Cuando los líderes de la OTAN se reúnan en Varsovia el 8 y 9 de julio, darán a conocer las medidas para reforzar la presencia de las fuerzas convencionales de la Alianza en su flanco oriental. La OTAN también anunciará en breve que el sitio de defensa contra misiles SM-3 en Rumanía ha funcionado. Estos movimientos animarán al Kremlin a anunciar, casi a bombo y platillo, las "contramedidas" militares. Sin embargo, serán medidas que Moscú seguramente tenga intención de adoptar en cualquier caso.
La OTAN acude a Varsovia
El fortalecimiento militar de Rusia, su toma de Crimea y el apoyo al separatismo armado en el este de Ucrania han dado motivos a la OTAN para centrarse de forma más intensa en la defensa del territorio en los últimos dos años. La cumbre de Varsovia aprobará una serie de acciones en este aspecto.
Una de las ideas objeto de debate es el despliegue de un batallón de los Estados miembros de la OTAN, como Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania en cada uno de los Países Bálticos y Polonia. Pero eso no será suficiente para defender el Báltico. Un estudio RAND de 2015 sugirió la necesidad de siete brigadas -incluyendo tres brigadas blindadas pesadas- para tener la oportunidad de detener una mayor ofensiva de Rusia. En la actualidad, esto está más allá de la capacidad de la OTAN. Además, dicha fuerza parecería excesivamente desafiante para Moscú, que presenta una potente capacidad ofensiva terrestre a menos de 400 kilómetros de la segunda ciudad de Rusia, San Petersburgo.
En cambio, lo que los batallones más pequeños proporcionarán es un cable trampa fiable. Un ataque aseguraría que los aliados se unieron a la lucha.
Las contramedidas rusas
A Moscú no le gustará nada de esto. Tampoco le gustará saber que los interceptores de misiles SM-3 en Rumania, para defender el sureste de Europa contra un ataque con misiles balísticos, han comenzado a funcionar. Los rusos han manifestado su descontento y Occidente debería anticipar las airadas declaraciones de las contramedidas militares.
Hemos visto esto antes. El pasado mes de septiembre, un reportaje de la televisión alemana sugirió que EE. UU. pronto desplegará bombas nucleares B61-12 en la base aérea de Büchel, en Alemania. Pero el reportaje se equivocaba. Las bombas B61-12 no entrarán en funcionamiento hasta el año 2020. Los rusos seguramente sabían eso, ya que el Departamento de Energía ha hecho público el calendario del programa.
No obstante, las autoridades de Moscú iniciaron sus investigaciones. Dmitry Peskov, el portavoz del Kremlin, advirtió de manera misteriosa: "Esto podría alterar el equilibrio de poder en Europa. Y, sin duda, exigiría que Rusia tome las contramedidas necesarias para restablecer el equilibrio estratégico y la paridad".
El ex jefe del Estado Mayor de la Fuerzas Armadas de Rusia, Yuriy Bulaievsky, sugirió a Rusia responder al enclave de Kaliningrado, al norte de Polonia, con el despliegue de misiles balísticos de corto alcance lskander. Viktor Ozerov, miembro del Consejo de la Federación afirmó que Rusia puede que se retire del tratado de 1987, que prohíbe los misiles de alcance intermedio.
¿Iskanders en Kaliningrado como una contramedida? Los analistas occidentales han esperado ese despliegue durante varios años como parte de la continua modernización del ejército ruso. A principios de 2015, un funcionario del Ministerio de Defensa de Rusia declaró que se emplazarían los Iskanders en Kaliningrado. Ya se han desplegado unidades armadas con esos misiles en el enclave temporalmente como parte de las maniobras militares de los rusos.
Otra posible contramedida, ésta cerca de Rumania, implicaría el despliegue de misiles Iskander y bombarderos Backfire en Crimea. Una vez más, eso no sería nada nuevo. Según el mismo funcionario del Ministerio de Defensa, esos planes se han estado desarrollando durante al menos un año.
Aprovechar una acción de la OTAN para justificar la retirada del tratado sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio constituiría una gestión más radical por parte de Rusia, pero difícilmente podría calificarse como una contramedida Altos cargos rusos - incluyendo el jefe de Gabinete del presidente Vladimir Putin, Sergey Ivanov, y el propio Putin- cuestionaron la adhesión de Moscú a ese tratado hace más de ocho años. Además, el ejército ruso, ha puesto a prueba un misil de crucero de alcance intermedio y lanzado desde tierra que está prohibido, violando así el tratado.
Una vieja táctica del Kremlin
La categorización de sus programas militares como medidas contra los despliegues militares de Occidente tiene una larga tradición en el Kremlin. De hecho, en la negociación sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio a principios de la década de 1980, el principal negociador soviético llamó al despliegue de los misiles balísticos SS-20 misiles balísticos una respuesta a los misiles Pershing II. Lo hizo con una cara tan seria, que impresionó a sus homólogos estadounidenses, cuando se desplegó el SS-20 por primera vez en 1976 - siete años antes del Pershing II.
Moscú podría incluso estar tomando ventaja con sus contramedidas. El 4 de mayo, el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, afirmó que Rusia crearía tres nuevas divisiones del ejército contrarias a los países de la OTAN.
En vista de la reciente beligerancia de Moscú, la OTAN no tiene más remedio que tomar medidas sensatas para reforzar sus defensas, tanto para tranquilizar a los aliados que se pusieron nerviosos por las acciones de Rusia como para disuadir al Kremlin de dar un paso imprudente. Los miembros de la OTAN deben prepararse para los gritos de protesta y el anuncio de varias acciones rusas como contramedidas - y debería entender que Moscú habría adoptado esas medidas en cualquier caso.