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El nuevo líder de Brasil, Michel Temer, prometió un nuevo día de "salvación nacional", pero su partido tiene un historial de problemas en Río de Janeiro, donde ejerce un enorme poder.

Los estudiantes están tomando las escuelas de Río de Janeiro para protestar por los abrumadores recortes en educación, mientras que el político que ayudó a traer los Juegos Olímpicos a esta ciudad está luchando contra las acusaciones de haberse embolsado millones en sobornos.

Las explosiones de granadas en batallas de bandas narcotraficantes resuenan a lo largo de Leblon, el baluarte costero de la élite de ciudad. Incluso la hija del gobernador fue asaltada recientemente a punta de pistola fuera de su casa.

Cuando el nuevo líder de Brasil, Michel Temer, tomó las riendas de la nación este mes – un hito en la lucha para destituir a la presidenta Dilma Rousseff, que se enfrenta a un juicio político – prometió un nuevo día de "salvación nacional".

Pero lo que Temer no mencionó es que su partido político y sus aliados han ejercido un poder inmenso en el estado rico en petróleo de Río de Janeiro durante la mayor parte de la última década – y este lugar necesita ser salvado también.

En otras palabras, los críticos lamentan que el mismo partido que arruinó Río está ahora al frente del país.

Según Marcelo Portugal, economista brasileño:

"Río se está convirtiendo en un mini Venezuela, a medida que sus líderes hallan nuevas formas de desperdiciar la mayor bonanza petrolera de Brasil".

Las finanzas del estado son caóticas. Algunos atletas están tan indignados con la bahía infestada de aguas residuales de la ciudad de Río, que quieren que las carreras de vela olímpicas se trasladen a otro sitio. El mes pasado, un tramo de un nuevo carril-bici construido junto a la costa, que había costado unos 12 millones de dólares – una de las actualizaciones de Río de Janeiro para los Juegos Olímpicos – se derrumbó tras ser golpeado por una ola, causando la muerte de dos hombres.

"Esto es lo que no queríamos que sucediera en este momento", sostiene el alcalde de Río, Eduardo Paes, un miembro prominente del partido de Temer. "No es fácil ser el anfitrión de los Juegos Olímpicos en el entorno actual de Brasil".

Los líderes de Río habían prometido que los Juegos Olímpicos serían un escaparate de los triunfos de Brasil. En cambio, al mismo tiempo que Temer lucha por situar la economía de Brasil en una base más sólida, Río está surgiendo como una advertencia de lo que un gobierno dirigido por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño podría significar para el resto de la nación.

Algunos de los principales líderes de partido del Temer – incluido el jefe del Senado y el ex presidente de la cámara baja del Congreso, quien se vio obligado a dimitir este mes para enfrentar cargos de corrupción – han sido acusados de aceptar enormes sobornos.

Pero su partido, conocido como el PMDB, también está siendo atacado con acusaciones de mala gestión y corrupción relacionadas con los Juegos Olímpicos.

Los ejecutivos de ingeniería han dado testimonio de que Sergio Cabral, el ex gobernador del partido que ayudó a conseguir los Juegos Olímpicos de Río y todavía ejerce una considerable influencia, exigió millones en sobornos. Dicen que los pagos eran el equivalente al 5% del coste de la renovación del histórico estadio de fútbol Maracaná y otros proyectos de obras públicas.

Cabral también fue objeto de escrutinio por utilizar helicópteros del estado para transportar a sus hijos, sus dos niñeras y el perro de la familia en excursiones de fin de semana a una casa en la playa.

En un comunicado, Cabral dijo que nunca aceptó sobornos y que sus asesores de seguridad le sugirieron el uso de helicópteros públicos para evitar posibles ataques de las bandas de narcotraficantes.

Bajo el gobierno de Cabral, Río llevó a cabo una polarizadora campaña de "pacificación" para vigilar la ciudad de manera agresiva y cambiar su notoria reputación a causa del crimen.

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Pero eso, también se está viendo sometido a presión, con una ola de crímenes marcada por atracos en toda la ciudad, un aumento en la tasa de homicidios y un aterrador incremento en muertes de niños por balas perdidas. En un trágico episodio, mataron de un disparo a un niño de un año de edad en un suburbio, mientras estaba en el asiento del coche.

