China está en peligro
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Para salvar a sus mercados, China está poniendo en riesgo a todo su sistema financiero.

En el tercer pleno en noviembre de 2013 el presidente Xi Jinping dijo:

«Debemos profundizar en la reforma de nuestro sistema económico centrándonos en el rol decisivo que tiene el mercado a la hora de asignar recursos….».

Ese era, en cualquier caso, el plan, pero ya no.

En días recientes, el gobierno chino desplegó una serie de medidas para detener la caída libre de sus mercados bursátiles, cuya escala no tiene precedentes. En esencia, dichas medidas les da a los inversores «un toque Xi Jinping», como lo llama Joyce Poon de la publicación Gavekal Dragonomics (en referencia al toque del Banco Central Europeo de Mario Draghi), en una nota emitida el lunes, lo que significa que el gobierno les está garantizando a los inversores que hará todo lo necesario por mantener los mercados al alza.

Las medidas detuvieron un poco la hemorragia del lunes (6 de julio); el índice Shanghai Composite cerró con una subida del 2,4%. No obstante, hay mucho más en juego que simplemente poder alcanzar determinados números. El toque Xi Jinping no solo amenaza con no llevar a cabo las reformas financieras críticas, sino también con dejar a China (y a millones de sus residentes) inmersa en un lío financiero sin precedentes.

Sin embargo, a fecha de ayer, 7 de julio, parece que las medidas que fueron puestas en marcha no han surtido el efecto deseado, ya que las bolsas chinas han caído de nuevo a pesar de dichas medidas.

Ante esta situación, las empresas chinas parecen haber encontrado una solución para evitar las caídas: suspender la cotización. Una cuarta parte de las empresas chinas han puesto en práctica esta técnica. Creen que esta puede ser la mejor forma de evitar el hundimiento.

La intervención de China es mucho mayor que el TARP

Antes, ofrezcamos algo de información sobre las actividades del pasado fin de semana. La más importante de estas medidas es la promesa del correspondiente regulador de un préstamo inicial de 120 mil millones de yuanes (19.300 millones de dólares) a través de 21 agencias de corretaje para estabilizar el mercado, junto con el acuerdo del Banco Popular de China de inyectar liquidez para la negociación con márgenes de la cámara de compensación, lo cual a David Cui, estratega de Bank of America/Merrill Lynch, le parece que podría ser un primer paso para convertirse en el comprador de último recurso de este atormentado mercado.

El gobierno, además, se ha comprometido a que el índice Shanghai Composite llegue a los 4.500 puntos. El alcance de este gambito corta la respiración—comenta Anne Stevenson-Yang, fundadora de la empresa J Capital Research. Advierte de que los analistas, que comparan los esfuerzos que actualmente se están llevando a cabo para rescatar a China con el Programa de rescate de activos problemáticos (TARP, por su sigla en inglés), que es el plan de rescate bancario de 2008 del gobierno de EE. UU., se olvidan del hecho de que el TARP rescató a empresas que estaban operativas y no a un índice de un mercado bursátil. «El [TARP] se centró en la viabilidad de empresas operativas, no en la óptica que representaba un derivado especulativo de la economía».

«No hay forma de describir estas medidas si no es mediante una apuesta de "doble o nada"»—escribió Stevenson-Yang en una nota el lunes.

El partido se está jugando su credibilidad

Esa apuesta sin duda acarrea muchos inconvenientes. La creación por parte del gobierno del mercado alcista chino ha beneficiado desproporcionadamente a las empresas propiedad del estado y, por tanto, al partido comunista, sustituyendo deuda garantizada por el gobierno por acciones. Estas acciones, por supuesto, las ha financiado el gobierno chino, lo cual constituye la segunda parte, y mucho mayor, del problema. Cuando la prensa estatal y los funcionarios del gobierno empezaron a promover la inversión en acciones hace aproximadamente un año, básicamente prometieron proteger los ahorros de decenas de millones de familias.

