Buscamos las preguntas y discusiones más interesantes de internet, y os contamos lo mejor que encontramos. John Herrman, el autor de la edición de Nueva York de The Awl, sugiere cuál podría ser el futuro de los grandes supermercados y centros comerciales, que a día de hoy no están pasando por su mejor momento en todo el mundo, y especialmente en los EE.UU.
Los grandes establecimientos que se han ido quedando vacíos son los emplazamientos de ciencia ficción más a mano que hay en todas las ciudades. La verdad es que hay poca nostalgia por este tipo de tiendas, de ahí que pensar con claridad en qué hacer con ellos resulta más sencillo. ¿Qué habrá sido (uno se pregunta al pasar conduciendo por la zona) del viejo y enorme Circuit City que había en Crossroads Plaza o en Windermere Village o en otros sitios? ¿Y del edificio que solía ser un Borders, y luego pasó a ser Gap, y que terminó siendo una parcela vacía? ¿Y el Walmart que había a las afueras de la ciudad y que se cerró por «problemas de fontanería»? ¿Y de todos esos nefastos centros comerciales, con esas enormes tiendas de varios pisos en sus interminables pasillos?
¿Acaso la gente irá a vivir en ellos? Una biblioteca gigantesca podría ser una buena opción. Algunas viejas tiendas ya se han convertido en grandes iglesias; en Florida, vi a un antiguo supermercado convertido en una universidad privada. Quizá se podían adaptar a enormes espacios para que lo compartan distintos profesionales, y cuyo alquiler sea económico, para empleos que aún no han alcanzado la automatización, como «atención al cliente» o «producción de contenidos». O quizá se podrían convertir en parques.... ¡extremadamente raros!
Mucha gente está pensando en ello de forma más seria: miles de estructuras construidas con un fin, muchas de ellas compuestas principalmente por grandes salas sin ventanas, no resultan sencillas de reconvertir de manera barata en otra cosa. Se les conoce como «ghostboxes» (establecimientos fantasma) y van a aparecer un montón de ellos. Por ejemplo, aquí mostramos las «soluciones legales» (centradas en urbanismo, principalmente) a lo que se entendió que fue, en 2012, el resultado de la reciente crisis económica.
En 2015, la amenaza más visible a los grandes establecimientos minoristas es Amazon y su grupo creciente de competidores. Instacart envía gente al supermercado a hacerte la compra; los servicios de entrega de productos en el mismo día utilizan una combinación de almacenes y tiendas para enviar los productos a las puertas de los consumidores. Entre tanto, la ambición de Amazon ha superado con creces la de ser el Walmart de Internet. Está intentando convertirse en una plataforma para el empleo; está experimentando con drones; está lanzando productos con su propia marca en algunas de las categorías que mejor se venden.
En su incesante búsqueda por acelerar las entregas, Amazon.com Inc. quiere convertir EE. UU. en una nación de empresas de transporte.
Una empresa minorista de Seattle está desarrollando una aplicación móvil que, en algunos casos, pagaría a gente corriente, en vez de a empresas de correos, para entregar paquetes en ruta a otros destinos, según fuentes cercanas a este asunto.
Amazon se ha mostrado cada vez más descontenta con la fiabilidad de grandes empresas de transporte (incluyendo USPS), que son nominalmente sus «socios», pero que, claramente, en su opinión, suponen un coste enorme y no son eficaces.
Idealmente, Amazon emplearía distribuidores físicos en zonas urbanas donde almacenar los paquetes, ya sea alquilándoles un espacio o pagando una tarifa por paquete, comentan las fuentes. La capacidad de entrega del servicio de Amazon, que se conoce internamente como «On My Way (a mi manera)» no se puede aprender, y es muy posible que esas empresas colaboradoras no puedan seguirle el ritmo, cuentan las fuentes.
De modo que: ¡tenemos un plan nuevo! Los minoristas de Internet pueden alquilar trozos de tiendas físicas existentes para empezar a crear sus propias redes de transporte. Luego, después de destruir a esos minoristas físicos, pueden convertir esos edificios en centros de distribución. Esos almacenes recibirán, por un lado, suministros de la industria de transporte, que, insospechadamente, está cerca de poder ser automatizada, y, por otro, personas que usan sus automóviles para entregar los pedidos de Amazon a sus vecinos a cambio de unos cuantos dólares extra de trabajo por su propia cuenta. A continuación, finalmente, cuando esos automóviles se conduzcan solos, los viejos edificios se asentarán en su función como nodos en una nueva economía de comercio minorista que se basaría, al igual que la anterior, en torno al automóvil, con la diferencia de que apenas se sale de casa excepto para ir a recoger ciertos productos que te puedes permitir del «drone» terrestre o aéreo que te espera en lo que solía ser el camino de entrada a tu casa. Hablando de lo cual, esos enormes tejados planos de Walmart se podrían convertir en estupendas pistas de aterrizaje para helicópteros multirotor.
Entonces, ¿problema... resuelto? Algo en lo que pensar la próxima vez que tengas que esperar en la cola de uno de esos grandes establecimientos comerciales.