En tan solo una semana, el terrorismo ha golpeado cuatro ciudades de todo el mundo. ¿Qué significa este aumento de los ataques terroristas?
El domingo de Pascua, un terrorista llevó a cabo un ataque suicida contra unos cristianos paquistaníes que se reunían en un parque público en la ciudad de Lahore. Más de 70 personas murieron, incluyendo muchos musulmanes. Una facción de los talibanes paquistaníes asumió la responsabilidad del ataque. Había al menos 29 niños entre los fallecidos.
Dos días antes, en la ciudad iraquí de Alejandría, otro atacante suicida - esta vez del Estado Islámico – atacó a una multitud que estaba reunida para ver un partido de fútbol local. Las autoridades iraquíes informaron de 41 muertos y decenas de heridos.
Unos días antes, unos atacantes vinculados al Estado Islámico detonaron explosivos en el principal aeropuerto de Bruselas y en una estación de metro de la capital belga. Más de 30 personas fallecieron, sin contar los tres terroristas suicidas, y centenares resultaron heridas. El asalto revivió los temores europeos sobre la amenaza yihadista y profundizó la angustia por el futuro de la política de fronteras abiertas del continente.
Y el 19 de marzo, un presunto atacante suicida del Estado Islámico atacó en la calle Istiklal de Estambul, una calle peatonal con bastante afluencia de turistas. Murieron 4 extranjeros.
En las semanas anteriores, ha habido otros ataques atroces, incluyendo una masacre de al-Qaeda en un pueblo de playa en Costa de Marfil y un ataque con coche bomba en el corazón de la capital turca, Ankara, llevado a cabo por los separatistas kurdos.
Estos ataques conforman un feo mapa de diferentes países que están haciendo frente a unos desafíos muy diversos. Sin embargo, hay algunos puntos en común que vale la pena examinar.
El mortal alcance del Estado Islámico
Tres de los cuatro ataques de la semana pasada fueron llevados a cabo por el EI; mientras que el cuarto, en Lahore, fue obra de militantes fundamentalistas sunitas cuyas ideas no son muy diferentes que las del EI, que aún controla extensiones de territorio en Siria e Irak.
En su serie de asaltos en las principales ciudades del mundo durante el último medio año – desde París y Estambul hasta Yakarta – el Estado Islámico ha mostrado su voluntad de matar y mutilar donde le sea posible. Esto se traduce en los conocidos como «objetivos blandos», tales como cafeterías, discotecas y nodos de transporte llenos de civiles.
Esto se produce a pesar, o quizás, debido a las importantes pérdidas que el EI ha sufrido en el campo de batalla durante el último año en Irak y Siria. El grupo está siendo atacado en múltiples frentes: por la coalición liderada por EE. UU., los ataques aéreos rusos y el avance de las fuerzas gubernamentales iraquíes, los kurdos, los sirios y las milicias sobre el terreno.
Un comandante iraquí Sly dijo:
«Su moral se está viendo afectada. Los escuchamos en sus dispositivos de comunicaciones. Sus líderes les piden que luchen, pero los combatientes contestan que es una causa perdida. Se niegan a obedecer órdenes y huyen».
Pero todos estos ataques que está sufriendo el grupo no han minado la capacidad del grupo terrorista de provocar bajas masivas, tal y como se vio en la carnicería de Alejandría.
De hecho, la semana pasada ilustra la capacidad del Estado Islámico para operar en países y ciudades lejos de sus líneas del frente. En Bélgica había pruebas de una planificación coordinada con agentes extremistas en Siria. Sin embargo, las raíces de su radicalización no siempre están claras. Por ejemplo, los asaltantes de Bruselas tenían vínculos con redes criminales y no se pensaba que fueran radicales.
Donde hay terrorismo, pronto llega la política
Y si bien el reto que este tipo de violencia plantea a la seguridad es complejo, la respuesta política a los actos de terrorismo no suele serlo. Observe el efecto inmediato de los ataques de Bruselas en el ciclo político de Estados Unidos: los candidatos presidenciales republicanos empezaron a proponer soluciones – tales como la tortura y la vigilancia masiva, lo que equivaldría a la discriminación racial – algo que los expertos en seguridad rechazaron como algo que no surtiría efecto.
Donald Trump, el favorito entre los republicanos, también hizo esta afirmación bastante dudosa para resolver los problemas internos de Pakistán:
Another radical Islamic attack, this time in Pakistan, targeting Christian women & children. At least 67 dead,400 injured. I alone can solve
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) March 27, 2016
Otro ataque terrible, esta vez en Pakistán, dirigido contra mujeres y niños cristianos. Al menos 67 muertos y 400 heridos. Yo solo puedo resolver este problema
También hay que considerar cómo el terrorismo en Bruselas ha alimentando la crisis en Europa. La violencia ha avivado los ya crecientes temores sobre la afluencia de los migrantes y refugiados de Oriente Medio y el Norte de África. Ese tipo de terrorismo en Europa ha provocado una reacción violenta en muchos países donde la extrema derecha, los partidos políticos populistas que están en aumento, están haciendo campaña contra la inmigración musulmana y, en algunos casos, contra la misma idea de Unión Europea.
En Turquía, el Estado Islámico ha sido cuidadoso al no asumir abiertamente la autoría de los ataques - un movimiento que permite cierta incertidumbre para ocultar lo que ya es un paisaje político profundamente polarizado. Cuando, por ejemplo, unos supuestos atacantes del Estado Islámico mataron a más de 80 personas en una manifestación pro-kurda de izquierda en Ankara en octubre, los críticos del gobierno la acusaron de connivencia con los militantes islamistas.
Por su parte, las autoridades turcas insisten en que el terrorismo del Estado Islámico no es diferente de la violencia llevada a cabo por los grupos militantes kurdos seculares, una opinión que no es compartida en su totalidad por los vecinos y aliados de Turquía.
El alcance y los límites de la solidaridad
Los medios de comunicación se están haciendo eco de la situación en Occidente. Tras los ataques en Occidente proliferan mensajes de todo tipo: En las redes sociales aparecieron memes demostrando simpatía y unidad con las víctimas. Pidiéndonos que #prayforparis (recemos por París) o #Brussels. Algunos utilizan un widget de Facebook y ponen una bandera francesa o belga translúcida sobre su imagen de perfil.
Pronto aparecerán más, señalando la doble moral de nuestra solidaridad. ¿Por qué no mostramos la misma compasión con las víctimas más al este, donde los terroristas han matado a un número mucho mayor de personas? ¿Por qué una vida de Occidente parecen tener más valor que otra en otro lugar?
Otros, sin embargo, son menos optimistas. No es que los medios occidentales no estén cubriendo la violencia en otras partes (a menudo suele ser el caso), sino que simplemente no aparece en tu línea de tiempo de Facebook, tal y como observó un corresponsal en el extranjero.
Y hasta cierto punto, estas quejas muestran una falta de respeto hacia los muertos.
«Se trata de un juego de deshumanización – en el que se da más importancia a las muertes blancas en un mundo en el que el EI mata a muchos más árabes todos los días», señala la periodista sudanesa británica Nesrine Malik. «Y acabamos siendo culpables del mismo crimen – la negación del victimismo. La persona que hace estas preguntas es un primo no muy lejano del racismo y la xenofobia, que ve la masacre y lo utiliza para quejarse sobre la inmigración».