Los nuevos empresarios se enfrentan a obstáculos en forma de tradiciones, falta de ejemplos y aversión al riesgo.
Los empresarios de todo el mundo se enfrentan a desafíos, como convencer a los inversores de que crean en ellos lo suficiente para darles un montón de dinero en efectivo, o trabajar en la implementación de sus grandes ideas.
Pero en Japón, los empresarios que están empezando se enfrentan a dos retos adicionales, conocidos como “bloqueo de la esposa” y “bloqueo parental”.
La idea de ser un empresario es completamente contrario al "sueño japonés" basado en la seguridad y beneficios del empleo de por vida en una gran empresa. De modo que si desea empezar por su cuenta para perseguir alguna gran idea, es probable que esta se vea bloqueada por su esposa (dado que los empresarios incipientes en Japón son mayoritariamente hombres) o sus padres.
Yoshiaki Ishii, burócrata en el Ministerio de Economía, Comercio e Industria, que se encarga de fomentar el espíritu empresarial, comenta:
“En Estados Unidos, los niños hacen limonada y gana dinero, por lo que experimentan el mundo empresarial a una edad temprana. Pero en Japón, aún no disponemos de modelos de startups o un buen entendimiento de lo que es, por lo que la gente no tiene mucha confianza en cuanto a cómo iniciar su propio negocio”.
No hay un Silicon Valley en Japón, ni un Mark Zuckerberg japonés. Casi toda la innovación japonesa – desde el Walkman a la Game Boy – ha ocurrido dentro de la crisálida segura de empresas gigantes como Sony (NYSE: SNE) y Nintendo (NASDAQ: NTDOY).
Pero poco a poco, muy lentamente, el ambiente para los empresarios aquí está mejorando.
“Es algo lento, pero la cultura está cambiando definitivamente, con toda seguridad”, dijo Allan Watanabe, que ha creado Fileable, un sistema de almacenamiento de datos que puede leer patentes y otros documentos legales y ofrecer feedback.
Esa es una buena noticia para la economía japonesa, que ha estado estancada desde hace más de dos décadas. Los esfuerzos del primer ministro, Shinzo Abe, para sacar a Japón de este problema se han reducido a poco hasta ahora. El crecimiento sigue siendo anémico, la inflación es casi inexistente, y los consumidores siguen siendo cautelosos a la hora de gastar.
El fomento del espíritu empresarial es una parte clave del plan "Abenomics" para cambiar eso. El gobierno está promoviendo el capital de riesgo y los aceleradores de startups como parte de su "tercera flecha" de la reforma estructural.
Sin embargo, por ahora Japón sigue estando en el lado equivocado de todas las tablas cuando se trata de la creación de empresas.
El Global Entrepreneurship Monitor, una encuesta realizada por un grupo de universidades, ha hallado constantemente niveles bajos de actividad empresarial en Japón, desde que comenzó a recopilar datos en 1999. En su más reciente medida de actividad empresarial durante las primeras etapas, Japón marcó el segundo más bajo, superando solo por al pequeño país sudamericano de Surinam.
Hay una serie de factores que frenan el espíritu emprendedor.
Uno: la cultura, como se ejemplifica con el "bloqueo de la esposa" y el "bloqueo parental".
Dos: la falta de modelos de conducta. Hay personas como Hiroshi Mikitani, fundador de Rakuten (TYO: 4755), un gran minorista en línea, y Masayoshi Son, que creó SoftBank (TYO: 9984), el gigante de las telecomunicaciones, que recientemente compró Sprint. Pero la historia empresarial que permanece en la mente de muchas personas es la de Takafumi Horie, fundador del portal de Internet Livedoor, que perdió su fortuna en 2006, cuando fue declarado culpable de fraude bursátil.
Tres: aversión al riesgo. El concepto de capitalismo de riesgo o ángeles inversores está todavía en sus primeras etapas aquí, con patrocinadores potenciales deseando encontrar ganadores seguros. Y los bancos japoneses quieren un historial probado de los éxitos del negocio antes de conceder préstamos.
Eso sin mencionar la burocracia notoria de Japón. Registrar una nueva compañía todavía implica múltiples visitas, en persona y con una montaña de papeles, a varias oficinas gubernamentales.
Sin embargo, existe una creciente aceptación de que Japón necesita nuevas ideas, ya sea en forma de nuevas empresas o innovación en las empresas más antiguas.
