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La política migratoria de puertas abiertas de la canciller genera descontento en Alemania y en el exterior.

La propagación de denuncias por agresiones sexuales durante la noche de fin de año por parte de inmigrantes en ciudades alemanas ha provocado el mayor desafío para la canciller Angela Merkel desde que abriera las fronteras de Alemania a los refugiados el verano pasado.

El domingo, las autoridades alemanas revelaron que el hombre que según las autoridades francesas intentó cometer la semana pasada un atentado contra una comisaría de policía de París en nombre del Estado Islámico había estado viviendo en un centro de acogida alemán para refugiados, lo que genera aún más debate en torno a las amenazas de seguridad ante la llegada de más de 1 millón de solicitantes de asilo a Alemania durante el último año.

Mientras tanto, un número creciente de personas, en su mayoría mujeres, han denunciado haber sido víctimas de robos y agresiones sexuales en la víspera de Año Nuevo por grupos formados en su mayoría por hombres del norte de África o de apariencia árabe.

En Colonia, donde se han denunciado la mayoría de los ataques, la policía dijo que 516 denuncias habían sido presentadas hasta el domingo (un 40% por agresiones sexuales, entre lasque se incluyen al menos dos denuncias por violación) y que muchos de los sospechosos eran inmigrantes.

Los asaltos y nuevas pruebas de otros riesgos de seguridad vinculados a los inmigrantes traen nuevas dificultades a los esfuerzos de Merkel de preservar su política de refugiados de puertas abiertas y de que otros países de la Unión Europea se pongan de acuerdo sobre una respuesta común a la crisis migratoria. La líder más influyente de Europa occidental advirtió que sin una estrategia común el preciado principio de la UE de las fronteras interiores abiertas verá pronto su fin.

Tanto en Alemania como en el extranjero, los políticos escépticos de la política migratoria de Merkel dijeron que los ataques suponían un punto de inflexión, y que los acontecimientos eran una confirmación de sus advertencias de que se produciría un choque cultural violento como resultado de la migración masiva.

La canciller alemana reaccionó a la indignación pública sobre los asaltos utilizando lo que se ha convertido en su estrategia más común después de 10 años en el poder: calmar los ánimos del público sin cambiar el rumbo de su política.

Utilizó un lenguaje directo tras una reunión con altos funcionarios del partido celebrada el sábado, y se comprometió a deportar a los inmigrantes condenados por delitos. No obstante, no dio ninguna indicación de que limitaría el número de refugiados que Alemania acepta o de que cesaría en su intento de que Europa llegara a una solución conjunta a la crisis.

Merkel describió los asaltos de Noche Vieja como «delitos repugnantes» que requerían una respuesta decisiva y dijo lo siguiente: «Cuando se cometen delitos se cometen y la gente no cumple la ley, debe haber consecuencias para las solicitudes de asilo».

No se sabe si esta respuesta es suficiente para calmar las preocupaciones del público. Una encuesta publicada por la edición dominical del influyente diario sensacionalista Bild mostró que un 49% de los alemanes temían una repetición de los acontecimientos de Colonia en sus lugares de origen. Agresiones similares a las de Año Nuevo se registraron también en menor escala en las ciudades de Hamburgo y Stuttgart.

Las autoridades, que han descrito la violencia en Colonia como un acontecimiento sin precedentes en el país, también han dicho que la mayoría de los sospechosos habían solicitado asilo en Alemania o se encontraban en el país de forma ilegal. El jefe de la policía de Colonia fue obligado a dimitir el viernes ante las críticas por el fracaso de la policía a la hora de prevenir los ataques y su aparente vacilación a la hora de reconocer que los atacantes podían ser solicitantes de asilo. El jefe de la policía, Wolfgang Albers, negó haber tratado de encubrir el origen de los atacantes.

Incluso los partidarios de mantener las puertas de Alemania abiertas a los refugiados describen los acontecimientos de Colonia como una llamada de atención. Subrayaron la importancia de contar con una fuerza policial más fuerte y la necesidad de trabajar más para transmitir los valores occidentales a los recién llegados.

El sábado, al otro lado de la estación de tren, el movimiento anti-inmigración alemana Pegida organizó una protesta contra la islamización de occidente que contó con la participación de unas 1.700 personas. Una gran pancarta mostraba el siguiente mensaje: «Los refugiados no son bienvenidos».

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