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Arabia Saudí podría entrar en bancarrota antes de que la industria petrolera de EE. UU. se desplome.

Si el mercado de futuros de petróleo está en lo cierto, Arabia Saudí empezará a tener problemas dentro de dos años. Será una crisis existencial al final de la década.

El precio negociado del crudo estadounidense para su entrega en 2020 está actualmente en 62,05 dólares, lo que implica un cambio drástico en el panorama económico para Oriente Medio y los estados rentistas de petróleo.

Los saudíes asumieron un riesgo enorme el pasado noviembre cuando dejaron de apoyar los precios y en lugar de ello optaron por inundar el mercado y eliminar a sus rivales, llevando a su propia producción de 10,6 millones de barriles al día (b/d) a la boca del lobo.

El Banco de América dice que la OPEP está ahora «disuelta de manera efectiva». El consorcio podría cerrar sus oficinas en Viena para ahorrar dinero.

Si el objetivo era el de asfixiar a la industria de esquisto estadounidense, los saudíes han calculado erróneamente, de la misma forma que calcularon mal la amenaza de esquisto creciente en cada etapa durante ocho años. El banco central saudí en el último informe de estabilidad dijo:

«Está siendo evidente que los países productores fuera de la OPEP no responden tan bien a los bajos precios del petróleo como se había pensado, al menos en el corto plazo. El principal golpe ha sido recortar en la perforación de desarrollo de nuevos pozos de petróleo más que ralentizar el flujo de petróleo de pozos existentes. Esto requiere más paciencia».

Un experto saudí fue franco. «La política nunca ha funcionado y nunca va a funcionar», dijo.

Al provocar el derrumbe del precio del petróleo, los saudíes y sus aliados del Golfo han eliminado las posibilidades de un montón de operaciones de alto coste en el Ártico ruso, el Golfo de México, las aguas profundas del Atlántico Central y las arenas alquitranadas canadienses.

Consultores de Wood Mackenzie dicen que las principales empresas de petróleo y gas han aplazado 46 grandes proyectos, posponiendo inversiones de 200.000 millones de dólares.

El problema para los saudíes es que los frackers de esquisto no son de alto coste. En su mayoría son de coste medio, y los expertos piensan que las empresas de esquisto pueden recortar esos gastos en un 45 por ciento este año, y no solo cambiando de manera táctica a pozos de alto rendimiento.

Las técnicas avanzadas de perforación de plataformas permiten a los frackers lanzar cinco o diez pozos en diferentes direcciones desde el mismo sitio. Pequeñas brocas con chips informatizados pueden buscar grietas en la roca. Los nuevos conectores solubles prometen ahorrar 300.000 dólares por pozo. «Hemos rebajado los costes de perforación en un 50 por ciento y veremos otro 30% más adelante», dice John Hess, presidente de Hess Corporation.

La misma historia contó Scott Sheffield, presidente de Pioneer Natural Resources. «Acabamos de perforar un pozo de 5,5 km en 16 días en Permian Basin. El año pasado tardamos 30 días», dijo.

El recuento de plataformas estadounidenses ha caído hasta las 664 desde las 1.608 que había en octubre, pero los resultados aun así alcanzaron el récord en 43 años de 9,6 mdb en junio. Solo acaba de comenzar a darse la vuelta. «El tren de mercancías del petróleo estadounidense ha seguido llegando», dijo Rex Tillerson, presidente de Exxon Mobil.

Este ha dicho que la resistencia de la industria hermana del gas esquisto debería ser una advertencia de precaución para aquellos que lean demasiado en el recuento de plataformas. Los precios del gas se derrumbaron de 8 a 2,78 dólares desde 2009 y la cifra de plataformas de gas ha descendido de 1.200 a 209. Sin embargo la producción ha aumentado un 30 por ciento en ese periodo.

Hasta ahora, las perforadoras de esquisto han estado protegidas por contratos de cobertura. La prueba de estrés vendrá en los próximos meses cuando estos expiren. Pero incluso si los marcadores de los buscadores de petróleo con deuda excesiva entraran en bancarrota cuando la financiación se terminase, no haría ningún bien a la OPEP.

Los pozos seguirán estando ahí. La tecnología y la infraestructura seguirán estando ahí. Las empresas más fuertes lidiarán con las consecuencias de lo barato quedándose a cargo de las operaciones. Una vez que el crudo llegue a 60 dólares o incluso a 55 dólares - ya que el umbral sigue bajando - intensificarán la producción casi instantáneamente.

La OPEP se enfrenta ahora a un constante viento en contra. Cualquier subida del precio será tapada con un aumento de la producción estadounidense. La única limitación es la cantidad de reservas estadounidenses que pueden extraerse a medio coste, y estas pueden ser mayores que lo que se piensa inicialmente, sin mencionar las posibilidades en Argentina y Australia, o la posibilidad de «fracking limpio» en China a medida que la tecnología de pulso de plasma recorta las necesidades de agua.

Sheffield dijo que Permian Basin en Texas podría producir él solo 5-6 mbd a largo plazo, más que el gigante campo Ghawar de Arabia Saudí, el mayor del mundo.

