Cuando los números se convirtieron en rostros, la canciller alemana Angela Merkel tomó una decisión que podría marcar o romper su legado político.
Mientras que recorría un centro de refugiados en el este de la ciudad alemana de Heidenau el 26 de agosto, escuchando historias de sirios acerca de los viajes traumáticos al huir de la guerra civil de su país, los manifestantes en contra de su llegada la abucheaban. Algunos la llamaron «traidora del país». La experiencia la afectó pero la impulsó a actuar, según indican dos colaboradores cercanos de Merkel.
Lo que siguió fue una estrategia para hacer frente a una avalancha de refugiados a los que sencillamente se les dejó que llegaran. Su política de puertas abiertas ha transformado su imagen de maltratadora del pueblo griego hasta convertirse en la conciencia de Europa, lo que amenaza con dividir el continente y presenta un problema incluso peor que el de la crisis del euro.
«Si ahora tenemos que empezar pidiendo disculpas por mostrar una cara amable en respuesta a una situación de emergencia, entonces este no es mi país», dijo Merkel en una conferencia de prensa en Berlín el martes.
Willkommen (Bienvenidos)
Alemania ya es un imán para los demandantes de empleo de España, Grecia e Italia, y se convirtió en el destino preferido para los refugiados cuando supieron que eran bienvenidos. Las estimaciones del Ministerio del Interior de la llegada de 800.000 refugiados se convirtió en 1 millón de llegadas en el pronóstico de esta semana del vicecanciller Sigmar Gabriel, aunque no todos terminarán quedándose.
Si bien el crecimiento económico de Alemania y la casi récord baja tasa de desempleo le dieron un respiro, sus homólogos europeos ya estaban enfrentándose a economías deprimidas y al enfado del electorado.
Pidió la «solidaridad» del pueblo europeo, haciéndose eco de las palabras que usó durante la crisis de la deuda como forma abreviada para hablar de un rescate financiero. Esta vez se refería a una distribución justa de los refugiados entre los Estados miembros de la UE.
Para Merkel «los riesgos son más a largo plazo», ya que los recién llegados compiten por el empleo y la vivienda en Alemania, lo que podría alimentar el resentimiento popular, dijo Holger Schmieding, economista jefe del Berenberg Bank. «La reacción política a la crisis de los refugiados es posiblemente un riesgo mucho mayor para Europa» que Grecia, dijo. «Estos son riesgos significativos que golpean el corazón de la UE».
Recordando 1989
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, no tuvo nada que ver con esta postura. Hungría, que es uno de los principales puntos de llegada de la UE junto con Italia y Grecia, bloqueó la llegada de miles de refugiados en la frontera con Austria.
La respuesta de Merkel el 5 de septiembre para abrir las fronteras aún más con el objetivo de aliviar el atasco ante la llegada de más refugiados, no fue solo el resultado del temor a que se produzca un conflicto de fronteras abiertas. Su política adquirió una dimensión emocional añadida cuando se acordó de escenas similares que tuvieron lugar en la frontera húngara en el verano de 1989, cuando los alemanes del este esperaban para llegar hasta la parte occidental, según indicó uno de los ayudantes.
La canciller alemana Angela Merkel se hace selfies con los inmigrantes, 10 de septiembre de 2015
Para la hija de un pastor luterano, la crisis de los refugiados es una catástrofe humanitaria que debe ser abordada, dijeron. También podría ser un momento de definición que ofrece la oportunidad de cambiar la imagen fría que se tiene de Alemania.
«Ve tal vez una oportunidad para apelar no solo a otros líderes de la UE, sino para enviar un mensaje más general de que somos más grandes y mejor que esto», dijo Jackson Janes, presidente del Instituto Americano de Estudios Contemporáneos alemanes en Washington. «Pero esto también podría ser otro de sus esfuerzos para reunir a la UE, después de una larga mala racha con Grecia, donde Merkel provocó el enfado de mucha gente».
Advertencias políticas
Dentro de Alemania la reacción ha sido también rápida. Las oficinas del partido Unión Demócrata Cristiana están recibiendo cientos de correos electrónicos y cartas cada día criticando el enfoque de la canciller. Los ayudantes y funcionarios del partido, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron que es consciente de que si Alemania no consigue mantener la crisis de los refugiados bajo control ni integrar a los sirios en la sociedad alemana, ella se echará la culpa.
Merkel, de 61 años, se enfrenta a una rebelión incipiente del partido hermano de la CDU en Baviera, el principal punto de entrada para los refugiados que cruzan la frontera con Austria. Horst Seehofer, presidente de Baviera, que tildó la decisión de Merkel de permitir la entrada de los refugiados provenientes de Hungría de ser un «error que pagaremos durante muchos años», dijo el lunes que algunos distritos de su estado están acogiendo a más refugiados que toda Francia.
Se dice que algunos miembros de alto rango del partido están horrorizados con su política de puertas abiertas. Se mostraron incrédulos ante su planteamiento en una entrevista concedida la semana pasada de que ella no puede imponer límites sobre el número de solicitantes de asilo que Alemania aceptará.
Después de defender su decisión de permitir la entrada de miles de refugiados no registrados, Merkel puede haber comprado algo de tiempo para la reintroducción de algunos controles fronterizos, sobre lo que ella tiene su propia opinión. Mientras que el 35 por ciento de los encuestados dijo que Alemania se ve abrumada por la llegada de los refugiados, el 62 por ciento dijo que el país puede manejar esta afluencia, según un sondeo de FG Wahlen realizado del 8 al 10 septiembre de votantes para la televisión ZDF.
Canciller de teflón
Sin embargo, mientras que escucha las advertencias sobre si inducirá a los votantes a alinearse con la extrema derecha, no es en absoluto seguro que vaya a ser capaz de llevar al pueblo alemán con ella. Tras diez años en el cargo y a mitad de su tercer mandato, la crisis de los refugiados podría ser la ruina de la canciller de teflón como cabeza del país hasta las elecciones de 2017.
Aun así siguen llegando. El Ministerio de relaciones exteriores esperaba 40.000 personas el pasado fin de semana (el doble del número que el Reino Unido aceptará en los próximos cinco años).