Financial Times: Le Pen promete un retorno a un pasado que Europa pensaba que había dejado atrás para siempre.
Donald Trump es vergonzoso; Marine Le Pen es peligrosa. A la principal candidata para la nominación presidencial republicana le gusta el escándalo. El Viejo Gran Partido de Abraham Lincoln podría así verse devorado por su propia creación grotesca.
Esta semana, la petición de Trump de limitar la entrada de musulmanes a EE .UU. le robó los titulares a la señora Le Pen por su victoria en la primera vuelta de las elecciones regionales francesas. Los rivales en la carrera republicana de Estados Unidos repudiaron el último estallido de un candidato cuya campaña ha pregonado una xenofobia descarada. Los políticos de todo el mundo se sumaron a la condena general. Incluso en contra de sus propios estándares libertinos, Trump había ido demasiado lejos.
Las encuestas de opinión nos permitirán saber pronto si el resto de republicanos comparten la misma indignación. Sus últimas invectivas de nativismo sin adornos no han afectado a los militantes del Partido Republicano. Sin embargo, todavía resulta difícil encontrar a un republicano serio que crea que tenga asegurado el nombramiento. Si se equivocan, parece que Hillary Clinton tiene asegurado un camino fácil hacia la Casa Blanca.
Trump grita, mientras que Le Pen ha prosperado susurrando. Jean-Marie Le Pen, su padre, fundó el Frente Nacional sobre una plataforma de antisemitismo sin complejos. Él describe el Holocausto como un simple «detalle» de la historia. Su hija le ha expulsado del partido. Ella ha reemplazado el racismo abierto con insinuaciones insidiosas. Le Pen espera que una fina capa de respetabilidad le ayudará a llegar al Palacio del Elíseo en las elecciones presidenciales de 2017. Ella se centra en los musulmanes en vez de en los judíos. Y todo envuelto de un seudopatriotismo.
El miedo generado por los atentados terroristas en París probablemente contribuyó a los buenos resultados en las elecciones regionales. Le Pen ha explotado la indignación de la misma manera que Trump se ha aprovechado de los disparos de San Bernardino (California) relacionados con el Estado Islámico. Y la llegada a Europa de refugiados de las guerras en Siria, Irak y Afganistán ha sido un regalo para un partido que identifica el Islam con el terrorismo.
Le Pen ha sido bendecida por sus opositores. Las calificaciones del presidente François Hollande han aumentado desde los ataques de París, pero los socialistas están lastrados por el fracaso económico. Nicolas Sarkozy, el expresidente que lidera a los republicanos de centro-derecha, es odiado por una gran parte del electorado.
Sin embargo, considerar el éxito del Frente Nacional como un fenómeno cíclico supondría ignorar la forma en la que los populistas de extrema derecha y extrema izquierda de toda Europa han aprovechado el descontento de la población. Después de años de alto desempleo, el estancamiento de los niveles de vida y el aumento de la inmigración, la globalización se ha convertido en el mecha para el nacionalismo agresivo.
Las monedas de cambio de la señora Le Pen son el miedo y los prejuicios. Los enemigos son «los de afuera» - en este caso los musulmanes y el capitalismo internacional. Su respuesta es cerrar las fronteras y recuperar el control nacional sobre la economía. Afirma que la política se ha convertido en una lucha entre «nacionalistas y los defensores del globalismo». El mensaje ha sido perfectamente elaborado para atraer tanto a los votantes desencantados de la izquierda como a los nacionalistas de la derecha.
Le Pen tiene razón. Echa un vistazo por todo el continente y verás cómo los extremistas de todos los tipos culpan a la globalización de las inseguridades. Los partidos mayoritarios están acusados de conspirar en un proyecto en el que solo ganan las élites. El euroescepticismo, que en su momento solo compartían los conservadores británicos, se ha convertido en un recipiente conveniente para la hostilidad hacia los inmigrantes y las corporaciones multinacionales.
El feo nacionalismo de Viktor Orban, el primer ministro de Hungría, un admirador confeso del presidente de Rusia, Vladimir Putin, se funde perfectamente en el antisemitismo sin adornos del partido Jobbik de su país. En un lenguaje que recuerda a la década de 1930, Jaroslaw Kaczynski, el líder de la extrema derecha del partido Ley y Justicia que tiene el poder en Polonia, afirma que los refugiados que llegan a Europa provenientes de la guerra civil siria extenderán «parásitos y enfermedades».
Alemania ha escapado en gran medida de la ola de xenofobia que se ha extendido sobre gran parte de Europa oriental y central, pero la afluencia de refugiados sirios ha dejado a la canciller Angela Merkel vulnerable ante los militantes de su propio partido demócrata cristiano que temen perder posiciones frente la derecha por la nueva alternativa für Deutschland . No hace mucho tiempo la fractura del euro suponía la mayor amenaza para un liberal. Sin embargo, ahora el gran peligro reside en el surgimiento de la política de identidad.
Le Pen no es todavía la principal candidata para el Elíseo. Pero el hecho de se haya convertido en una contendiente totalmente plausible debe ser una advertencia suficiente. La líder del Frente Nacional no es una populista desagradable. Promete un retorno a un pasado que Europa pensaba que había dejado atrás para siempre.
En 1940, George Orwell revisó Mein Kampf de Adolf Hitler. Tan clarividente como siempre, el gran escritor inglés descubrió la conexión emocional del líder nazi con el pueblo alemán. Hitler entendió que, a veces, la gente miraba más allá del materialismo de la «lucha y el sacrificio, por no hablar de tambores, banderas y desfiles».
Los socialistas nacionales de hoy en día, como la Sra Le Pen, están recurriendo a las mismas emociones viscerales - la necesidad de «restaurar» la nación contra los enemigos que se encuentran dentro y fuera. Esto realmente es peligroso.