No obstante, esta estrategia podría dejar a salvo al gobierno chino, comenta Andrew Collier, responsable de la firma Orient Capital Research. Dada la intensidad con la que el gobierno de Pekín está manejando las operaciones, es muy probable que la liquidez que el Banco Popular de China inyecte al mercado a través de las agencias de corretaje sea mucho mayor que esos anunciados 120 mil millones de yuanes.

«[El gobierno] deberá centrarse en los índices y en las [empresas] de elevada capitalización para influir en el mercado, lo que sacará completamente de él a las empresas de baja capitalización en las que los inversores minoristas han estado invirtiendo»—le comenta Collier a Quartz. «Si estas acciones caen, habrá muchas protestas de inversores descontentos». Más problemas para el gobierno. Podrían resistirlo a corto plazo, pero no a largo plazo».

Cuantos más riesgos tome China, más costará retirar el apoyo del gobierno

Eso es, a fin de cuentas, lo que significarán las reformas. La cita de arriba es la más célebre de la tan cacareada metamorfosis de la política del tercer pleno de Xi: dejar que los mercados (y no la política del gobierno) determine el valor del dinero y del riesgo.

Estas reformas fueron ostensiblemente importantes para Xi en su momento porque, finalmente, el milagro de China se está volviendo muy arriesgado y caro de mantener. Cuando el gobierno deja una huella enorme en la economía china, a través por ejemplo, del mercado inmobiliario, de las empresas propiedad del estado, de los productos financieros y, ahora, con el mercado bursátil, es decir, cuando se piensa que uno es demasiado grande como para fracasar, se empiezan a tomar riesgos sin demasiado sentido. Si la inversión da resultado, hay grandes ganancias; si no, aparecen las preocupaciones, y te acaban rescatando. Eso se ha vuelto muy caro; China ha acumulado una deuda de al menos 28 billones de dólares, más de la mitad proviene del sector corporativo.

Cuantos más riesgos se tomen sin sentido, mayor será el coste tanto financiero como político cuando el gobierno empiece a retirar su apoyo y a dejar que el mercado haga su trabajo.

El repunte de las acciones inducido por el gobierno pone a mucha más gente en riesgo

Las acciones chinas son un buen ejemplo de ello. Políticamente, cuando el gobierno decidió provocar el repunte de las acciones, Xi y el partido comunista pusieron en riesgo su credibilidad ante más gente que nunca. Las decisiones políticas tomadas en el pasado pudieron indignar a una región o a un grupo de interés, pero las que se tomen ahora no pueden enfurecer a millones de familias de toda China.

Desde una perspectiva financiera, cientos de miles de millones de yuanes prestados se han invertido en acciones. Si se pierde esa riqueza, no se podrá devolver esa deuda, que es por lo que ese repunte de las acciones inducido por el gobierno podría poner a todo el sistema financiero en riesgo, dice Collier de la firma Orient Capital.

«El verdadero peligro de todo esto podrían ser los bancos»—comenta. «Tienen una exposición indeterminada en cuanto a préstamos al mercado bursátil, directamente a través de los consumidores o, indirectamente, a través de intermediarios, como el sistema bancario en la sombra (por ejemplo, fideicomisos). Una caída en el precio de las acciones podría causar un fuerte impacto negativo en las hojas de balance de los bancos».

Puede ser demasiado tarde para que el gobierno cambie el rumbo

Todavía existe una oportunidad de que las reformas tomen el rumbo correcto, comenta Poon, de la publicación Gavekal. La volatilidad de las últimas semanas alertará a los líderes de China de estos puntos vulnerables sistémicos—escribe—instándoles a acelerar las reformas económicas y financieras.

Stevenson-Yang de la firma JCap es menos optimista.

«Las instituciones chinas están demasiado desfasadas, son muy inflexibles y carecen de la necesaria coordinación para poder ser de utilidad, sobre todo cuando se desestima como instrumento la única medida que el gobierno puede tomar (que es acumular y encauzar los flujos de dinero)»—comenta. «La liquidación es similar a un pánico bancario, donde el único motivo real de cada uno de los actores es conseguir el máximo valor posible de los activos antes de que se derrumbe todo el edificio».

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