Shigeo Kagami, que dirige el “dojo de espíritu empresarial” en la Universidad de Tokio, sostiene:
“Japón era un país de emprendedores. Ahora, las grandes empresas creen que no son capaces de sobrevivir sin innovación. En los últimos años, el cambio ha sido espectacular. Las grandes corporaciones están ahora decididas a hacer su propia innovación. Están interesadas en conseguir productos atrevidos de las startups y universidades”.
Los empresarios en ciernes y los ya consolidados dicen que están encontrando cada vez menos resistencia.
“Ahora tenemos un mejor ecosistema de startups en Japón”, declara Tomohiro Hagiwara, fundador de Aquabit Spirals, una compañía enfocada en la tecnología que proporciona servicios sin tener que pulsar un solo botón en el teléfono. ¿Quieres llamar a un taxi? Simplemente agita el móvil por encima de un escáner y estará pronto en camino.
“El entorno está cambiando día a día – ahora tenemos muchas puertas a las que llamar para conseguir inversiones y el espíritu empresarial es cada vez más popular”.
Cuando un grupo de graduados de la Universidad de Keio comenzó a promover su idea de fabricar fibra de araña, “la gente simplemente se rió de nosotros y nos dijo '¿quiénes son estos niños?'”, cuenta Kenji Higashi, de 34 años de edad, ejecutivo de Spiber. Y continúa:
“En Silicon Valley, hay sistemas y muchas personas que están dispuestas a invertir de forma agresiva en cosas nuevas”.
Higashi, renunció a su trabajo en Accenture (NYSE: ACN), una empresa de consultoría, para unirse a sus compañeros de clase en la nueva empresa.
Pero esos “niños” secuenciaron el ADN de la tela de araña y hallaron la manera de producir una versión sintética. La fibra puede utilizarse para la ropa, piezas de automóviles y dispositivos médicos.
Ha recaudado 130 millones de dólares y ahora cuenta con 150 empleados, todos trabajando en un nuevo edificio en la prefectura de Yamagata, en la costa noroeste de Japón. Tiene un trato con North Face, y comenzará a producir chaquetas de fibra de araña a finales de este año.
A pesar de lo reacios que han sido, los grandes bancos están cada vez más dispuestos a respaldar a las empresas incipientes, y han aparecido incluso unos cuantos ángeles inversores. Pero el entorno financiero aún está lejos de ser ideal.
Los posibles inversores no solo son más reacios al riesgo y más exigentes – no es raro que le pidan a alguien largos estados financieros y planes de cinco años, dicen los jóvenes empresarios – sino también son más codiciosos. Algunos piden una participación del 20 o 30% una empresa a cambio de darles 10.000 $. En Silicon Valley, los inversores suelen dar exponencialmente más para las participaciones de un solo dígito.
Pero el mayor problema es la falta de apoyo para las personas que están empezando. Watanabe sostiene:
“En Silicon Valley, hay alguien trabajando en su startup en todas las cafeterías y hay un montón de eventos de networking. Pero aquí, tienes que averiguar qué hacer y dónde ir por tu cuenta. Hay incubadoras, pero son más cerradas y más formales”.
Watanabe ha seguido dirigiendo un negocio llamado Pipeline ayudando a las empresas extranjeras a conseguir un equilibrio en el mercado japonés, su forma de mitigar el riesgo de iniciar su propia empresa.
Aunque Hagiwara tiene 47 años y había trabajado en un escritorio, y posteriormente en publicación digital como contratista, cuando estaba empezando Aquabit Spirals pronto descubrió que necesitaba ayuda. A través de programas de formación, Hagiwara ha aprendido cómo hacer presentaciones cortas y concisas (su versión anterior tardó una hora).
De modo que han aprendido a mantenerse a sí mismos. Watanabe creó un grupo de Facebook para los empresarios en ciernes, una manera menos formal de discutir ideas e intercambiar historias de fracaso.
Los empresarios más consolidados son conscientes de la necesidad de tenderles a otros una mano. Kenji Higashi de Spiber dice:
“Nos gustaría llegar a ser el modelo a seguir”, dice Higashi. Creo que es importante ser capaz de asumir riesgos y probar cosas nuevas para avanzar en la tecnología. Hay mucho más que puede tener lugar en Japón. Si pudiéramos llegar a ser un ejemplo para animar a otras personas, sería algo increíble”.