Robert Shiller, profesor de Economía en la Universidad de Yale, está preocupado por el impacto del cambio tecnológico en la empleabilidad de sus alumnos. ¿Qué pueden aprender los jóvenes de hoy en día en las universidades para asegurarse de que los ordenadores y los robots no les quiten el trabajo en los próximos 20 años?
Los ordenadores y los robots ya están reemplazando a muchos trabajadores. ¿Qué pueden aprender ahora los jóvenes que no será sustituido a lo largo de su vida por estos dispositivos y que les asegurará un buen trabajo y un sueldo seguro en los próximos 20, 30 o 50 años? En las universidades nos esforzamos por contestar esta pregunta.
La mayoría de las personas terminan la educación académica a los veinte años y esperan sacar provecho de ello durante buena parte de un siglo. Pero un ordenador puede aprender en segundos la mayoría de información objetiva que las personas reciben durante la educación secundaria y habrá muchas otras generaciones de nuevos ordenadores y robots, progresando a un ritmo exponencial, antes de que el ciclo de una vida humana llegue a su fin.
Dos ramas esenciales de pensamiento parecen dominar la labor de lidiar con este problema:
- La primera alega que nosotros, los profesores, deberíamos definir y proporcionar a nuestros estudiantes un cierto tipo de conocimiento general, flexible y portador de una visión humana que, esperamos, no pueda ser sustituida por ordenadores.
- La segunda afirma que necesitamos llevar a cabo una educación más orientada al ámbito empresarial, enseñando sobre el mundo real y propiciando un proceso emprendedor creativo que, se supone, los ordenadores no son capaces de emular.
Estas dos líneas de pensamiento no son necesariamente excluyentes entre sí mismas.
Algunos estudiosos están tratando de discernir qué tipos de aprendizaje han sobrevivido mejor que otros el reemplazo tecnológico. Richard J. Murnane y Frank Levy en su libro The New Division of Labor (Princeton, 2004) estudiaron profesiones que se expandieron durante la revolución informativa de los últimos tiempos. Entre estas profesiones figuraba el puesto de gerente de servicios en un concesionario de vehículos frente a la de operador telefónico que ha decaído.
Los empleos exitosos, según estos indicativos, compartían ciertas características: las personas que los ejercían requerían habilidades comunicativas complejas y conocimiento especializado. Habilidades como la de transmitir «no solo información sino una determinada interpretación de la información». Se decía que el conocimiento especializado era amplio, profundo y práctico, aportando soluciones a «problemas desconocidos».
Estos atributos pueden no ser tan positivos en el futuro pero el estudio ciertamente sugiere que una educación universitaria necesita ser amplia y general, y no primordialmente definida por la estructura tradicional de departamentos independientes integrados por profesores cuyo objetivo principal es situarse al frente de su propia disciplina limitada. No obstante, esta vieja estructura departamental sigue siendo fundamental en las universidades y es difícil de modificar.
Consideremos la controversia de la Universidad de Harvard sobre el Programa de Educación General, cuyos antecedentes datan de 1946. El programa requiere a los estudiantes de Harvard asistir a cursos diseñados a fin de prepararlos para una amplia gama de cuestiones para la vida después de la Universidad, pero los críticos afirman que dicho programa no está prosperando de manera efectiva y que muchos profesores que participan en él enseñan solo el material académico correspondiente a su departamento sin tener en cuenta objetivos más amplios.
El profesor Louis Menand de la Universidad de Harvard, en una declaración que hizo el 5 de mayo, argumentaba que una educación centrada en disciplinas académicas limitadas no es adecuada y dijo: «Menos del 20 por ciento de nuestros estudiantes se propone alcanzar el doctorado». Muchos estudiantes acaban en el mundo de los negocios, en el sentido amplio de la palabra y no en el mundo académico.
En una declaración distinta del mismo 5 de mayo, el profesor Sean D. Kelly, presidente del Comité General de Exámenes Académicos, dijo que una educación al nivel de Harvard debería dar a los estudiantes «el arte de vivir en el mundo».
