Los multimillonarios y sus ambiciones para el futuro
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Las personas más ricas del planeta no solo se gastan cantidades desorbitantes en proyectos irrealizables, sino que también proponen nuevas formas de pensar.

Yuri Milner, un multimillonario ruso de internet, quiere responder a la gran pregunta existencial: “¿Estamos solos en el universo?” Él ya ha puesto en marcha un proyecto para escuchar señales del espacio exterior, usando dos de los radiotelescopios más grandes del mundo. Este mes también ha revelado los planes de enviar una flota de diminutas naves espaciales, impulsadas por rayos láser y equipadas con todo tipo de sensores, a Alfa Centauri, a 40 billones de kilómetros de distancia.

Sir Richard Brandson, el presidente del Virgin Group, y Elon Musk, el emprendedor que dirige la empresa de automóviles Tesla, han fundado respectivamente las empresas espaciales Virgin Galactic y Space X.

Sir Richard quiere convertir el turismo espacial en una industria; Musk enumera sus objetivos finales como "permitirle a la gente vivir en otros planetas". Hubo un tiempo en que la carrera espacial se movía por la competencia entre el capitalismo y el comunismo. Ahora la impulsa la competencia entre los capitalistas particulares. El espacio no es la única frontera que los multimillonarios quieren conquistar. Sergey Brin, el cofundador de Google, espera darle un cambio de imagen a la carne, creándola a partir de células madre. Musk quiere "reinventar" el sistema de ferrocarril transportando a los pasajeros en cápsulas a través de un tubo herméticamente cerrado.

Los magnates tienen un particular interés por los esquemas para engañar a la muerte. Peter Thiel, cofundador de PayPal, declara que "La gran tarea inacabada del mundo moderno es hacer que la muerte pase de ser ley de vida a un problema con solución". Larry Ellison, presidente de Oracle, ha dicho: "La muerte nunca tuvo ningún sentido para mí. ¿Cómo puede una persona estar ahí y luego desaparecer sin más?”

Ambos han invertido dinero en varias empresas diseñadas para encontrar maneras de revertir el envejecimiento. Dmitry Itskov, uno de los pioneros de internet en Rusia, dice que su objetivo es vivir hasta los 10.000 años.

La historia está llena de ejemplos de hombres ricos con grandes ideas. Los príncipes mercantes, que fundaron empresas como la Compañía de Londres en el siglo XVII, querían construir imperios llenos de movimiento más allá del mar.

Howard Hughes pasó la década de 1930 probando aviones innovadores y batiendo récords aeronáuticos, casi muriendo él mismo en el proceso, y fundó una clínica médica entre cuyos objetivos se incluye el descubrimiento de "la génesis de la vida misma". Pero el paralelo más cercano a lo que está sucediendo hoy en día es la edad dorada en Estados Unidos.

A finales del siglo XIX y principios del XX se produjeron concentraciones gigantescas de riquezas en manos de personas que crearon sus propias empresas. Andrew Carnegie y John Rockefeller poseían la mayoría de las acciones en sus empresas al igual que los fundadores de Facebook y Google tienen acciones de control en las suyas.

El sistema político era incapaz de hacerle frente al ritmo del cambio: en América estaba paralizado por el estancamiento y la complacencia, y en Europa se vio abrumado por las pasiones animales. Los empresarios, llenos de dinero gracias a las nuevas tecnologías, se vieron obligados a intervenir, ya fuera para hacer frente a los problemas que los políticos eran incapaces de afrontar o para corregir sus fracasos. El estado actual puede ser mucho más fuerte, pero sus defectos no son menos evidentes.

En aquel entonces, numerosos industriales, incluyendo a William Lever en Gran Bretaña, J. N. Tata en la India y Milton Hershey en Estados Unidos, fundaron pueblos fabriles que estaban destinados, como mínimo, a combatir los males de la civilización industrial y, en ocasiones, crear un nuevo tipo de ser humano. Carnegie, un magnate del acero, y Alfred Nobel, un magnate de la dinamita, se obsesionaron con la idea de suprimir la guerra para siempre.

Henry Ford puso en marcha una serie de ambiciosos proyectos para mejorar el mundo, incluida la eliminación de las vacas, a las que no podía soportar. En 1915 tomó un barco a Europa con los principales hombres de negocios y activistas por la paz, para intentar poner fin a la Primera Guerra Mundial y "sacar a esos muchachos de las trincheras". "La Gran Guerra terminará el día de Navidad", decía un titular del New York Times; "Ford va a detenerla”. En 1928 intentó recrear una ciudad industrial estadounidense en medio de la selva tropical del Amazonas.

Las modas cambian. Ninguna de los multimillonarios de hoy en día se gasta una gran cantidad de dinero en la paz universal. Pero la psicología de los más ricos parece ser la misma. Los multimillonarios reformadores de todas las épocas muestran la misma mezcla extraña de buenas y malas cualidades — de grandiosidad y don de resolución de problemas, ingenuidad y pensamiento fresco, auto-importancia y altruismo.

Hay mucho ego implicado — los nuevos están compitiendo entre sí para producir los planes más llamativos, a pesar de que rivalizan para dirigir las empresas con más éxito. Eso ayuda a explicar por qué la carrera espacial de los multimillonarios se ha intensificado desde enviar cohetes en órbita a enviar naves espaciales a Alfa Centauri.

También hay mucho esfuerzo mal dirigido. El regalo de 100 millones de dólares por parte de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, no ha mejorado drásticamente las escuelas de Newark.

El experimento amazónico de Ford se desmoronó cuando los empleados se opusieron a algunas de sus normas, que incluían servir solo comida estadounidense y bailes populares obligatorios. Su viaje para ponerle fin a la Primera Guerra Mundial quedó en una farsa: la prensa rebautizó su buque como "el barco de los locos" y los noruegos le diagnosticaron que estaba padeciendo Stormannsgalskap, o la "locura de los grandes hombres".

Cheques grandes, sueños aún más grandes

Sin embargo, la locura hace mucho más bien que mal. Los empresarios con mucho dinero no sólo se suman a los muchos proyectos de lanzamientos espaciales, literales o metafóricos, también proponen nuevas ideas.

La idea de Milner para ponerse en contacto con los extraterrestres desafía algunos de las suposiciones sin examinar de la burocracia espacial de Estados Unidos, mediante el uso de diminutas naves espaciales y rayos láser en lugar de grandes embarcaciones y combustible para cohetes.

Los multimillonarios con más talento tienen un don para combinar grandes ideas con un intenso pragmatismo; la Fundación Gates continúa tras su objetivo de terminar con la polio y la malaria con una atención al detalle de tipo empresarial.

Y a veces, las ideas grandiosas pueden hacer un bien incluso si no se consiguen los objetivos finales: la Fundación Carnegie para la Paz Internacional y el premio Nobel de la paz han mejorado el mundo, aunque no hayan eliminado la guerra. No se puede reformar el mundo sin tratar lo que la mayoría de la gente considera hechos de la vida como "problemas por resolver".

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