La situación del mercado es muy inusual, pero no es la primera vez que esto sucede. La historia nos ayudará a entender lo que va a suceder a continuación.
Durante gran parte de la «era del petróleo», varios grupos de productores han tratado de controlar su precio. A partir de los años '20 esta estrategia fue coordinada por la Comisión de Ferrocarriles de Texas, apoyada por otros estados de EE. UU. y autoridades federales. Más tarde, a partir de la década de los '70 fue la OPEP, el grupo de países productores de petróleo.
Pero la caída del precio del crudo desde el verano de 2014 ha dejado claro que el mercado ha escapado a cualquier posible intento de controlarlo.
Una combinación de varios factores, como el progreso tecnológico, en forma del espectacular éxito de la producción de petróleo de esquisto por parte de EE. UU. durante los últimos cinco años, las preocupaciones sobre la desaceleración económica en China y en otras economías emergentes y un cambio en la estrategia de Arabia Saudí, el mayor exportador de petróleo del mundo, han provocado un exceso en la oferta de petróleo que ha hecho que los precios caigan más de un 50%.
Por ahora, al menos, las fuerzas del mercado están impulsando los precios más que las decisiones políticas, lo que es una experiencia desconcertante para todas las partes implicadas, desde las salas de juntas en Houston hasta los palacios de Riad. Sin embargo, ya ha habido precedentes en el pasado de algo así.
Por usar las mismas palabras que, apócrifamente, se atribuyen a Mark Twain «la historia no se repite, pero rima». Así que, aunque no existen precedentes exactos para los mercados de hoy, el pasado sí puede proporcionar algunas pistas para el futuro.
Lecciones de historia
El colapso más reciente del precio del petróleo se produjo hace siete años. La caída de Lehman Brothers en 2008 y la posterior crisis financiera hicieron caer los precios del petróleo desde un máximo mayor que en 2014 hasta su punto más bajo. Lo bueno es que este episodio resultó ser bastante efímero. Tras haber caído el precio del barril por debajo de los 37 dólares en diciembre de 2008, el crudo Brent, la marca de referencia para el mercado internacional, volvió a subir por encima de los 70 dólares en junio de 2009.
Por lo que respecta a la demanda, 2015 se parece mucho a 2009; hace seis años, la rápida recuperación del fuerte crecimiento en China, tras un breve tambaleo entre finales de 2008 y principios de 2009, ofreció un importante punto de apoyo para los precios. De forma similar, el crecimiento de la demanda de petróleo en China este año ha sido fuerte, aunque las previsiones esperan que se ralentice. Es la parte de la oferta lo que ahora difiere.
En 2008, se produjo una acción decisiva por parte de la OPEP, que redujo su producción acordada de 4,2 millones de barriles al día en tres etapas, desde septiembre a diciembre, lo que culminó en su mayor reducción de la historia, que ayudó a estabilizar los precios.
La capacidad del grupo para controlar los mercados del petróleo es a menudo exagerada, pero está claro que su intervención en 2008 tuvo un impacto realmente significativo. Cuando sus ministros se reunieron en Viena el 27 de noviembre del año pasado, momento en el que la última caída de los precios estaba en pleno apogeo, estos insinuaron que su influencia había llegado al límite.
Su decisión de abandonar su nivel de producción oficial confirmó una política que ya había sido señalada durante meses por Arabia Saudí, el miembro más influyente del grupo. Tal y como Ali al-Naimi, ministro del Petróleo de Arabia Saudí, explicó más tarde en una entrevista con Middle East Economic Survey, un recorte en la producción de la OPEP, lo que principalmente implica producción por parte de Arabia Saudí, simplemente habría permitido que más «barriles marginales» de esquisto estadounidense y otras fuentes de elevados costes rellenaran el hueco creado.
El precedente más claro de la estrategia del Sr. Naimi de abrir el grifo es la política adoptada por su famoso predecesor Ahmed Zaki Yamani, quien impulsó la producción entre 1985 y 1986 tras haber hecho recortes durante la mitad de la década anterior para apoyar los precios. El precio del crudo cayó en 1986 y el mundo entró en un período de precios bajos que se alargó hasta la década del 2000.