Luego está la crisis financiera del Río, que está ocurriendo a pesar de los ingresos procedentes de los yacimientos petrolíferos de alta mar frente a sus costas.

Ahora la industria petrolera de Brasil está en crisis debido a que Petrobras, la empresa petrolera nacional, se tambalea por los escándalos de sobornos y los bajos precios de la energía.

Petrobras ha despedido a decenas de miles de empleados en los últimos dos años, haciendo estremecer a otras industrias. La los ingresos por petróleo de Río están cayendo en picado llegando a unos 1.000 millones de dólares este año, de los 3.500 millones de 2014.

Los líderes de Río sostienen que la crisis fiscal los ha obligado a retrasar el pago de pensiones a los empleados estatales jubilados. El presupuesto de educación ha sido reducido, lo que ha llevado a los profesores hacer huelga y a los estudiantes de educación secundaria a ocupar más de una docena de escuelas para protestar por las deplorables condiciones.

Es hora de que Brasil mire hacia el exterior

Algunos de los factores en la crisis del Río están fuera del control del estado, al igual que los precios del petróleo a nivel mundial y la débil economía nacional. Pero alas del gobierno han conservado sus privilegios mientras que los servicios sufren.

Los líderes del PMDB, un partido en gran parte centrista pero ideológicamente maleable que proporcionó una imagen de oposición democrática durante la dictadura militar de Brasil de 1964 a 1985, se habían comprometido a invertir la decadencia que caracterizaba a Río después de que la capital nacional fuera trasladada a Brasilia en 1960.

En 2007, Cabral tomó el mando del gobierno del estado, que supervisa las funciones principales como la policía. En total, el Estado de Río tiene una población de 16,5 millones, casi el tamaño de Chile.

Cabral, de 53 años, fomentó una alianza con el Partido de los Trabajadores de Rousseff, lo que le permitió a Río conseguir los Juegos Olímpicos y asegurar los fondos federales para proyectos como una expansión del metro.

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A favor del PMDB, la mayoría de las instalaciones de los Juegos Olímpicos ya se han completado, aliviando las preocupaciones en torno a los preparativos de Río de Janeiro para los Juegos, el próximo agosto. A nivel nacional, Temer ha nombrado a respetados economistas de fuera del partido para puestos importantes. Y los líderes del partido dicen que han proporcionado una "fuerza moderadora" en la democracia tumultuosa de Brasil.

Los manifestantes en Río, al igual que en otras partes de Brasil, se han quejado durante mucho tiempo de que sus dirigentes hayan priorizado grandes y suntuosos eventos como los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol, mientras desatienden aspectos esenciales como los hospitales y escuelas. Esa fue la reivindicación principal en las protestas que sacudieron el país hace tres años.

Ahora la gente se cuestiona la capacidad de Río para resolver sus problemas.

Marcelo Freixo, un prominente legislador estatal, declara:

“El PMDB y sus aliados se han limitado a llevar a Río a la ruina mediante su mezcla de la corrupción e impresionante incompetencia".

Los autoproclamados líderes pro empresariales del PMDB en Río están adoptando ahora políticas que se encuentran frecuentemente en los países de izquierda. Para recaudar dinero, los líderes del estado aprobaron impuestos de casi el 20% sobre la producción de petróleo en aguas de Río de Janeiro.

En una época de bajos precios del petróleo, dicen los oponentes, la medida podría destruir la industria petrolera del Río. "El impuesto hace que la mayor parte de los proyectos en Río sean inviables", declara Antonio Guimarães, el director de la Asociación Brasileña de Productores de Petróleo.

A pesar de las desalentadoras estimaciones, algunos en Río se inspiran en la historia de resistencia de la ciudad. Ruy Castro, un escritor, le dijo a la revista Veja que Río tenía una "capacidad sin igual para frustrar a los que le van en contra de la ciudad".

Asimismo, Castro añadió una pizca de escepticismo:

"Somos buenos con las fiestas. No con los legados".

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