¿Por qué EE. UU. y Europa no pueden impedir el suministro de petróleo desde Irán a Siria?
No es ningún secreto que Irán proporciona una ayuda crucial al presidente sirio Bashar Al-Assad. El problema viene al intentar hacerse una idea de cuánto gasta Irán y qué tipo de ayuda es en realidad la que presta.
Las estimaciones de la generosidad de Irán varían considerablemente según a quien se pregunte, como informó mi colega de Bloomberg View, Eli Lake, a principios de mes. El enviado especial de las Naciones Unidas a Siria, Staffan de Mistura, cree que Irán gasta unos 6.000 millones al año en apoyar el régimen de Al-Assad. Otros creen que si se incluye la ayuda de Irán a Hezbollah, que es quien surte a Al-Assad de aviones de combate, el número se acerca a entre 15 y 20 mil millones de dólares al año.
Al margen de la suma monetaria total, un componente clave de la ayuda de Irán a Al-Assad son los envíos de crudo. Siria, en su día, tenía excedentes de crudo e incluso exportaba pequeñas cantidades de sus pozos petrolíferos del este del país. La guerra civil que se desencadenó en 2011 ha arruinado la producción de crudo de Siria, que cayó de unos 400.000 barriles al día a aproximadamente 20.000, según cálculos recientes del Ministerio de Energía de EE. UU.
El presidente de Siria Bashar Al-Assad
El último verano, entre tanto, el Departamento de Estado de EE. UU. confirmó lo que muchos sospechaban: Irán estaba ayudando a compensar esa caída en la producción enviando crudo directamente a Siria. La frecuencia de los envíos no se sabe con certeza. Otros estudios realizados por Bloomberg del movimiento de los petroleros sugieren que Irán ha enviado unos 10 millones de barriles de crudo a Siria este año, o unos 60.000 barriles diarios. Con los precios del petróleo situados en una media de 59 dólares el barril en los últimos seis meses, eso supone unos 600 millones de dólares en ayuda desde enero.
Este año, según el análisis de Bloomberg, un total de 10 navíos han viajado de Irán al puerto sirio de Banias, que está bajo el control del régimen de Al-Assad. Los petroleros parece que zarparon de uno de los dos puertos situados en islas, Kharg o bien Sirri, ambos en el golfo Pérsico. Los trayectos duran entre dos y tres semanas y conducen los barcos a través del estrecho de Ormuz, alrededor de la península Arábiga, rumbo norte por el mar Rojo y a través del canal de Suez.
Irán solo utiliza tres petroleros para enviar el petróleo a Siria, todos ellos de tipo Suezmax, capaces de transportar un millón de barriles cada uno. Son la clase más grande de navío que puede pasar a través del canal de Suez con carga completa. La entrega más reciente parece haberse realizado el 26 de mayo, cuando el petrolero Amin entregó cerca de un millón de barriles en el puerto de Banias. Un segundo barco, Tour 2, llegó a Banias el 16 de junio y sigue anclado frente a la costa con una supuesta entrega de crudo. Abajo se muestra un gráfico de la ruta del navío Tour 2 desde Irán a Siria en el mes pasado.
Como la mayoría de las regiones productoras de gas y petróleo de Siria están en poder de los kurdos o del Estado Islámico, estos envíos de crudo desde Irán son vitales para que el régimen de Al-Assad pueda mantenerse en el poder—comenta Andrew Tabler, un experto de la fundación Washington Institute for Near East Policy. Este crudo es probable que se refine como combustible en la refinería de Banias—dice—donde se puede emplear como calefacción para los hogares, para generación de energía eléctrica, y para abastecer a lo que queda del ejército de Al-Assad.
«Irán básicamente está aprovisionando de combustible a todo el país»—comenta Anthony Cordesman, del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, en Washington. Cordesman y Tabler creen que es poco probable que Siria esté pagando por ese petróleo. Dado el estado de su economía tras cuatro años de una intensa guerra civil y las mermadas reservas de divisas de Al-Assad, es muy dudoso que Siria tenga dinero para pagar.
Irán, regalando el petróleo a Siria en lugar de cobrárselo, puede eludir las sanciones de EE. UU. y de la Unión Europea, diseñadas para limitar las exportaciones de crudo de Irán. Bajo el régimen de sanciones impuesto a mediados de 2012 como penalización por su programa nuclear, a Irán solo se le permite vender petróleo a seis países: China, India, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Turquía. «Se trata sencillamente de una violación descarada de las sanciones de los EE. UU.»—comenta Mark Dubowitz, director ejecutivo de la fundación Foundation for Defense of Democracies, en Washington, y partidario de sanciones más duras. «Está permitiendo a Irán financiar la maquinaria de guerra de Al-Assad sin repercusiones».
No está claro qué podrían hacer EE. UU. o Europa para que Irán deje de regalarle petróleo a Siria. No existen transacciones financieras que perseguir, no hay rastro de dinero que seguir, ni cuentas bancarias que congelar. Peter Harrell dedicó dos años a trabajar sobre las sanciones en el Departamento de Estado, como subdirector del área de sanciones y medidas contra amenazas financieras. Aunque admite que el comercio de petróleo de Irán con Siria es «claramente una actividad objeto de sanción», él no ve la manera práctica de terminar con ella. «No es algo que se pueda desmantelar persiguiendo a los bancos»—dice Harrell. «Habría que pensar en cómo poder detener físicamente a los petroleros».