Los problemas domésticos avivan la tensión entre Irán y Arabia Saudí
Thaier Al-Sudani
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El Estado Islámico es el gran beneficiado de la tensión entre ambos países.

El aumento de la crisis de Arabia Saudí con Irán, provocada por la ejecución de un clérigo saudí chiíta, se debe tanto a la política interna entre ambos países como a la lucha regional por el dominio de Oriente Medio.

Por ahora, al menos, la crisis ha beneficiado tanto el gobierno de Arabia Saudí como a su enemigo más virulento, los poderosos conservadores del régimen iraní. El ganador adicional ha sido Estado Islámico, como de costumbre, que se aprovecha de la discordia entre las potencias regionales que se supone que deberían luchar contra él.

La ejecución del sábado de Nemer al-Nemer, un clérigo chií del este de Arabia Saudí, no fue una sorpresa. Su veredicto de muerte, por cargos de sedición, fue anunciado en octubre de 2014, y las apelaciones se agotaron un año después.

Tampoco lo fue la furiosa reacción por parte de Irán, que lucha contra Riad en una serie de conflictos subsidiarios en todo Oriente Medio, desde Siria hasta Yemen. Lo único que estaba en suspenso era el momento de la ejecución y cuál sería la reacción de Irán.

En Arabia Saudí, una monarquía absoluta sin representación y sin impuestos a los ingresos o las ventas y sin apoyo financiero del gobierno es crucial para mantener la paz social. En 2011, el reino anunció más de 100 mil millones de dólares en nuevos beneficios sociales, aumentos salariales y vivienda pública, en un intento exitoso para evitar el contagio de la primavera árabe.

Días antes de que Nemer fuera condenado a muerte, se formaron largas colas en las gasolineras del país: El reino acababa de presentar un nuevo programa de austeridad, reduciendo el gasto para 2016 en un 14% y anunciando que el precio del combustible, que estaba subvencionado, aumentaría la mitad. La decisión era inevitable: la caída de los precios mundiales del petróleo y la disminución de las reservas financieras de Arabia Saudí han hecho que este tipo de subsidios sean cada vez más difíciles de mantener.

El desafío potencial más peligroso para el régimen saudí siempre ha venido de elementos conservadores de mayoría sunita - las mismas personas que son más hostiles con los chiíes iraníes y con los activistas saudíes como el Sr. Nemer, que hizo campaña por los derechos plenos de la minoría chií del reino.

De la misma forma que la intervención militar del año pasado contra las fuerzas pro-iraníes Houthi en Yemen ayudó a afianzar el apoyo de estos conservadores suníes a los gobernantes saudíes, también lo hizo la decisión de Riad del domingo de romper las relaciones diplomáticas con Irán.

Faisal bin Farhan, analista de Arabia y empresario implicado en el sector de la defensa del reino, dijo:

«Muchos saudíes han percibido la postura de Arabia hasta hace poco como demasiado tímida. La percepción de muchos es que Irán es un matón, y que solo una respuesta firme puede conseguir que dé marcha atrás».

Un momento muy oportuno

Convenientemente, la protesta internacional por la ejecución de Nemer también eclipsó el hecho de que la mayoría de los 47 hombres ejecutados por Arabia Saudí el sábado eran militantes sunitas afiliados a Al Qaeda, muchos de ellos provenientes de importantes tribus de Arabia Saudí.

«La dimensión interna de esta crisis no es valorada lo suficiente: La ejecución de Nemer al-Nemer fue en gran medida para legitimar la represión del gobierno saudí a los extremistas sunitas», dijo Emile Hokayem, investigador principal para la seguridad de Oriente Medio en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en Bahréin.

En Irán, la ejecución de Nemer también llegó en un momento delicado: el presidente Hasán Rouhaní y sus aliados relativamente moderados se enfrentan a un determinado retroceso de los conservadores antes de las elecciones parlamentarias en febrero.

Estos conservadores quieren asegurarse de que el acuerdo nuclear del año pasado con EE. UU. y otras potencias mundiales no conduce una mayor apertura de Irán a la comunidad internacional.

Estaban particularmente descontentos con los pequeños pasos para mejorar las relaciones saudí-iraníes en las semanas previas la última crisis, tales como la participación de ambas naciones en las conversaciones de Viena sobre el futuro de Siria y la llegada en diciembre de un nuevo embajador saudí a Teherán.

Los ataques de la noche del sábado en la embajada saudí en Teherán y en su consulado en Mashhad parecían bien organizados y, según el Ministerio de Exteriores saudí, tuvo lugar con la complicidad de la policía que custodiaba los edificios.

El Sr. Rouhani condenó el asalto de la embajada y dijo que no es «de ninguna manera justificable y supone una falta de respeto para Irán». Sin embargo, también parece que él no pudo evitarlo. La investigación sobre el incidente medirá su capacidad para hacer frente a los radicales y castigar a los responsables.

Adnan Tabtabai, director ejecutivo del laboratorio de ideas CARPO en Alemania y especialista que asesoró al gobierno alemán en los asuntos iraníes, dijo:

«Rouhani ahora tendrá que hacer un poco de control de daños para no parecer un presidente que no tiene el control sobre la aplicación de la ley».

Todo esto tendrá una consecuencias

Tras esta ruptura, Irán y Arabia Saudí son propensos a atacarse indirectamente en las guerras de poder regionales e intentar fomentar la insurgencia de los grupos minoritarios en los territorios del otro país. Irán, después de todo, ha intentado en varias ocasiones desde 1979 provocar el malestar entre los chiitas de la Provincia Oriental de Arabia Saudí, donde se encuentra gran parte del petróleo del reino. Ninguno de estos brotes ha puesto verdaderamente en peligro la industria petrolera de Arabia Saudí.

No obstante, es probable que el Estado Islámico se beneficie de este aumento de la hostilidad. En teoría, tanto Arabia Saudí como Irán quieren destruir el grupo militante, que quiere derrocar a la monarquía saudí y considera a los chiíes herejes que deben ser convertidos en el islam suní o deben morir. Sin embargo, la creciente amenaza de Irán también centra la atención de Arabia Saudí y sus aliados suníes en un hecho geopolítico fundamental: No importa lo ofensivo que sea el Estado Islámico, de momento también sirve a un propósito vital: la ruptura de líneas terrestres de comunicación que vinculan a Irán e Irak con colaboradores iraníes en Siria y el Líbano.

Como parte de su campaña contra el Estado Islámico, EE. UU. ha intentado durante mucho tiempo mejorar las relaciones entre Riad y el gobierno chií en Irak, un esfuerzo que parecía dar sus frutos con la reciente apertura de una embajada saudí en Bagdad.

La ejecución de Nemer amenaza con descarrilar este acercamiento. El Primer Ministro iraquí Haider al-Abadi ha condenado enérgicamente la muerte del clérigo, mientras que el exprimer ministro Nouri al-Maliki, que sigue siendo una figura poderosa en la política del país, llegó incluso a afirmar que la ejecución provocaría el «derrocamiento del régimen saudí».

A pesar de esa retórica, los encargados de las decisiones en Riad y Teherán saben cuán devastador podría ser un conflicto directo entre los dos países. Sin embargo, a medida que su hostilidad aumenta, también lo hacen los riesgos de un gran error.

Según Ali Vaez, analista de Irán en el Grupo Internacional de Crisis: «con las tensiones en un nivel muy elevado, ahora más que nunca se corre el riesgo de una confrontación directa no deseada».

Irán y Arabia Saudí: historia de un conflicto
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