Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y un atril vacío.
Los candidatos de PSOE, Ciudadanos y Podemos han participado este lunes en un debate organizado por el diario El País en su web en el que ha estado muy presente quién no ha querido acudir: Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno ha desaprovechado dos horas para exponer sus propuestas y se las ha regalado a los contrincantes que más probabilidades tienen de desbancarlo.
Y ante la ausencia de Rajoy, que se ha zafado de un hipotético tres contra uno al no presentarse al debate, ha sido Sánchez quien más ataques ha sufrido de sus contrincantes en la primera parte del debate: Iglesias y Rivera, cada uno desde un flanco, han intentado cercar al candidato socialista, único representante del bipartidismo que se ve asediado por Ciudadanos y Podemos, único líder presente de un partido que participó en la Transición y, de los tres, único miembro de un partido con representación parlamentaria.
Rivera con traje y corbata; Sánchez sin corbata; e Iglesias, sin chaqueta ni corbata, han arrancado el debate moderado por Carlos de Vega hablando de la lucha contra el yihadismo.
Rivera ha querido asociar a Sánchez con el PP «el viejo modelo económico de PP y PSOE es el que nos ha traído hasta aquí»– e Iglesias le ha acusado de incoherencia –«no es lo mismo lo que dice en campaña que lo que hace en el Gobierno»–.
Sánchez, por su parte, se ha defendido a dos bandas: a Rivera le ha llamado varias veces «nueva derecha»; y a Iglesias le ha agradecido por alabar gobiernos socialistas anteriores, de los cuales se ha reivindicado heredero: «El PSOE es el partido que ha construido el Estado de Bienestar en España, es la única garantía». Y es que Iglesias no sólo se ha acordado de logros socialistas de los 80, sino que ha recurrido a José Luis Rodríguez Zapatero para defender la no intervención militar en Siria y a Pasqual Maragall para hablar del derecho a decidir en Catalunya.
Por no faltar, no han faltado ni los mandobles. Como cuando Sánchez ha acusado a Iglesias de seguir el «modelo soviético» y de pactar con «Bildu y Batasuna», argumento este último que también ha lanzado Rivera –en alusión al gobierno foral presidido por Uxue Barkos y al apoyo a una candidatura de confluencia al Senado por Navarra–. Como cuando Iglesias ha recordado a Rivera el caso de su número dos en Madrid, César Zafra, por inflar su currículo, o cuando le ha señalado «no de derechas, sino de lo que haga falta, en Andalucía del PSOE de los ERE y en Madrid, del PP de la Púnica y Gürtel». Como cuando Sánchez le ha sugerido a Iglesias que pidiera perdón a Albert Rivera por las insinuaciones de Monedero.
Y, Pablo Iglesias, pidiendo «calma, tranquilidad», hasta tres veces... Hasta el punto de que Sánchez le ha espetado: «Pareces más un moderador que un candidato». Pero cuando al propio Iglesias le ha llegado la tensión es cuando Sánchez le ha recordado la condena por agresión a su candidato por Jaén, Andrés Bódalo: «Estamos orgullosos de tener en nuestras listas gente que ha parado desahucios o se ha enfrentado a injusticias, no como vuestra ministra de desahucios exprés, por ejemplo».
Si ese fue el momento más tenso de Iglesias, el golpe fallido se lo dio a Sánchez a cuenta de Trinidad Jiménez. El PSOE ha tenido y tiene numerosos cargos y exaltos cargos –exministros, expresidente– en consejos de administración de empresas privadas. Pero, justamente la que mencionó Iglesias, Trinidad Jiménez, aún no se ha incorporado al consejo de administración de Telefónica, empresa con la que está negociando su posible fichaje.
