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En medio de una inflación por las nubes, la peligrosa escasez y la inestabilidad política, el régimen de Nicolás Maduro se encuentra al borde del colapso.

Cuando se trata de comprar alimentos el día de la semana establecido por el gobierno, William, un agricultor de 44 años de edad, no pierde el tiempo. Todos los martes, al ponerse el sol, William, padre de dos hijos, se une a una fila de decenas de personas fuera del supermercado Unicasa en el centro de La Victoria, a unos 55 km al oeste de Caracas.

William y un amigo pasan la noche haciendo turnos para dormir en la calle, con uno de ellos haciendo guardia en todo momento para protegerse de los ladrones, las ratas y los que intentan colarse. Cuando llueve, se refugian bajo una palmera, esperando a que amanezca. Su ritual semanal es la única manera de garantizar un buen lugar en la fila a la mañana siguiente, cuando el supermercado comienza a distribuir los alimentos básicos como el arroz y el aceite de cocina.

Cuando llega la mañana, William y su amigo hacen cola bajo el sol abrasador, soportando temperaturas de hasta 35 grados. Al mediodía, finalmente cruzan un cordón policial y de la Guardia Nacional para entrar al supermercado y reclamar su premio a cambio de 18 horas de infierno: el derecho a comprar dos kilos de harina de maíz y un kilo de pasta.

“Estoy haciendo esto porque tengo hijos”, le cuenta William al New York Times. En los viejos tiempos, siempre votó al presidente Hugo Chávez y a su sucesor, Nicolás Maduro. “¿Cómo puede estar pasando esto? Tenemos las mayores reservas de petróleo del mundo, pero no tenemos comida”.

Muchos venezolanos se están haciendo esas mismas preguntas. La escasez de alimentos, precipitada por las políticas económicas de Chávez y una caída en picado de los ingresos del petróleo, es la peor en la historia del país.

Ha llevado al gobierno a restringir la venta de productos alimenticios básicos y a fijar sus precios. No obstante, productos básicos como el café, el azúcar, el arroz, la leche, la pasta, el papel higiénico, el jabón de manos, o el detergente siguen siendo imposibles de encontrar.

Según Datanalisis, el principal servicio sociológico del país, más del 80% de los productos alimenticios regulados han desaparecido de las tiendas. Como resultado, ahora muchos venezolanos tienen que conformarse con una sola comida al día, o rebuscar entre los cubos de basura para encontrar comida. Otros han empezado a cazar palomas, perros y gatos, como tuiteó Ramón Muchacho, el alcalde del municipio Chacao en Caracas.

Una mujer embarazada busca comida en bolsas de basura de un supermercado en el centro de Caracas. AP Photo / Fernando Llano

Leidy Córdova, de 37 años, tiene cinco hijos – Abran, Deliannys, Eliannys, Milianny y Javier Luis – de edades comprendidas entre 1 y 11 años. El jueves por la noche, la familia entera no había comido desde el mediodía del día anterior, cuando Córdova había hecho una sopa hirviendo piel de pollo y la grasa que había encontrado a un precio barato en la carnicería.

“Mis hijos me dicen que tienen hambre”, dice Córdova mientras su familia la mira. “Y lo único que puedo decirles es que pongan una sonrisa y aguanten”.

Otras familias tienen que elegir quién come. Lucila Fonseca, de 69 años, tiene cáncer linfático, y su hija de 45 años, Vanessa Furtado, tiene un tumor cerebral. A pesar de estar también enferma, muchos días Furtado renuncia al poco alimento que tiene para que su madre no se salte las comidas.

“Yo solía estar muy gorda, pero ya no”, cuenta la hija. “Nos estamos muriendo”.

Su madre agrega: “Ahora estamos viviendo con la dieta de Maduro: No hay comida, no hay nada”.

Los economistas sostienen que los años de mala gestión económica – empeorados por los bajos precios del petróleo, la principal fuente de ingresos de la nación – ha destruido el sistema de suministro de alimentos.

Los campos de azúcar en el centro agrícola del país están en barbecho por falta de fertilizantes. La maquinaria inutilizada se descompone en las fábricas estatales cerradas. Alimentos de primera necesidad como el maíz y el arroz, una vez exportados, ahora deben importarse y llegan en cantidades que no cumplen con las necesidades.

