Los nuevos poderes que los medios de comunicación nos otorgaron
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Proyecto especial en colaboración con el prime bróker EXANTE

En la serie de artículos de Viktor Argonov titulados «¿Es el inversor el ciudadano del futuro?», y que tratan sobre las tendencias de las inversiones privadas, se hablará sobre los efectos del desarrollo de los medios de comunicación en nuestra civilización en general y en particular en la economía e inversiones. También trataremos de entender si el capitalismo se verá sustituido por la democracia directa de los inversores comunes, analizaremos la historia de los brókers y aprenderemos a orientarnos en el mundo del gran mercado.

Las tendencias actuales del sector de las inversiones privadas, su globalización y el aumento del número de ciudadanos que tienen acceso al mismo son consecuencia del desarrollo de los medios de comunicación y de la mejora de las relaciones sociales de los individuos. Si utilizamos la terminología actual, se podría decir que estos cambios son consecuencia de las «redes sociales» que existen a nuestra disposición. No sería una exageración afirmar que todas las tendencias de gran importancia para la humanidad están relacionadas con este fenómeno. En la primera parte de nuestra serie de artículos no se desarrollará tanto el tema de las inversiones, ya que nos centraremos principalmente en los efectos del desarrollo de los medios de comunicación en la civilización en general. Abordaremos el tema de cómo el desarrollo determina la historia humana y el resultado que ha tenido en nuestra forma de vida actual.

De la aldea común a la aldea global

En una comunidad rural tradicional los habitantes podían pasar toda la vida rodeados de alrededor de unos cien vecinos. El día a día de las personas venía determinado por las tradiciones y la vida era muy sencilla. La mayoría de las situaciones que se vivían ya eran conocidas y la forma de hacer frente a las mismas se transmitía de una generación a otra.

El crecimiento de las ciudades permitió a las personas establecer miles de relaciones sociales e hizo necesario que se desarrollaran nuevas formas de regulación. Mientras que los habitantes de las aldeas conocían a muchos de sus vecinos, en la ciudad las personas se vieron rodeadas de cientos de conocidos y miles de desconocidos. Esta sociedad hizo que fuera imposible que todas las personas siguieran un mismo estilo de vida. La vida se volvió menos predecible y las personas, una vez que se liberaron del control total de la comunidad, se volvieron más individualistas. Las tradiciones, basadas en una «lista» completa de situaciones cotidianas, han sido sustituidas por reglas más generales, como la tipificación del robo o asesinato. Estas reglas no tenían como objetivo abarcar todos los aspectos cotidianos, ya que existían muchas otras situaciones en las que las personas podían actuar según su propio criterio. De hecho, la política, el derecho, las relaciones laborales y los códigos deontológicos tal y como los conocemos hoy en día son fruto de la cultura urbana. Del mismo modo, la economía de mercado competitiva solo se podía desarrollar en una sociedad urbana.

El desarrollo de los medios de comunicación modernos como el telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión e internet ha provocado que la sociedad se vuelva aún más compleja. Cuando se posibilitó la difusión de la información de forma instantánea entre personas de todo el mundo, la humanidad comenzó a transformarse en una «hiperciudad» o «aldea global» (términos del filósofo M. McLuhan) con una población no ya de miles sino de millones de personas.

Marshall McLuhan fue un filósofo canadiense que en la primera mitad del siglo XX, décadas antes de la aparición de internet, ideó el concepto de aldea global electrónica, es decir, una sociedad en la que cada persona, independientemente de su posición geográfica, se podía relacionar con cualquier otra.

Al igual que el crecimiento de las ciudades acabó en su época con la tradición de la comunidad, los medios de comunicación electrónicos han hecho que se cuestione la política, economía y moral urbana. Los principios básicos tradicionales de la sociedad tenían que sustituirse por algo nuevo, probablemente por algo más liberal y flexible. No obstante, el proceso de transición hacia una sociedad renovada ha sido muy dramático y nada lineal.

La era industrial: extraña combinación de vestigios y novedades

A primera vista parece como si toda simplificación de la comunicación entre las personas debiera resultar en un aumento de la libertad individual y de la flexibilidad entre las relaciones. No obstante, la realidad del siglo XX ha sido diferente. El proceso de transición de la ciudad a la «aldea global» se ha visto dificultado por dos factores.

En primer lugar, los nuevos medios de comunicación no se distribuyeron de forma regular. El teléfono se inventó en la década de 1870 pero fue poco a poco ganando popularidad. La radio y la televisión se inventaron más tarde, pero se distribuyeron mucho más rápido. El teléfono es un medio de comunicación bilateral, mientras que la radio y televisión son unilaterales, ya que transmiten ideas pero no permiten que haya debate con la audiencia. Estos fueron los medios de comunicación que predominaron en la mayor parte del siglo XX. La mayoría de las personas no tenía teléfono e internet ni siquiera existía. Por ello, el establecimiento de las relaciones horizontales estaba muy por detrás de las relaciones verticales.