En el debate ha habido hasta moviolas, repeticiones: Iglesias ha cerrado el debate «no pidiendo el voto», como ya hizo en el cara a cara con Rivera el viernes pasado, en la Universidad Carlos III. De aquel debate también ha tomado un argumento Rivera, pero esta vez de Iglesias: Iglesias dijo aquel día que «la guerra justa fue la de Europa contra el fascismo», y con esa frase ha abierto Rivera el debate este lunes. Pero no ha sido el único episodio vivido hacía 72 horas: Rivera e Iglesias se han vuelto a enzarzar por los salarios de los representantes públicos.
El primero, para acusar a Iglesias de «dar dietas a La Tuerka»; el segundo, para acusar al primero de «querer poner salarios de 300.000 euros a los presidentes».
La discusión se ha dividido en cinco bloques –la amenaza yihadista; economía y empleo; política social y estado de bienestar; política territorial; y reformas y regeneración política–, y prácticamente en cada uno de ellos ha pedido Rivera un pacto nacional: pacto nacional por la educación; pacto nacional para poner el salario de los presidentes; pacto nacional para las pensiones; pacto nacional para reformar el Estado y el sistema electoral; pacto nacional –e internacional– contra el terrorismo.
Algunos de los cuales también han sido secundados por el resto, sobre todo por Sánchez. Por ejemplo, los dos están de la mano en el pacto contra el terrorismo, que no ha firmado Iglesias. Los dos están de acuerdo en que no haya consulta en Catalunya, hasta el punto de utilizar la misma expresión: «No voy a tirar la toalla».
Sánchez, por su parte, ha levantado las banderas de anteriores logros socialistas: «Los pilares del Estado del bienestar, la ley de Dependencia, la ley de Memoria Histórica, la Ley de Igualdad, la ley de Violencia de género... Los gobiernos de las libertades en los ochenta y de los derechos, en los siguientes».
Propuestas
Tanto Iglesias como Rivera y Sánchez han lanzado las suyas. Unas veces de forma propositiva y, otras, de manera negativa, es decir, derogatoria. Por ejemplo, el candidato socialista ha reclamado la derogación de la LOMCE y de la reforma laboral. En este último punto ha hecho un guiño a los sindicatos y se ha comprometido dos veces a volver a la negociación colectiva y a que el estatuto de los trabajadores sea una carta de derechos.
Sánchez, al mismo tiempo, ha expuesto la necesidad de una ley de cuotas para que haya un 50% de mujeres en los consejos de administración, duplicar la inversión en educación y «recuperar la ley de interrupción del embarazo».
El candidato socialista también ha propuesto un «ingreso mínimo vital», calculado en 6.000 millones; que suena parecido a la renta mínima de Podemos, cifrado en 15.000 millones. Entre los dos, está el complemento salarial de Ciudadanos, que cuesta 7.200 millones.
Rivera ha propuesto bajar tres puntos el IRPF, pero dejar el IVA en el 7% y el 21% –a costa de suprimir el superreducido del 4%–, mientras que Iglesias ha ofrecido subir el IRPF a las rentas más alta y crear un IVA del 25% para los productos de lujo. En medio, Sánchez no ha hablado de tocar impuestos.
¿Y en qué han estado de acuerdo los tres? En que la Constitución, tal y como está, ya no sirve. Sánchez ha puesto el énfasis en su reforma federal, mientras que Iglesias y Rivera han coincidido en blindar los derechos sociales en el texto del '78. Por otro lado, Sánchez e Iglesias están de acuerdo en reformar el Senado, mientras que Rivera quiere cerrarlo, y en eso estaba solo. Igual de solo que Iglesias reclamando el derecho a decidir para Catalunya.
Pero no acaba aquí el intercambio de parejas, porque a continuación Rivera e Iglesias quieren hacer más proporcional la ley electoral y suprimir la circunscripción provincial, algo sobre lo que ni se ha manifestado Sánchez. Eso sí, el único que ha hablado de acabar con las Diputaciones provinciales ha sido Rivera, y todos han defendido más competencias municipales.
Los tres han aprovechado para reivindicarse como la alternativa a Rajoy. Un Rajoy cuya ausencia se ha hecho presente durante las dos horas que ha durado el debate.