Arabia Saudí está varada. Depende del petróleo para un 90 por ciento de sus ingresos presupuestarios. No existe otra industria de la que se pueda hablar, cinco años después de que comenzara la bonanza del petróleo.

Los ciudadanos no pagan impuestos sobre la renta, los intereses o dividendos por acciones. La gasolina subvencionada cuesta doce céntimos el litro. La electricidad cuesta 1,3 céntimos de dólar por kilovatio/hora. El gasto en patrocinio se disparó tras la Primavera Árabe cuando el reinado intentó asfixiar la disidencia.

El Fondo Monetario Internacional estima que el déficit presupuestario alcanzará el 20 por ciento del PIB este año, o casi 140.000 millones de dólares. El «precio de equilibrio fiscal» es 106 dólares.

Lejos de recortar, el Rey Salman está esparciendo dinero, dando 32.000 millones de dólares en un bono de coronación para todos los trabajadores y pensionistas.

Ha lanzado una guerra costosa contra los Houthis en Yemen y quiere crear un ejército masivo - dependiente totalmente de armas importadas - que llevará a Arabia Saudí al quinto puesto en defensa en el mundo. Jim Woolsey, antiguo jefe de la Agencia Central de Inteligencia de EE. UU., dijo:

La familia real saudí está liderando la causa suní contra un Irán renaciente, luchando por el dominio en una batalla amarga entre los suníes y los shia por todo Oriente Medio.

«En estos momentos, los saudíes solo tienen una cosa en la cabeza y son los iraníes. Tienen un problema muy serio. Los representantes iraníes están dominando Yemen, Siria, Irak y el Líbano»:

El dinero comenzó a salir de Arabia Saudí después de la Primavera Árabe, con los gastos de capital neto alcanzando el 8 por ciento del PIB anual antes incluso del derrumbe del precio del petróleo. El país ha estado desde entonces quemando sus reservas extranjeras a un ritmo vertiginoso.

Las reservas alcanzaban los 737.000 millones de dólares en agosto de 2014. En mayo bajaban a 672.000 millones de dólares. Con los precios actuales están cayendo al menos unos 12.000 millones de dólares al mes.

Khalid Alsweilem, antiguo directivo del banco central saudí que ahora imparte clases en la Universidad de Harvard, ha dicho que el déficit fiscal tiene que cubrirse casi dólar a dólar recurriendo a las reservas.

El fondo saudí no es muy grande teniendo en cuenta el sistema de tipo cambio fijo del país. Kuwait, Catar y Abu Dabi tienen todos reservas tres veces superiores per cápita. «Somos mucho más vulnerables. Es por esto por lo que ocupamos la cuarta soberanía en el Golfo calificada con la doble A. No podemos permitirnos perder nuestro cojín en los próximos dos años», dijo.

Standard & Poor's rebajó su previsión a «negativa» en febrero:

«Vemos la economía de Arabia Saudí no diversificada y vulnerable ante un descenso pronunciado y sostenido de los precios del petróleo».

Alsweilem escribió en un informe de Harvard que Arabia Saudí tendría un billón más de activos ahora mismo si hubiera seguido el modelo noruego de fondo de riqueza soberana para reciclar el dinero en vez de tratarlo como un banco glotón para el ministerio de finanzas. El informe ha causado un escándalo en Riad.

«Hemos tenido suerte antes porque los precios del petróleo se recuperaron a tiempo. Pero no podemos contar con ello de nuevo», dijo.

La OPEP ha dejado estos asuntos para demasiado tarde, aunque quizá hay poco que podrían haber hecho para combatir los avances de la tecnología estadounidense. Retrospectivamente, fue un error estratégico mantener los precios tan altos durante tanto tiempo, permitiendo a los frackers de esquisto - y a la industria solar - a que se consolidaran. No puede meterse de nuevo al genio en la botella.

Los saudíes están atrapados. Incluso aunque pudieran llegar a un acuerdo con Rusia y arreglar un recorte en el gasto para estimular los precios - lejos de ser algo limpio - podrían ganar meramente unos pocos años de grandes ingresos con el coste de adelantar más producción de esquisto más tarde.

Con el curso actual sus reservas podrían reducirse a los 200.000 millones de dólares a finales de 2018. Los mercados reaccionarán mucho antes de esto, haciendo caso de las advertencias. La huida de capitales se acelerará.

El gobierno puede reducir el gasto en inversiones durante algún tiempo - tal y como hizo a mediados de la década de 1980 - pero al final tendrá que hacer frente a una austeridad draconiana. No puede permitirse mantener a Egipto y sostener una máquina de patrocinio político desorbitado en el mundo suní.

El gasto social es el pegamento que mantiene unido al régimen medieval de Wahhabi en un momento de malestar entre la minoría shia en la provincia del este, el alfiler de los ataques terroristas de ISIS y el retroceso de la invasión de Yemen. El gasto diplomático es lo que respalda a la esfera de influencia saudí atrapada en una versión de Oriente Medio de la Guerra de los Treinta Años en Europa y que aún se tambalea por las perturbaciones de una rebelión democrática aplastada. Podemos descubrir que la industria del petróleo estadounidense tiene más poder de permanencia que el edificio político tambaleante tras la OPEP.

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