La situación de Venezuela es insostenible
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Las escasez de productos básicos, la inseguridad y las largas colas están haciendo que se geste lo que podría estallar en unos disturbios que podrían suponer el fin del gobierno actual.

Hubo un tiempo en el que la palabra «Venezuela» era sinónimo de riqueza petrolera, reinas de belleza y jugadores de béisbol. Hoy en día, todas esas cosas son eclipsadas ​​por chándales con la bandera del país, líderes despotricadores, y, sobre todo, colas, colas y más colas. El dramático colapso de la economía, debido a la mala administración crónica y la caída de los precios del petróleo, ha dado lugar a que se formen colas, el síntoma más visible de la revolución fallida del país. Y que ha empeorado incluso más bajo el mandato del presidente Nicolás Maduro.

Desde que tomara el poder del gobierno en 2014, Últimas Noticias, uno de los periódicos nacionales de Venezuela más importantes, se ha convertido en una fuente de extraños consejos. La semana pasada, publicó un artículo que resume brevemente el trágico surrealismo de la vida cotidiana en el que una vez fue el país más rico de América del Sur. Teniendo en cuenta que el hecho de esperar en largas colas se ha convertido en una parte inevitable de la vida cotidiana («sea cual sea la razón»), y afirmando debidamente que «la vida no fue hecha exclusivamente para satisfacer nuestros gustos, deseos y preferencias», el autor ofrece una serie de útiles consejos para aprovechar la cola al máximo:

«Intenta mantenerte alegre, amable, y mantén una conversación divertida con los que están en la cola contigo a tu lado, detrás y por delante; lee; asegúrate de llevar un paraguas y un aperitivo; haz ejercicios de respiración; medita y enfoca tu energía creativa en el bien general...».

Y si esas sugerencias no fueran lo suficientemente estimulantes, el autor añade unos cuantos consejos sobre cómo mejorar tu relación con lo sobrenatural: «Para los religiosos o filosóficos, se trata de un momento maravilloso para hacer balance y analizar el avance de su espiritualidad».

La fuerte producción de tales banalidades de Venezuela no es, por supuesto, nada nuevo. Hace algunos años, un conocido blog a favor del gobierno argumentó que esperar en las colas es realmente beneficioso, ya que hace que la gente valore sus bienes y los proteja contra compras impulsivas. El mensaje oculto tras el cambio desde ensalzar una oportunidad oculta a aconsejar paciencia está claro: la creciente frustración de la opinión pública ya no es algo que el gobierno pueda ignorar.

Los ciudadanos ya no pueden más

A los funcionarios de alto rango del régimen cada vez les resulta más difícil gestionar la exasperación de los ciudadanos. La ministra de Agricultura Urbana, Lorena Freitez, recientemente recordó que «antes del socialismo los supermercados estaban llenos, pero los frigoríficos estaban vacíos» - lo que implica que la escasez actual de productos es un tipo de progreso si todo el mundo tiene el mismo acceso limitado a los alimentos. Respecto a los venezolanos a los que estas afirmaciones no les convencen, la congresista Jacquelin Farías del Partido Socialista Unido responde con una llamada al estoicismo. «Simplemente salgan de sus casas con una pequeña bolsa, compren lo que necesiten y luego vuelvan a sus casas», declaró recientemente. «Eso es la revolución, y es lo que nuestro presidente nos ha pedido, así que disfrutemos de estas colas».

Es posible que los lectores encuentren indicios de Kafka en dichas declaraciones, pero para los que tienen que hacer cola, la situación es más bien dantesca. Y la cuestión no son solo las colas - la mayoría de los servicios básicos que sustentan cualquier sociedad moderna simplemente han desaparecido. Incluso en la capital nacional, Caracas, el servicio de recogida de basura se ha limitado drásticamente, la electricidad y el agua están muy racionadas (y, a menudo ni siquiera hay), y la comida y las medicinas son cada vez más difíciles de encontrar, incluso para los que esperan en las interminables colas. Cada día, las plataformas de medios sociales como Twitter y Facebook se llenan de ruegos desesperados en busca de ayuda para comprar medicinas: a menudo de padres angustiados por sus hijos. (Ni que decir tiene, que la afirmación de la ministra de Salud, Luisana Melo, de que los venezolanos «utilizan más medicamentos que en cualquier otra parte del mundo», y que la escasez podría resolverse fácilmente si Venezuela dejara de hacer un uso «irracional» de los productos farmacéuticos, no ha sido muy bien recibida.)

