estar valoradas estas antigüedades. Los vídeos muestran solamente la destrucción de piezas de gran volumen y que se pueden identificar fácilmente. Sería difícil transportar estas antigüedades a otro lugar fuera de Siria e Irak y no se encontraría a compradores interesados, ya que podrían ser identificadas e incautadas por ser propiedad robada.

En relación a las antigüedades de menor tamaño, transportables y menos conocidas del Museo de Mosul, Abdulamir al-Hamdani, arqueólogo iraquí de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook, indicó al New York Times que «los habitantes de Mosul han visto a milicianos del Estado Islámico recogiendo objetos para venderlos». Desde Mosul, las antigüedades se juntan con el resto de objetos provenientes de áreas controladas por los yihadistas y que han sido robados de sitios arqueológicos.

Desde hace tiempo existe un problema de saqueo en la región, que cuenta con miles de enclaves arqueológicos. El saqueo ha seguido aumentado desde 2003, desde la caída del régimen de Saddam Hussein, lo que obligó a las autoridades a dar prioridad a otros problemas antes que a la vigilancia de las antigüedades. En cuanto a Siria, los arqueólogos que analizan las fotografías tomadas por satélite han encontrado pruebas del saqueo que viene sufriendo la región desde que estallara el conflicto en 2012. Esto no es sorprendente, ya que muchos de los habitantes del lugar han visto su forma de ganarse la vida afectada y han tenido que recurrir a la excavación para poder alimentar a sus familias. El Estado Islámico ha acelerado el proceso de destrucción al traer a grupos de expertos y maquinaria pesada que puede acabar por completo con un asentamiento antiguo en cuestión de días.

Las piezas saqueadas pasan por contrabando la frontera de Irak hasta Turquía y otros estados de los alrededores y terminan en manos de traficantes sin escrúpulos y coleccionistas de Europa y el Golfo Pérsico, que las compran al ver las fotografías o por videochat. Las autoridades del Líbano y Turquía ya han requisado cientos de antigüedades provenientes de los saqueos en Siria, pero muchas otras están llegando al mercado sin que hayan sido identificadas. Los expertos han identificado piezas provenientes de excavaciones recientes y que se han puesto a la venta por miles de dólares en las galerías londinenses.

Algunas antigüedades han pasado de contrabando y ha sido el Estado Islámico el que las ha vendido, por lo que el beneficio ha ido directamente a las arcas del grupo. El grupo también ha descubierto cómo beneficiarse de esta actividad sin tener que robar nada. Numerosos ciudadanos sirios e iraquíes sin recursos han llegado a los sitios arqueológicos en busca de antigüedades en las excavaciones. El Estado Islámico los vigila mientras trabajan y les obliga a pagar un «impuesto» del 20 por ciento del valor de lo que extraen. Según la Iniciativa del legado sirio de las Escuelas Americanas de Investigación Oriental, el llamado califato concede a veces a sus milicianos el derecho a quedarse con la cantidad de este impuesto como parte de su salario. A su vez, los milicianos entregan parte del dinero recaudado a la organización central.

El Estado Islámico obviamente camufla su participación en la venta de antigüedades, lo que contradice la obediencia que proclaman a las órdenes de Mahoma de destruir todos los ídolos. Dabiq, la revista online publicada en inglés por el grupo, se jacta de la cobertura realizada por la prensa occidental en relación a la destrucción de Nínive, ya que «contribuyó a enfurecer a los que no son musulmanes, algo que es querido por Alá».

Aunque el grupo ha dirigido la atención de los medios de comunicación a la destrucción de las antigüedades preislámicas, también ha arrasado con el legado musulmán, lo que tiene unos efectos aún más devastadores. El grupo ha destruido con explosivos múltiples lugares de culto de las comunidades chií, cristiana, sufí y yazidí. Los explosivos consistían en recipientes de plástico con líquido explosivo unidos entre sí para producir una demolición controlada de mayor envergadura. Las comunidades invadidas que ven la bandera del Estado Islámico izada en los lugares de culto saben que en cuestión de días los terroristas comenzarán a atacar. Algunos huyen, dejando vía libre a los terroristas. Otros pagan una cantidad importante de dinero para proteger sus veneradas reliquias, al menos hasta que se queden sin fondos.

Sanciones por la destrucción

La destrucción de estas obras no es una simple consecuencia de esta brutal guerra. La gestión del arte por parte del Estado Islámico es una parte esencial de sus estrategias de reclutamiento y financiación. Estas acciones también violan la ley internacional de guerra. Siria e Irak son estados parte de la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto Armado de 1954. La convención, aplicable a conflictos internos armados, prohíbe a los milicianos cometer «cualquier acto de robo, pillaje o apropiación de bienes culturales, así como todo acto de vandalismo contra ellos». En tanto que estados miembros, Siria e Irak están obligados a iniciar acciones penales por todas las violaciones cometidas, una vez que el Estado Islámico haya sido derrotado. También es posible que la ONU inicie acciones penales por destrucción, al tratarse de un crimen contra la humanidad, posiblemente junto con la Corte Penal Internacional, si Irak o Siria ceden los casos a la competencia jurisdiccional de la misma.

De no ser así, también se podría constituir un tribunal especial. La Corte Penal Internacional para la antigua Yugoslavia inició acciones legales contra varios acusados por ordenar la destrucción de bienes culturales durante el conflicto de los Balcanes, y estimó que la destrucción deliberada del legado cultural de un grupo procesado es una parte esencial del genocidio.

Estas acciones e investigaciones podrían ser de gran complejidad y coste. Occidente necesitaría colaborar con apoyo financiero y logístico para garantizar su potencial. Puede parecer difícil de entender el por qué, una vez que la amenaza del Estado Islámico desaparezca, deberíamos dedicar tiempo y dinero a iniciar acciones legales por la destrucción de bienes culturales, en vez de centrar nuestra atención en los horribles crímenes por los asesinatos y maltratos sufridos por los ciudadanos. Existen razones fundamentadas por las que el Estado Islámico debe ser castigado por las atrocidades cometidas en contra de los humanos y de la cultura humana.

Si se deja claro que la comunidad internacional no tolera ni el robo ni la destrucción del legado cultural, se puede alertar al Estado Islámico de que la forma más fácil y de menos riesgo que tienen para su financiación y propaganda no quedará impune. El Estado Islámico depende del continuo reclutamiento de nuevos yihadistas y deben saber que todas las acciones que realicen para apoyar la yihad, incluso ayudar en la venta de bienes culturales robados, serán castigadas.

Aunque no se puedan recuperar las vidas de las víctimas de los asesinatos cometidos por el Estado Islámico, una investigación global sobre los bienes robados puede hacer que se confisquen a sus compradores. Una vez repatriados, estos objetos constituirán un gran recordatorio de lo que una vez fuera una región en la que convivían pacíficamente grupos religiosos y culturales. Hatra, por ejemplo, tenía templos de culto a dioses griegos, mesopotámicos, cananeos y preislámicos.

«Una vez que finalice la violencia, si no tenemos ni el legado cultural ni su valor simbólico, ¿cómo vamos a hacer para convivir las diferentes religiones?», pregunta As Amr Al-Azm, arqueólogo sirio. «El pasado del país va a ser clave a la hora de restablecer la identidad nacional y volver a crear vínculos con sus símbolos».

Las víctimas de esta guerra santa merecen toda la ayuda del mundo, incluso para recuperar lo que el Estado Islámico les robó de su riqueza cultural.

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