Otro paralelismo con la situación actual es la oleada previa de producción no procedente de la OPEP. El equivalente al auge del esquisto de esta época fue la apertura de dos nuevas e importantes provincias petroleras: el mar del Norte y Alaska.
El desarrollo de estas zonas, que tenían unos costes relativamente elevados en comparación con los yacimientos de petróleo de Oriente Medio, fue posible gracias a ciertas medidas de la OPEP que hicieron subir el precio del petróleo en la década de los '70, al igual que el esquisto se ha hecho viable debido a los elevados precios de la primera mitad de la década del 2010.
A pesar de que la caída de los precios golpeó duro a las inversiones, provocando una reducción de costes por parte de las empresas petroleras occidentales, incluida la oleada de mega fusiones de finales de la década de los '90, llevó bastante tiempo que la producción reaccionara. Reino Unido, Noruega y Alaska continuaron produciendo grandes cantidades con el cambio de siglo.
No obstante, con el tiempo, a medida que estas regiones entraron en declive y que la demanda por parte de China y otras economías emergentes empezó a ser realmente elevada, se fijaron las bases para la fuerte subida de precios de la década del 2000. La pregunta hoy en día es cuánto tiempo tardará en materializarse un ajuste similar de la oferta. A principios de este año, muchos esperaban que la industria del esquisto de EE. UU. encabezara una rápida recesión, pero por el momento no ha sido así.
Las empresas productoras han sido capaces de sacar aún más ganancias derivadas de la eficiencia y de reducir los precios que pagan a los proveedores; asimismo, han estado calificando al alta sus operaciones centrándose en las áreas más productivas. La producción estadounidense ha demostrado ser más resistente de lo que muchos esperaban.
No obstante, Trisha Curtis, de la Energy Policy Research Foundation (Fundación para la Investigación de Políticas de la Energía) con sede en Washington, dice que el precio del barril de petróleo por debajo de los 50 dólares está provocando problemas «bastante serios» en la industria. Otras afirmaciones despreocupadas de que todo parece estar bien ignoran el hecho de que siempre existe una demora antes de la que producción refleje el número de plataformas petrolíferas que extraen petróleo, que ha caído un 63% durante el último año. La Sra. Curtis comentó:
«Va a llevar algún tiempo. La industria del esquisto no se está muriendo, pero puede que esté entrando en hibernación».
En otras regiones productoras de petróleo, donde el desarrollo de proyectos se basa por lo general en compromisos plurianuales y multimillonarios, la producción reaccionará más lentamente a la caída del precio del crudo.
Philip Verleger, economista del sector de la energía, sugiere que Venezuela, que es un importante productor de petróleo atrapado ahora en una dura crisis económica, podría ser el primero en colapsar, añadiendo más caos al país al poner en peligro su producción de 2,4 millones de barriles al día.
Por estas razones, aunque los anhelos del mercado del petróleo se vean sobrecargados durante un tiempo por presiones a corto plazo, incluyendo la perspectiva de más oferta adicional por parte de Irán, parece probable que la tendencia de los precios a largo plazo siga siendo ascendente, con la posibilidad de que se produzcan repuntes si la crisis estalla en Venezuela o en cualquier otro lugar. Edward Morse, analista en Citigroup, sugiere que un rango de 60-80 dólares por barril haría que volvieran a equilibrarse la oferta y la demanda.
La idea de que el suministro de combustibles fósiles será cada vez más escaso mientras que la demanda irá en aumento, haciendo que los precios suban inexorablemente, se ha dejado ahora en suspenso, tal vez para siempre. La lección de los últimos diez años es que mientras existan la tecnología, el capital y los marcos legales adecuados, el petróleo y el gas seguirán fluyendo. Por lo tanto, si el destino del mundo es dejar de emplear combustibles fósiles, los gobiernos tendrán que tomar medidas políticas deliberadas para que esto suceda.