En segundo lugar, este mismo periodo estuvo marcado por un proceso de urbanización acelerado sin precedentes. Las ciudades y las zonas rurales coexistieron durante miles de años, pero la economía industrial provocó grandes movimientos de población con el éxodo rural. Esto dio lugar a una situación que nunca antes se había visto: cientos de miles de personas acostumbradas a una vida tradicional desde la infancia tuvieron que aprender a vivir según las nuevas reglas sociales urbanas. Además, tuvieron acceso a los medios técnicos más novedosos de la siguiente época histórica. Muchas de las personas de esta primera generación que emigró a las ciudades no aceptaron la diversidad de esta nueva vida y consideraban que el «libertinaje» de las nuevas costumbres tenía que ser limitado.

Ruben Suryaninov. Conquista de nuevas fronteras. Póster (1964). Póster típico de propaganda de la sociedad industrial avanzada que idealiza las grandes construcciones y el progreso en general.

En el siglo XX no solo no se consiguió instaurar la democracia y libertad universal en todo el mundo, si no que empezaron a aparecer los grandes regímenes totalitarios. Fue la era de la ideología de las masas y propaganda, jerarquías rígidas y centralización en todos los aspectos de la vida. Esto era lo que buscaba una parte importante de la población y fue posible gracias a los nuevos enfoques propagandísticos.

La economía también sufrió grandes cambios. Los países socialistas introdujeron el monopolio estatal en las relaciones de mercado. En los países capitalistas el nivel de intervención en el mercado también aumentó considerablemente. Los gobiernos de los países desarrollados se dedicaron a crear «grandes proyectos» (como el proyecto Manhattan o el proyecto espacial).

Aunque parezca paradójico, el renacimiento de elementos tradicionales de la comunidad en la sociedad industrial no impidió que la ciencia y la tecnología continuaran desarrollándose, es más, posiblemente incluso su progreso se acelerara, ya que era más fácil motivar a las personas a que participaran activamente en «grades proyectos» que se consideraban «necesarios». No obstante, muchos de estos proyectos favorecieron el desarrollo e incluso provocaron nuevos cambios de gran envergadura en la sociedad.

Por fin llega la era de la información

A finales del siglo XX el desarrollo de la comunicación y de la tecnología informática hizo que los medios de comunicación horizontales comenzasen a igualarse con los verticales. Aumentó el acceso a los teléfonos fijos y posteriormente surgieron los teléfonos móviles e internet. En este periodo el proceso de migración de la población rural a las ciudades ya había terminado en los países desarrollados e incluso en los propios pueblos se empezó a adoptar un nuevo estilo de vida. Desapareció la homogeneización total y la centralización de la sociedad, y la dirección se tornó hacia el lado contrario. El concepto de «aldea global» ya era una realidad.

Los nuevos medios de comunicación aumentaron considerablemente la importancia de la iniciativa individual de los ciudadanos. Internet se convirtió en un medio en el que todo el mundo era capaz de inventar algo y publicar libremente textos, fotos, vídeos y música. El anonimato en la red y el acceso a cientos de opiniones sobre cualquier aspecto permitió comprender mejor diferentes necesidades y acabó con los ideales y tabúes tradicionales. Las relaciones del tipo «amo-sirviente», «jefe-subordinado» o «capitalista-trabajador» dieron paso a relaciones horizontales de artistas libres, trabajadores autónomos, empresarios e inversores privados que intercambian recursos, se prestan servicios mutuamente e incluso crean servicios gratuitos de libre acceso.

Alexei Merinov. Caricatura en la televisión. Considerada en aquella época como símbolo del progreso, la televisión, en tanto que medio de comunicación unilateral y vertical, se convirtió en un símbolo de lavado de cerebro.

Uno de los resultados más importantes de la globalización fue la formación de un mercado mundial de gran apertura, algo que tiempo atrás hubiera parecido utópico. Incluso a finales de la era industrial, el comercio internacional se consideraba un asunto más bien político que puramente económico. La gran desigualdad entre el estado y los grandes y pequeños empresarios seguía siendo enorme. Hasta los años 80, los mercados globales solo eran accesibles a los grandes capitales. Incluso los pequeños fondos de inversión y los inversores privados se veían limitados a operar en los mercados locales o buscaban socios en los países que les interesaban. Para un inversor con un capital de unos 20.000 a 50.000 dólares era casi imposible invertir en el mercado mundial.

Hoy en día, veinte años después de que surgiera la red mundial, los ciudadanos de los países desarrollados pueden comprar bienes, cambiar divisas e invertir en valores en cualquier mercado bursátil del mundo sin salir de casa. Como veremos en el próximo artículo, el futuro de estas tendencias puede implicar cambios sociales que van mucho más allá de las relaciones comerciales.

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