¿Cómo aprender a aprender?
Página principal Análisis, Crecimiento personal

Aprenda cómo James Altucher, famoso inversor, blogger y empresario, analiza el aprendizaje de cualquier nueva habilidad.

Una vez a la semana, juego un partido de tenis con mi hija y la machaco hasta que llora. Tengo la sensación de que solo me quedan 1 o 2 años para seguir haciéndolo. Después, ella conquistará, vencerá y se reirá de mí. Así que, quiero mi oportunidad. A veces, golpeo la bola lo más fuerte que puedo, para que ella no pueda alcanzarla con sus pequeñas piernecitas. En otras ocasiones, golpeo directamente hacia ella por lo que, o la bola la golpea («¡Ay!») o tiene que esquivarla. A veces me grita «¡Odio el tenis!» y empieza a llorar.

No sé por qué, pero cuando llegamos a ese punto me siento feliz. Debe ser porque entonces puedo consolarla. Algunas personas me dicen «Deja que la niña gane alguna vez», pero es que no me gusta la idea. Cuando mi padre me hacía eso mismo cuando yo era pequeño, juro que hubiera querido tirarle la raqueta encima. O bien tirar todas las piezas del ajedrez. Tenía 21 años entonces.

Hay dos maneras de aprender: pasiva o agresivamente. Pasivamente es cuando estudias tus propios errores, repasas la historia de lo que estás aprendiendo, te relacionas, das con tu «tribu», encuentras un mentor, etc. Agresivamente es cuando te sitúas en el meollo del asunto. Estás implicado al máximo y la bola se dirige hacia ti: ¿qué vas a hacer? La pasividad está en tu cabeza; agresividad es darte cuenta en este mismo instante y actuar en consecuencia. Lo que hay en tu cabeza es importante, pero la acción es lo que da lugar a los héroes.

En una ocasión, me lanzaron directamente en medio de un enorme proyecto de software multimillonario. Estábamos programando el experimento de «televisión interactiva» de Time Warner en Orlando. Ahora cualquiera enciende su Apple TV y empieza a ver contenido en tiempo real, pero pensemos en aquel proyecto como en la primera versión de esto. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo y tenía que aprender deprisa o me despedirían. En mi arrogancia, le sugerí a mi jefe que Time Warner debería usar «internet» para hacer llegar los vídeos a los hogares de los clientes. Era el año 1994. Mi jefe me dijo: «James, internet está muy bien para los académicos, pero los tipos de la televisión por cable saben lo que hacen. Confía en que ellos saben más que tú». Así que tuve que ponerme a aprender un montón de técnicas de programación muy rápido (o me despedirían) que, finalmente, me ayudarían durante muchos años después.

En otra ocasión, era director ejecutivo de una empresa que estaba a punto de perder su nómina. Me despertaba en mitad de la noche haciendo números para ver si lo lográbamos, si conseguíamos sobrevivir... si yo sobrevivía... Nunca había vendido nada en mi vida. Tenía que convertirme en vendedor rápidamente o no cubriríamos la nómina. No sé si hice un buen trabajo en aquella ocasión, pero tuve que aprender muy rápido por lo que, al menos, eso no se me daría mal. Y hoy todavía sigo aprendiendo. Durante los últimos 30 años de haber enseñado a otros y de haber tenido que aprender cosas bajo presión, he descubierto cuatro técnicas agresivas para aprender algo con mucha rapidez.

La técnica Bruce Lee

Bruce Lee dijo en una ocasión «No temo al hombre que ha lanzado 10.000 patadas diferentes, temo al hombre que ha lanzado una sola patada 10.000 veces».

Mollie tenía problemas para usar su revés para devolver un saque, por lo que compré 200 pelotas de tenis y la situé en la parte izquierda de la pista. Saqué dos veces hacia el lado izquierdo del recuadro izquierdo. Una y otra vez, nada de peloteo. En cuanto ella devolvía la pelota, yo sacaba la siguiente, quizá con un poco más de fuerza o con algo más de efecto. Ella devolvió el 5% de las pelotas, más o menos, y empezó a llorar. «¡Soy horrible!» dijo. «No te preocupes», le contesté. «Tu cerebro es el que ha aprendido hoy, pero tu cuerpo aprende mientras duermes». Por lo que ayer volvimos a probar. Esta vez, devolvió en torno al 60% de las bolas. No paraba de sonreír. «¡Ya se me da mejor!» dijo. «No te preocupes», le contesté:

«A veces, también vas a empeorar. No te entristezcas cuando falles y alégrate cuando tengas éxito. Las dos cosas van a seguir pasando una y otra vez, cada vez que llegues a un nuevo nivel».

Si nos hubiéramos dedicado a jugar sin más, Mollie nunca habría adquirido la experiencia suficiente para usar su revés y devolver un saque. Ahora está aprendiendo lo que necesita aprender. Cuando yo aprendía ajedrez, mi profesor ponía dos peones y una torre en el tablero frente a su torre y me decía que probara a vencerle. Después, ponía las dos torres en una parte distinta del tablero, luego en otra y así, durante cuatro horas, solo dos peones y una torre contra otra torre. ¿Aprendí a ganar con una torre y dos peones? Es posible. Pero también aprendí un poco más de las sutilezas para las que una torre es adecuada. O qué peones pueden ser un poco más importantes que los demás, o el poder que tiene un rey cuando hay pocas piezas sobre el tablero, o la capacidad de mi cerebro al calcular muchos movimientos por adelantado cuando solo quedan unas piezas sobre el tablero.

La luz del sol no solo te da de lleno a ti. Cuando abres la ventana, el sol llega a todo lo que hay en tu casa. Así, cuando abres la ventana del conocimiento, no solo aprendes aquello concreto que están tratando de ver, sino que empiezas a ver todo lo que ahora se ha iluminado. El verdadero arte es prestar atención a todo lo nuevo que puedes ver, aprovechando que la luz del sol entra a raudales. Cuando finalmente acabé mi tarea con Mollie, me dijo «Me he divertido mucho». Y luego «Te quiero papá».

Muchas personas me escriben y me dicen «No consigo acordarme de nada de lo que he leído en un libro». Eso es normal. Tienes que leer el libro, luego enseñárselo a otra persona y, al día siguiente, a otra persona más. Esta es la única forma de saber realmente lo que dice el libro.

Después de haber sacado ayer 200 veces para que Mollie practicara su revés, realmente no me importa si aprendió o no («Te quiero papá»). Lo único que sé es que, cuando por fin terminamos, yo había aprendido a sacar mejor.

Fuente: Quartz

Lea también:
Por favor, describa el error
Cerrar