Leonid Bershidsky, columnista habitual de Bloombergview, del futuro que le puede esperar a Grecia como resultado del referéndum.
Si los griegos votan rechazar la propuesta de los acreedores en el referéndum del 5 de julio, puede que experimenten algo parecido a lo que sufrieron los rusos.
Dos países desafortunados no son exactamente iguales, ni dos economistas se ponen nunca de acuerdo, por eso hay teorías opuestas sobre la caída económica de la economía soviética y la griega. Pero los resultados finales son similares en ambos casos: un gobierno de izquierdas que no puede pagar sus obligaciones sociales ni proporcionarles a sus ciudadanos una infraestructura laboral y sin acceso a los recursos externos.
Igual que Grecia estaría después de suspender los pagos de su deuda, la Unión Soviética en los años anteriores a su caída, y Rusia inmediatamente después, no tuvieron acceso a los mercados de deuda globales, que, de todas formas, eran mucho más pequeños por entonces. Imagine, pues, un país cuya economía se desploma (en 1990, por ejemplo, la economía soviética contrajo un 5%), pero no puede pedir préstamos.
La Unión Soviética trató de sortear el problema imprimiendo dinero para mantener el nivel de vida. Como consecuencia, los ingresos nominales agregados de los ciudadanos soviéticos llegaron a ser más del doble en el tercer trimestre de 1991, comparados con el trimestre del año anterior. Al mismo tiempo, el gobierno de Mijaíl Gorbachov trató de controlar los precios. Esto llevó a la desaparición de casi todo de las tiendas. Había cartillas de racionamiento para productos básicos como jabón, té, salchichas, cereales y, por supuesto, vodka y tabaco. Y había un mercado negro, así como tiendas especiales para extranjeros que solo aceptaban dólares. En 1991, la tasa de cambio oficial era de 1,75 rublos por dólar, pero en el mercado negro 1 dólar valía unos 30 rublos.
Es posible que suceda algo similar (más leve) si Grecia vota «no». El país no tendrá bastantes euros para todos, y probablemente empezará a pagarles a los empleados del gobierno con algún tipo de acciones, que pronto valdrán menos que su valor nominal. Puede pasar que Syriza, el partido del gobierno, intente controlar los precios de los alimentos básicos y que aparezca de inmediato un mercado negro tanto de bienes como de monedas.
Se puede argumentar que la economía de la Unión Soviética estaba cerrada y la de Grecia está abierta. Pero ahora que se le han impuesto a Grecia controles de capital, esto ya no es tan seguro. La gente que no puede sacar más de 60 euros al día de un cajero automático o pagar servicios de internet ubicados en otros países, como iSpace de Apple, ya no viven en una economía totalmente abierta. Cuando el gobierno deje que la gente tenga suficiente dinero para comprar comida para un día, solo los acaparadores obtendrán beneficios considerables. Una vez que a los griegos se les pague con acciones en lugar de euros, se parecerán más a los ciudadanos soviéticos de 1991.
Si los líderes griegos no imponen controles de precios, puede que sus ciudadanos reciban el mismo tipo de terapia de choque que los rusos experimentaron en 1992, cuando el gobierno decidió liberar los precios. Este fue un acto valiente y liberal por parte de los líderes que acababan de dejar atrás al Partido Comunista, pero les resultó difícil librarse de sus antecedentes izquierdistas. Imprimir dinero era todavía la única forma de financiar el sector público y no había mucho más en Rusia aparte del sector público. La inflación alcanzó un 2.600% ese año.
Las dificultades eran inmensas. El producto interior bruto de Rusia se redujo un 19% en 1992, y el número de suicidas ascendió un 17%. Las fábricas se intercambiaban productos porque el dinero se devaluaba de forma demasiado rápida.
A los jubilados se les pagaban sus pensiones con más o menos regularidad, pero no podían comprar nada con ellas y las personas mayores recurrieron a la mendicidad. Los servicios médicos todavía estaban disponibles de forma gratuita para todo el mundo, pero pocos podían permitirse pagar la medicación que, de todas formas, era muy escasa. Al mismo tiempo, los delincuentes iban creciendo en número. En tiempos de sufrimiento económico, la corrupción y simplemente el crimen organizado siempre florecen. Aparte de los trapicheos y los robos, la única forma de conseguir dinero era trabajando en el sector privado, preferiblemente para una empresa extranjera o una empresa conjunta con una de ellas. Esto significaba, en el mejor de los casos, un salario en dólares u otra moneda fuerte. Los salarios se pagaban en efectivo: ¿quién se preocupa de los impuestos cuando la vida es tan difícil? Los dueños de pequeños negocios griegos, que nunca se han molestado mucho por pagar los impuestos y que ahora rechazan firmemente las tarjetas de crédito, nos entenderán en esto.
¿Qué pasará con Grecia?
De nuevo, el sufrimiento de los griegos será más leve de lo que fue en Rusia. Si los turistas siguen yendo – y lo van a hacer – los griegos tendrán más acceso a monedas fuertes del que la gente tuvo en el Moscú de 1992. Además, el gobierno griego – aunque sea de izquierdas – puede evitar algunos de los errores rusos si no concede préstamos enormes, en una moneda recién impresa, a las industrias y los campos. No obstante, temo que sucumba a la tentación. El Fondo Monetario Internacional ya no va a estar pendiente de ellos, y la austeridad tendrá pocos defensores.
El rescate financiero diseñado por el FMI fue duro para los griegos. La infraestructura social se ha vuelto tensa, mucha gente se ha marchado del país. Muchos otros han acabado en el paro y no pueden cubrir sus necesidades básicas, otros han perdido la seguridad de su trabajo y beneficios como el seguro médico.
El Primer ministro Alexis Tsipras sigue diciéndoles a sus votantes que los europeos no se van a atrever a echar a Grecia de la zona euro ni de la UE. Pero recuerde, en marzo de 1991, Boris Yeltsin prometió que la Unión Soviética nunca se desmoronaría.
No se equivoque. Si Grecia vota «no» saldrá de la zona euro y, poco después, de la propia UE. Por tanto, se esperan malos tiempos. Lo bueno es que si los rusos sobrevivieron a los suyos, los griegos resistirán los suyos. Los humanos somos resistentes y adaptativos, y una vez que las cosas vayan realmente mal, la mayoría se las apañará de formas que nunca ha imaginado. Como sigue diciendo Tsipras, todavía les quedará el orgullo y el valor. Puede que solo esté haciendo campaña para seguir en el poder, pero hace bien tratando de mantener la moral alta. Los que se desesperan no van a ningún sitio.
Es probable que votar «sí» implique un nuevo gobierno, posiblemente uno preparado para comprometerse con firmeza y negociar una reducción de la deuda a cambio. La vida también va a ser difícil, pero con el apoyo externo lo van a hacer mucho mejor que los rusos hace un cuarto de siglo.