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La presión demográfica en África y Oriente Medio impulsará la inmigración en el futuro.

En los siglos XVIII y XIX los europeos poblaron el mundo. Ahora el mundo está poblando Europa. Más allá del escándalo sobre el impacto de los más de un millón de refugiados que llegaron a Alemania en 2015, se encuentran las grandes tendencias demográficas. La crisis actual de la inmigración viene impulsada por las guerras en Oriente Medio. Pero hay fuerzas también más grandes en juego que asegurarán que la inmigración en Europa sigue siendo un tema controvertido mucho después de que la guerra en Siria haya terminado.

Europa es un continente rico que envejece y cuya población está estancada. Por el contrario, la población de África, Oriente Medio y del sur de Asia es más joven, más pobre y aumenta rápidamente. En el apogeo de la época imperial, en 1900, los países europeos representaban alrededor del 25 por ciento de la población mundial.

Hoy en día, los alrededor de 500 millones de personas de la UE representan aproximadamente el 7 por ciento de la población mundial. Por el contrario, en la actualidad hay más de mil millones de personas en África y, según la ONU, habrá casi 2,5 mil millones en el año 2050.

La inmigración de africanos, árabes y asiáticos a Europa representa la reversión de una tendencia histórica. En la época colonial, Europa practicaba una especie de imperialismo demográfico, y los europeos blancos emigraban a los cuatro rincones del mundo. En América del Norte y Australasia, las poblaciones indígenas se vieron sometidas y a menudo asesinadas, y continentes enteros se convirtieron en vástagos de Europa. Los países europeos también establecieron colonias por todo el mundo y se asentaron con inmigrantes, mientras que al mismo tiempo varios millones se veían forzados a emigrar de África al Nuevo Mundo para trabajar como esclavos.

Cuando los europeos fueron poblando el mundo, a menudo lo hicieron a través de la «inmigración en cadena». Un miembro de la familia se establecía en un nuevo país como Argentina o EE. UU. Cuando les llegaban noticias y dinero a la familia, poco a poco estos emigraban también.

Ahora las cadenas van en la otra dirección: desde Siria hasta Alemania, desde Marruecos hasta los Países Bajos, desde Pakistán a Gran Bretaña. Pero hoy en día, no se trata de que llega una carta y el resto de la familia emprenda una travesía por el mar para reunirse con el resto de los miembros. En la era de Facebook y el smartphone, Europa parece un destino cercano incluso para los que se encuentran en Karachi o Lagos.

Países como Gran Bretaña, Francia y Países Bajos se han vuelto mucho más multirraciales en los últimos 40 años. Los gobiernos que prometen restringir la inmigración, como la administración británica actual, se han dado cuenta de que es muy difícil cumplir estas promesas.

La posición de la UE es que, aunque los refugiados pueden solicitar asilo en Europa, los «inmigrantes económicos» ilegales deben regresar a casa. Pero esta política es poco probable que detenga los flujos de población por varias razones.

En primer lugar, el número de países que se ven afectados por la guerra o el fracaso del estado puede seguir aumentando, como por ejemplo, las crecientes preocupaciones sobre la estabilidad de Argelia.

En segundo lugar, la mayoría de los que se consideran «inmigrantes económicos» en realidad nunca se van de Europa. En Alemania solo el 30 por ciento de los solicitantes de asilo rechazados se van del país voluntariamente o son deportados.

En tercer lugar, una vez que se establecen las grandes poblaciones de inmigrantes, el derecho de «reagrupación familiar» asegura un flujo continuo. Así que es probable que Europa siga siendo un destino atractivo y asequible para los pobres y ambiciosos de todo el mundo.

Una reacción posible para Europa es aceptar que la inmigración desde el resto del mundo es inevitable y aceptarlo. Las economías endeudadas de Europa necesitan una inyección de juventud y dinamismo. ¿Quién se ocupará de los ancianos y de la construcción si no lo hacen los inmigrantes del resto del mundo?

Pero incluso aquellos europeos que están a favor de la inmigración argumentan que, por supuesto, los recién llegados al continente deben aceptar los «valores europeos». Eso puede ser poco realista, en parte porque muchos de estos valores son relativamente recientes.

En las últimas décadas, el feminismo ha conseguido grandes progresos en Europa y las actitudes hacia los derechos de los homosexuales se han transformado. Muchos inmigrantes procedentes de Oriente Medio y África tienen actitudes mucho más conservadoras y sexistas. Será necesario mucho más que unas cuantas clases de educación cívica para cambiar eso.

Los europeos se muestran muy confundidos acerca de cómo responder a estos nuevos desafíos. En la época del imperialismo, justificaban el establecimiento en tierras extranjeras con la creencia de que traían los beneficios de la civilización a las partes más atrasadas del mundo.

Pero tras la era imperialista y del Holocausto, Europa es mucho más cuidadosa a la hora de afirmar la superioridad de su cultura. Ha reemplazado la creencia en su misión civilizadora y la Biblia por el énfasis en los valores universales, los derechos individuales y los tratados internacionales.

La gran pregunta en las próximas décadas es cómo la fe de Europa en los valores liberales universales resistirá al impacto de la inmigración masiva. Una batalla entre los nativistas y liberales está empezando a dar forma a la política.

A la larga, espero que los nativistas pierdan, no porque sus peticiones sean impopulares, sino porque son inaplicables. Puede que sea posible para las naciones isleñas rodeadas por el Océano Pacífico, como Japón o Australia, mantener un estricto control sobre la inmigración. Pero será casi imposible para la UE, que es parte de una masa de tierra de Eurasia y está separada de África solamente por tramos estrechos del Mediterráneo.

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