Ni la «clase media» se escapa

Lissette García pertenece a lo que una vez fue la clase media de Caracas. Esta madre de dos hijos, soltera y de 48 años de edad, tiene un trabajo estable, pero le preocupa que pueda perderlo debido a todo el tiempo que pasa en las colas cada semana. «A veces tienes que esperar en la cola durante muchas horas tan solo para descubrir que no tienen los productos que necesitas», dice ella. «Es humillante». Cada vez le pide con más frecuencia a su madre, de 77 años, que haga las cosas por ella - aunque le preocupa que le pueda pasar algo por estar tanto tiempo bajo el sol o incluso que alguien la ataque. «Es aterrador», dice García. «Te mezclas con extraños de toda la ciudad, a todas horas, y podría suceder cualquier cosa». Con esto no solo se refiere a las personas que hacen cola con ella. Caracas es, después de todo, una de las ciudades con una de las tasas de criminalidad más altas del mundo, y los ciudadanos que están atrapados en las lentas colas que se extienden por manzanas enteras se pueden convertir en blancos fáciles para las bandas de ladrones que roban desde motos.

Aracelis Ibarra, de 74 años de edad, una superviviente de cáncer de una parte deprimida de la ciudad, es la persona encargada de hacer las colas para su familia. «Las autoridades no respetan la edad de las personas en la mayoría de los sitios, por lo que tienes que esperar como todos los demás», dice Ibarra. Está preocupada de que conforme aumenta la escasez y las colas se hacen cada vez más largas, las personas se han vuelto más agresivas. «La gente vende su puesto en la cola», se queja, en referencia a esta nueva práctica. Estas personas a veces incluso anuncian estos servicios en los periódicos locales. Ibarra dice:

«Otras veces la gente se cuela en la cola o intenta comprar todos los productos, y es entonces cuando surgen las peleas».

En medio de este caos, a veces las tiendas son saqueadas y los vendedores heridos, situaciones que a veces son grabadas con los teléfonos móviles y subidas a YouTube.

Estas frustraciones representan una peligrosa perspectiva para el gobierno. En 2014, el país fue testigo de unos importantes disturbios públicos que paralizaron gran parte de la capital, aunque se centraron principalmente en las zonas de clase media. Los últimos grandes disturbios, conocidos como los disturbios del Caracazo, tuvieron lugar en 1989, cuando el resentimiento público debido a las reformas económicas respaldadas por el FMI estalló en una explosión de anarquía y saqueo que duró una semana, y provocó la muerte de cientos de personas. La mala gestión de la economía del gobierno actual y el colapso económico del país han dado lugar a que nuevas reformas, similares a las que precedieron al Caracazo, parezcan cada vez más inevitables. Dada la gran disponibilidad de granadas, fusiles Kalashnikov, paramilitares progubernamentales, y bandas de narcotraficantes en Caracas hoy en día, las consecuencias de unos nuevos disturbios serían catastróficas.

Mientras tanto, en cierto modo, la miseria de hacer cola - que afecta tanto a la clase media como a la baja - está uniendo a los venezolanos en contra de su gobierno. Debido a la escasez de productos, los desesperados compradores a menudo se ven obligados a ir a otros barrios a hacer cola. De esta forma cada vez con más frecuencia se reúnen personas de diferentes clases sociales como García e Ibarra. Las encuestas que se llevaron a cabo justo antes de las elecciones legislativas de diciembre, cuando la oposición de Venezuela ganó una mayoría en el Congreso, demostraron que la «escasez» y las «colas» representan el primer y tercer puesto más alto de «problemas nacionales» (junto al «crimen»).

Así que a pesar de los esfuerzos hercúleos del gobierno por calmar a los frustrados ciudadanos de Venezuela, el tiempo de espera en las colas – aunque puede ser bueno para mejorar la espiritualidad - también puede estar forjando un consenso cada vez más fuerte y más unificado en contra de un partido gobernante inepto.

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