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Roy Cohn, el abogado que experimentó la infamia durante las audiencias de McCarthy y el juicio de Rosenberg, influenció a Donald Trump para convertir la prensa rosa en una tribuna improvisada.

Donald Trump es un hombre a quien le gusta pensar que pocos lo igualan. Pero hubo una época en la que tenía un mentor: Roy Cohn, un abogado bastante severo que saltó a la fama a mediados de la década de 1950 junto con el senador Joseph McCarthy. Sus tácticas le harían aparecer a menudo en los periódicos, pero Cohn no tenía miedo de ser desprestigiado por la prensa - que utilizó para su provecho. Una actitud de preocupación por conseguir un titular fue el rasgo distintivo de Cohn en su vida y Trump, en esta época, la ha adoptado también.

Su cuidadosa manipulación de la publicidad negativa es algo que Trump se dio cuenta de inmediato cuando los dos se conocieron en 1973. Trump y su padre acababan de ser demandados, por presuntamente discriminar a personas de raza negra en casas que Trump construía y administraba en Brooklyn, cuando buscó el consejo de Cohn. Entre otras cosas, Cohn aconsejó a Trump que debería "decirles que se vayan al infierno". Cohn fue contratado y uno de sus primeros actos como el nuevo abogado de Trump fue presentar una contrademanda de 100 millones de dólares, que aunque fue rápidamente desestimada por el tribunal, salió en los periódicos.

Este fue el comienzo de una larga y estrecha relación. Trump confió en Cohn para la mayoría de los asuntos legales durante una década especialmente complicada. Cohn redactó ​​el contrato prenupcial entre Donald e Ivana cuando se casaron en 1977 -un famoso contrato que solo ofrecía a Ivana 20.000 dólares al año. Cohn también presentó una demanda de la Liga de Fútbol de Estados Unidos (USFL) en 1984 en contra de la NFL, que trataba de acabar con el monopolio del fútbol americano. Trump tenía un equipo en la USFL, lo que se pensó que podía ser lo que propició la demanda.

En The Art of the Deal, Trump escribió:

"No me engaño a mí mismo sobre Roy, no era un explorador. Una vez me dijo que había pasado más de dos tercios de su vida adulta bajo acusación por diferentes cargos. Eso me sorprendió”.

La descarada búsqueda de poder, la rápida recurrencia a las amenazas o el deseo de ser el centro de atención de la prensa rosa - son cosas que Trump heredó de su mentor.

De hecho, si está familiarizado con la historia de Cohn, su amistad comienza a influenciar mucho a Trump.

Hoy en día, Cohn puede que sea más recordado como el personaje de una serie de televisión: Al Pacino lo interpretó en la versión de HBO de Angels in America de Tony Kushner. En la visión de Kushner nos encontramos a Cohn solo cuando es mayor y está enfermo, mintiendo acerca de ser homosexual y tener SIDA. (Aunque se sabía que tenía muchos amantes homosexuales y que su diagnóstico de SIDA fue un secreto a voces durante los meses anteriores a su muerte, Cohn lo negó a todos salvo a sus allegados más cercanos.)

Como Pacino interpretó, su grandilocuencia era patética, engañandose a él mismo. Gritaba:

"¿Quiere ser agradable o eficaz? ¿Quiere hacer la ley o estar sujeto a ella? ¡Elija!"

Pero no siempre fue así para Cohn. Hubo un tiempo en que se pensaba que era brillante y poderoso. Como el principal asesor del senador Joseph McCarthy, fue una especie de director de escena de los acontecimientos más importantes del miedo a los rojos: el juicio de Ethel y Julius Rosenberg y las audiencias de McCarthy. Otro hombre habría tratado de ser un funcionario invisible en esos procesos, pero Cohn no, se hizo visible. Quería ser el centro de atención, aun cuando la prensa se ​​convirtió en la diatriba de McCarthy. Se hizo amigo de los cronistas de sociedad y utilizó la prensa rosa. De hecho, el descaro era el rasgo característico de Cohn y que transmitió a Trump.

