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Las protestas generalizadas en el año 2011 trataron de acabar con el duopolio político en España.

El domingo 15 de mayo de 2011 fue el día en que Jon Aguirre Such sintió cómo los efectos del nuevo movimiento de protesta invadían la capital española.

Como portavoz de lo que pronto sería conocido como "15-M" o "los indignados", el estudiante de arquitectura del País Vasco de 26 años, se subió a la parte trasera de una furgoneta y cogió el micrófono. Miles de personas se empujaban para encontrar un sitio en la plaza de la Puerta del Sol de Madrid donde escucharle hablar.

"Ese fue el momento en que pensé: 'Estamos haciendo historia'".

La situación creada por los indignados finalmente derrumbaría el estatus quo político del país e inspiraría fenómenos similares en ciudades de todo el mundo, incluyendo los movimientos ocupas en Londres y Nueva York. Las recientes manifestaciones en París –conocidas como Nuit Debout - se consideran en España parte del mismo legado.

No fue casualidad que los indignados irrumpieran en escena cuando lo hicieron. En la primavera de 2011, España llevaba más de dos años en una profunda crisis económica. El desempleo era de un 21% y seguía en aumento. El desempleo juvenil había alcanzado el 40% y una multitud de jóvenes estaban abandonando el país en busca de trabajo. La clase política estaba perdiendo su credibilidad.

Aguirre Such recuerda un sentimiento generalizado de "ira, una indignación latente". La gente sentía "la necesidad de salir a la calle para protestar y luchar por las cosas".

Los políticos españoles adoptaron rigurosas medidas para evitar un rescate financiero de la UE, por las que los indignados les hicieron pagar un alto precio político.

En los días siguientes a la protesta del 15 de mayo de 2001, la Puerta del Sol se convirtió en el centro de las manifestaciones y en el hogar de decenas de jóvenes españoles. Montaron tiendas de campaña y debatieron una serie de cuestiones, desde la reforma electoral y la política económica a los derechos de las mujeres. La idea de ocupar plazas urbanas se extendió rápidamente, principalmente a través de las redes sociales. Pronto los indignados estuvieron acampando en ciudades de todo el país.

Pedro Rufo / Shutterstock.com

Las encuestas mostraban que más del 70% de los españoles de todo el espectro político apoyaba a los manifestantes.

Al igual que muchos analistas, Ignacio Escolar ve una relación directa entre el levantamiento del 15 de mayo y la decisión del entonces primer ministro socialista José Luis Rodríguez Zapatero, casi exactamente un año antes, de aplicar una serie de estrictas medidas de austeridad recomendadas por la Unión Europea con el fin de evitar un rescate al estilo griego.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el conservador Partido Popular (PP) han dominado la política española desde principios de la década de 1980. A medida que el gran número de casos de corrupción y la mala gestión económica salían a la luz así como la austeridad comenzaba a hacer mella, la ira en la antigua política bipartidista de España se desbordaba. Cuando los manifestantes salieron a las calles en 2011, llevaban pancartas en las que se leía: "No nos representan".

Las acampadas y manifestaciones masivas terminaron un mes más tarde. Sin embargo, la influencia del movimiento de protesta no lo hizo. Se formaron juntas de vecinos en todo el país para abordar tanto cuestiones locales como nacionales. Hubo una proliferación de una poesía y una música inspirada en los indignados.

El partidos político de izquierda Podemos es tal vez el legado más visible de los indignados. Entre los que participaron en las protestas de 2011 hubo un grupo de profesores universitarios de Madrid, que mostraban profundas simpatías hacia la izquierda y la convicción de que España estaba preparada para la transformación política. Dirigido por Pablo Iglesias, fundaron Podemos en 2014. Como partido, trataron de entrar en las mismas instituciones contra las que clamaron los indignados.

Podemos ya se ha establecido como una fuerza política a la que hay que tener en cuenta. Obtuvo cinco escaños en el Parlamento Europeo, y en 2015, varios candidatos respaldados por Podemos asumieron el control de las principales ciudades.

La indignación pública es más silenciosa estos días

Sin embargo, las cosas son más complejas a nivel nacional. Desde las elecciones generales no concluyentes de diciembre en las que Podemos quedó en tercer lugar (seguido por Ciudadanos, el nuevo partido político de centro liderado por Alberto Rivera), el partido de Iglesias ha caminado por una línea muy fina entre permanecer fiel a sus raíces de protesta política e involucrarse en el tradicional tira y afloja que le permitiría entrar en un gobierno de coalición.

A pesar de que los indignados repudiaron enérgicamente el duopolio PP-PSOE, había excepciones. Ignacio Urquizu, un joven sociólogo que participó en algunas de las manifestaciones de mayo de 2011, acaba de finalizar un periodo como miembro del Congreso por el PSOE.

Actualmente, Aguirre Such que ve a los indignados no tanto como un motor para el cambio, sino como un reflejo de cómo la sociedad española se ha transformado, a sus 37 años, espera convertirse en un candidato para el partido en la repetición de las elecciones generales en junio. Según él:

"Las personas que estuvieron involucradas en la transición democrática [en la década de 1970] estaban obsesionadas con la necesidad de estabilidad. Ellos no querían la fragmentación y la inestabilidad. Pero, las generaciones más jóvenes no se preocupan por eso. La inestabilidad les asusta menos que la política bipartidista".

Sin embargo, a pesar de la incertidumbre actual, algunas cosas no han cambiado.

El PP y el PSOE obtuvieron el primero y el segundo puesto respectivamente en las elecciones de diciembre, un resultado que muy posiblemente podría repetirse en junio, a pesar del hecho de que ambos partidos se han visto envueltos en escándalos de corrupción.

¿Se ha exagerado la "revolución española"?

"Es bastante ingenuo pensar que las cosas son tan simples como para que de un día para otro se cambie todo completamente", afirmó Escolar.

Las últimas semanas han indicado también un cambio en las actitudes hacia la corrupción. Después de aparecer en las filtraciones de los Papeles de Panamá, el ministro de Industria, José Manuel Soria dimitió en abril, algo inusual en un país donde los políticos tienden a hacer caso omiso al escándalo y a aferrarse a sus puestos.

Para Aguirre Such, este tipo de cambio en el ámbito político no podría haber ocurrido sin las bases sentadas por los indignados.

"Se ha producido un cambio en la forma en que entendemos la política. España ha despertado y ha exigido responsabilidad política. La gente ya no cree las mentiras de los medios de comunicación y de los políticos, quieren otra forma de hacer las cosas ... No todo va a cambiar en cinco años, pero ya han cambiado muchas cosas".

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