“El verdadero problema es que las importaciones se han reducido en un 40% y en dos tercios desde 2012”, dice David Smilde, asesor principal de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA por sus siglas en inglés). “Simplemente no hay suficiente comida para todos”.

La economía de Venezuela se contrajo un 8% en 2015 y se espera una bajada de otro 8% este año. Asimismo, se espera que la inflación supere el 720% este año.

En respuesta, Maduro ha reforzado su control sobre el suministro de alimentos. Haciendo uso de los decretos de emergencia que firmó este año, el presidente puso la distribución de la mayoría de alimentos en manos de un grupo de brigadas de ciudadanos leales a los izquierdistas, una medida que, según los críticos, recuerda al racionamiento de alimentos en Cuba.

“Están diciendo, en otras palabras, que obtienes comida si eres mi amigo, si eres mi simpatizante”, sostiene Roberto Briceño-León, director del Observatorio Venezolano de Violencia, un grupo de derechos humanos.

Ha sido toda una nueva realidad para Gabriel Márquez, de 24 años, que creció en los años de bonanza, cuando Venezuela era rica y los estantes vacíos eran algo inimaginable. Se plantó enfrente de un supermercado destruido en Cumaná, una extensión interminable de botellas rotas, cajas y estantes dispersos. Unas cuantas personas, entre ellas un policía, estaban buscando algo útil entre los restos para llevárselo.

“Durante el Carnaval, solíamos lanzarnos huevos los unos a los otros solo para pasar un buen rato”, comenta. “Ahora un huevo es como el oro”.

Al bajar la carretera de la costa, en un pequeño pueblo de pescadores llamado Boca de Uchire, cientos de personas se reunieron en un puente este mes para protestar porque las entregas de alimentos no llegaban. Los residentes exigieron ver al alcalde, pero cuando no vino saquearon una tienda de ultramarinos china.

Los habitantes hicieron pedazos la puerta con picos y saquearon la tienda, descargando su ira contra una potencia mundial que ha prestado miles de millones de dólares para respaldar a Venezuela en los últimos años.

“Los chinos no nos venderán nada” declara un taxista que vio a la multitud llevarse todo lo que había dentro. “Así que a cambio quemamos sus tiendas”.

Maduro, que está luchando por mantener su puesto y evitar un referéndum revocatorio este año debido el declive del país, dijo que era la oposición política la que estaba detrás de los ataques a las tiendas.

“Le pagaron a un grupo de delincuentes, los llevaron en camiones”, dijo el sábado en la televisión, con la promesa de una compensación a aquellos que perdieron su propiedad.

¿Qué llevó a Nicolás Maduro al poder en Venezuela?

Al mismo tiempo, el gobierno también culpa de la escasez a una “guerra económica”. Acusa a los propietarios de negocios ricos de acaparar alimentos y cobrar precios exorbitantes, creando una escasez artificial para sacar provecho de la miseria del país.

El líder opositor Henrique Capriles y otros no están de acuerdo. El 5 de junio, escribió en un artículo de opinión del diario El País:

“El único culpable de la catástrofe económica de Venezuela es el gobierno actual. La mala gestión y el uso ineficiente de la bonanza petrolera que ya ha concluido, el desmantelamiento de la producción y el aparato comercial del país, así como la lucha constante con los empresarios han dado lugar a una situación de emergencia humanitaria”.

“La crisis alimentaria va a empeorar en junio y julio”, dice Smilde. “Durante el último año y medio el gobierno ha mantenido esto bajo control militarizando supermercados y apagando rápidamente altercados en las colas y los casos de saqueo. Pero no está claro cuánto tiempo pueden seguir haciendo esto”.

Esas son malas noticias para Maduro, cuyo índice de aprobación gira en torno a un 25%, y quien seguramente perdería en unas hipotéticas reelecciones. Su peso no está ayudando. El rollizo Maduro – a quien Chávez reprochaba frecuentemente su debilidad por la comida rápida – continúa asegurándoles a sus compatriotas que las cosas están mejorando.

“Él está gordo y sus ministros están gordos, por lo que tienen suficiente para comer aunque nosotros no tengamos”, le cuenta a Foreign Policy Sandra Londoño, una peluquera de 42 años que le corta el pelo a la gente a cambio de comida en lugar de dinero. “No puedo esperar a votar en contra de Maduro. Tiene que marcharse”.

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