El senador Joseph McCarthy y su principal abogado Roy Cohn se susurraban durante las audiencias de McCarthy en 1954

Cohn nació en Bronx en 1927. Su padre fue nombrado para el tribunal estatal de Nueva York por Franklin Roosevelt. Su madre, con la que Cohn vivió hasta su muerte, lo adoraba. Cohn comenzó su carrera como fiscal federal pero fue su actuación en el juicio de los Rosenberg - que fueron juzgados y condenados por espionaje en 1951- donde se ganó su verdadera reputación.

Según David Greengrass, Cohn lo presionó para que declarara contra su hermana Ethel. En una entrevista con 60 minutos en 2003, Greengrass admitió que había mentido en el estrado. Declaró que su hermana escribió las notas que se enviaron a los soviéticos, pero que en realidad no lo había hecho. También afirmó que Cohn fue el que lo había empujado a incriminar a Ethel. El testimonio de Greengrass llevó a la ejecución de su hermana.

El juicio de Rosenberg fue realmente el momento en que el cinismo de Cohn salió a la luz por primera vez. Estaba dispuesto a tergiversar los hechos para beneficiarse a sí mismo, incluso si eso significaba enviar a alguien a la silla eléctrica. No mucho tiempo después del juicio, comenzó a trabajar para McCarthy y el director del FBI, J. Edgar Hoover. Entre los tres, se las arreglaron para tramar una de las mayores manchas en la historia de América: los famosos interrogatorios de sospechosos "rojos” bajo los auspicios del Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado. Este comité hizo a Cohn un nombre conocido y también marcó sus primeras aventuras reales en la prensa rosa.

Julius y Ethel Rosenberg durante su juicio por espionaje en Nueva York en 1951

Junto con su compañero miembro del comité David Schine, se embarcó en una especie de gira por Europa, con la misión de eliminar a los comunistas en el extranjero. Cohn y Schine empezaron a hacer en prensa. The Guardian, entre otros, se burló del espectáculo de dos jóvenes estadounidenses invadiendo Radio Free Europe "como los Chauvelins del Comité revolucionario francés de Seguridad Pública" para buscar comunistas entre el personal. El Financial Times los calificó de "asquerosos fisgones”.

Cohn y Schine también destrozaban habitaciones de hotel y tenían peleas públicas.

Después de tal ridículo, cualquier hombre habría dado marcha atrás, se habría ocultado y habría pasado menos tiempo intentando aparecer en la prensa rosa y se habría alejado de la atención pública. Este no era el estilo de Roy Cohn. Él y Schine siguieron apareciendo en las audiencias de McCarthy, incluyendo el episodio desastroso en el que McCarthy decidió investigar al ejército de Estados Unidos y la prensa acabó volviéndose en su contra. Cohn acabó renunciando, pero él siempre ha defendido las audiencias, escribiendo en una ocasión un artículo para Esquire titulado, "Creedme, esta es la verdad sobre las audiencias Ejército-McCarthy". El artículo recibió varias quejas sobre el hecho de que no era del todo sincero. Una de ellas decía:

"Este artículo es una desgracia; sin duda hace poco honor a Esquire"

Pero para Cohn, el artículo consiguió su objetivo: seguir argumentando que se había comportado con honor, como un hombre en estado de sitio.

Este tipo de travesuras ya no parecen tan impactantes en la era de la televisión. De hecho se quedan en nada si las comparamos con las propias aventuras de prensa de Trump sobre su pelo, sus matrimonios, sus acuerdos prenupciales y sus quiebras. Los medios de comunicación se llevan burlando de Trump desde la década de 1980. Pero Trump aprendió de alguien no hacer caso de todas estas burlas y que la publicidad negativa sigue siendo publicidad.

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