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Hoy jueves 18 de febrero empieza una cumbre europea que previsiblemente concluirá el viernes siguiente con un acuerdo entre el Reino Unido y los otros 27 estados miembros.

Las cumbres de la Unión Europea rara vez son trascendentales, pero la reunión que comienza hoy jueves es diferente. Los líderes europeos, ya enfrentados por la crisis de refugiados del continente, deben responder a la demanda de Gran Bretaña de reformar la UE.

El primer ministro, David Cameron, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, han acordado un plan de reforma. Otros líderes de Europa ahora deben dar su apoyo al plan. Esto proporcionaría a Cameron la mejor oportunidad de convencer a Gran Bretaña para seguir siendo miembro cuando el tema sea sometido a referéndum a finales de este año.

La necesidad de reforma de la UE no es una invención del Reino Unido. Europa está sufriendo una crisis de confianza que ha surgido en parte debido a la sensación de que ha perdido sus bases democráticas. Los gobiernos nacionales parecen cada vez más débiles y las instituciones de gobierno de la UE más fuertes, rompiendo el vínculo entre los ciudadanos y sus gobernantes. Esta preocupación es ampliamente compartida.

El punto de mayor discordia ha sido el tratamiento de los migrantes dentro de la UE. Se trata de un momento bastante inoportuno para que Europa discuta su diseño constitucional justo ahora que la alarma popular sobre la inmigración está en su punto más alto. No obstante, la propuesta de Cameron tiene un equilibrio razonable. Se mantiene el principio de libre circulación de ciudadanos de la UE dentro de la unión - una de las bases de la UE y que sirve a los intereses de la UE en su conjunto - pero al mismo tiempo reconoce que el derecho a las prestaciones públicas es condicional y que las restricciones temporales a la migración a veces pueden ser necesarias.

Si todo sale bien el acuerdo, que permitirá recortar ayudas a miles de trabajadores comunitarios que residen en la isla, será defendido por el primer ministro David Cameron y llevado a referéndum en junio frente a los euroescépticos seguros: una parte del Partido Conservador y el Ukip de Nigel Farage, que son los que quieren salir de la UE. Del lado del sí estarían el laborismo, la City, los sindicatos y el resto de tories encabezados por Cameron.

Salvando algunos flecos, todo apunta a que el 19 de febrero terminará con un arreglo, especialmente tras el movimiento adelante de los cuatro países de Europa del este que integran el Grupo de Visegrado (Polonia, República Checa, Hungría, Eslovaquia) y que son los más críticos por el impacto del acuerdo sobre cientos de miles de sus ciudadanos que viven en el Reino Unido. Diplomáticos eslovacos, checos y húngaros insistían el miércoles a este medio sobre la misma idea: aceptar las demandas de Cameron a condición de que estas sean matizadas en la letra pequeña del acuerdo.

¿Por qué aceptan el denominado 'freno de emergencia' (emergency brake) del que podrá tirar Londres si ve que los excesivos benefits hacen peligrar la viabilidad de su Estado del Bienestar? «Porque no es aplicable retroactivamente y no afectará a los que ya residan en Reino Unido. Y porque queremos que el acuerdo subraye la excepcionalidad británica y aborte cualquier adopción similar en cualquier otro estado miembro», explica un funcionario eslovaco.

AP Photo/Frank Augstein

Recorte de las ayudas

El recorte de beneficios está por detallarse, pero parece que quedará de la siguiente manera: las ayudas a los trabajadores comunitarios en Reino Unido se verán reducidas o recortadas cuatro años si Londres ve necesario tirar del 'freno' para aliviar las arcas de la Seguridad Social británica; asimismo, las ayudas al trabajador por tener hijos fuera de la UE no se verán suprimidas –como pedía Cameron- pero sí indexadas en función del nivel de vida del estado miembro donde vivan los vástagos. Y es probable que el tijeretazo exija una evaluación supranacional de la Comisión Europea o el Consejo.

Según el Ministerio de Exteriores:

«Es un acuerdo intrínsecamente discriminatorio».

España no ha levantado demasiado la voz en las negociaciones previas a la Cumbre a pesar de tener 200.000 ciudadanos residiendo en Reino Unido, según el Ministerio de Exteriores. En realidad la cifra es seguramente mayor.

Aparte de los subsidios sociales, hay más puntos que encuentran una resistencia feroz del lado de otros países miembros. El principal es la insistencia de Cameron de que la City pueda dotarse de sus propias reglas y no depender de las reglas comunes financieras. Por lo pronto, Francia, Alemania o Bélgica rechazan esta propuesta, como ya la rechazaron en 2011 cuando la planteó el premier británico en el corazón de la crisis financiera.

Todo tendrá que negociarse entre jefes de Estado. Los demás flecos son la gobernanza económica, la posibilidad de salirse de futuros tratados y el cuestionamiento de las políticas de integración. En 2004 Tony Blair saludó la entrada en la UE de los antiguos países del bloque socialista y recibió con los brazos abiertos la mano de obra barata que Londres precisaba. Doce años después esa mano de obra ya no es recibida con tanta efusividad.

¿Cuándo querrá el resto de Europa su propia «Brexit»?
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