¿Pero cómo deberían los profesores llevar esto a cabo? Quizá deberíamos preparar a nuestros estudiantes para enfrentarse a oportunidades emprendedoras que nuestras propias disciplinas sugieran. Incluso los departamentos que están totalmente desligados del mundo empresarial podrían acometer este objetivo proponiendo empresas, organizaciones sin ánimo de lucro y actividades en las que los estudiantes puedan aplicar su conocimiento especializado.
Muchos de estos problemas han salido a la luz en mi vida académica. Mi metodología de enseñanza ha ido variando a lo largo de las décadas e intento conseguir que sea más útil a la hora de afrontar la creatividad y moral en el mundo laboral.
Cuando llegué a Yale en 1982 no había cursos de finanzas para estudiantes universitarios. Empecé a impartir uno el otoño de 1985 y sigo en la actualidad. Cada vez más he intentado conectar la teoría matemática con su aplicación real en las finanzas.
El curso se ha ido robotizando cada vez más desde sus comienzos. Se asemeja a una experiencia de aprendizaje real y dinámica pero su ejecución está en gran parte pregrabada y los ejercicios y exámenes informatizados. Los estudiantes pueden realizar el curso sin necesitar mi presencia física. Yale puso mi curso a disposición de un público más amplio en páginas gratuitas de Internet: AllLearn en 2002, Open Yale en 2008 y 2011, y ahora en Coursera.
El proceso de modificar y mejorar el curso para que se adapte mejor a un marco digital me ha proporcionado tiempo para reflexionar sobre lo que estoy haciendo por mis estudiantes. Simplemente podría retirarme en este momento y dejar que vean mis clases y utilicen el resto del material digital, pero me he dado cuenta de que debería de esforzarme más por ellos.
Así que continúo actualizando el curso, buscando la forma de integrar las clases en «el arte de vivir en el mundo». He intentado fomentar el sentimiento entre mis estudiantes de que consideren las finanzas como un arte que debería usarse para financiar actividades humanas significativas, de conseguir que las personas (junto con los robots algún día) trabajen en equipo para conseguir los objetivos que realmente queremos alcanzar.
Al igual que Harvard y otras facultades y universidades, Yale se ha estado esforzando durante mucho tiempo por resolver grandes cuestiones y realizó un experimento con un programa empresarial para estudiantes universitarios con el fin de prepararlos para la vida después de la universidad pero fue cancelado en 1954. En los años 60, durante la guerra de Vietnam, la aversión hacia la apertura de establecimientos creció. De acuerdo con el contenido del libro Creating Academic Settings (J. Simeon Press, 1991) y el antiguo decano de la Escuela de Graduados de Yale, John Perry Miller, existía una «hostilidad» explícita a la idea de orientar la educación de Yale al mundo empresarial.
No obstante, Yale ha producido muchos empresarios excepcionales, pero a causa de esta hostilidad, Yale no abrió su escuela de negocios hasta 1976 e incluso entonces negó que fuese tan solo una escuela de negocios. En lugar de ofertar un Máster en Administración Empresarial, se decantó en un principio por el término mucho más suave de un Máster en Gestión Pública y Privada. Antes de 1976, la universidad contaba con un departamento de Económicas fabuloso, impregnado de un sentido elevado de la pura teoría y las matemáticas y poco centrado en una educación empresarial práctica.
La nueva definición en desarrollo de educación superior debería propiciar beneficios que continúen durante décadas en el futuro. Tendremos que adaptarnos a medida que la tecnología de la información avance y al mismo tiempo, tenemos que evaluar continuamente las diferentes inherentes entre el aprendizaje humano y digital así como lo que es práctico y útil para los estudiantes a largo plazo. También tendremos que enfrentarnos al hecho de que «el arte de vivir en el mundo» requiere por lo menos algunos elementos pertenecientes a la educación empresarial.