Newsweek: Parece que cada vez es más probable un enfrentamiento militar entre Washington y Pekín por el Mar del Sur de China.
Hace aproximadamente 15 años, un piloto de avión de combate chino murió después de colisionar con un avión espía estadounidense sobre el Mar del Sur de China. El episodio marcó el inicio de las tensiones entre Pekín y Washington sobre las demandas de China sobre este estratégico mar.
Así, en mayo, cuando dos aviones de combate chinos casi chocan contra un avión espía estadounidense sobre la misma zona, muchos chinos experimentaron una sensación familiar de indignación nacionalista.
"La mayoría de los chinos tienen la esperanza de que los aviones de combate chinos derriben el próximo avión espía" - escribió el Global Times, el periódico nacional de China.
Aunque se ha hablado poco sobre el tema en Occidente, muchos funcionarios chinos llevan mucho tiempo con la sensación de que una guerra entre Washington y Pekín es inevitable. Una potencia emergente siempre va a desafiar a una dominante.
Por supuesto, algunos analistas descartan esta idea; los costes de un conflicto de este tipo serían demasiado altos, y EE. UU., que es mucho más fuerte militarmente, tiene casi asegurada la victoria. Sin embargo, la historia está llena de guerras que parecían no tener sentido.
A día de hoy, la disputa marítima entre EE. UU. y China se ha convertido en el tema más polémico de su compleja relación, y parece que se dan las condiciones para un enfrentamiento militar entre ambos países: Este verano, un tribunal internacional se pronunciará sobre el desafío de Filipinas a la demanda de China del territorio, y por primera vez, Pekín parece preparado para enviar submarinos con armas nucleares al Mar del Sur de china.
Por un lado, la disputa es sobre el territorio. Pekín insiste en que casi todo el mar - desde sus islas, arrecifes y rocas sumergidas hasta su pescado y reservas de energía submarina pertenece a China. Sin embargo, EE. UU. considera el Mar del Sur de China como aguas internacionales - al menos hasta que las reivindicaciones de varios países sean resueltas.
Hasta entonces, Washington defiende que solo la armada de EE. UU. puede garantizar la libertad de navegación en esas aguas, que incluyen algunas de las más importantes rutas de navegación del mundo.
Sin embargo, el conflicto más grande gira en torno a la emergencia de China como potencia regional y la insistencia de Estados Unidos en la vigilancia del Pacífico. También implica el sistema de reglas e instituciones internacionales que Washington y sus aliados elaboraron después de la Segunda Guerra Mundial.
El presidente de China, Xi Jinping, se ha quejado en repetidas ocasiones de que este sistema favorece a América e impide que China ocupe el lugar que le corresponde como la potencia dominante de Asia. Y ahora que la economía de China se está desacelerando, Xi se encuentra bajo una mayor presión doméstica para encontrar otras formas de demostrar los avances de China bajo su dirección.
Una buena forma de hacerlo sería conseguir el control sobre el Mar del Sur de China después de más de un siglo de dominación extranjera. Sin embargo, fracasar en el intento podría poner en peligro su liderazgo.
China afirma que su pretensión sobre el Mar del Sur de China se remonta a miles de años. Pero los historiadores creen que el conflicto comenzó hace 130 años, cuando varios países europeos tomaron el control de la vía marítima.
Durante el siglo siguiente, el mar formó parte de la Indochina francesa, entonces Imperio del Japón, y después de la Segunda Guerra Mundial, la Marina de EE. UU. tomó el relevo para vigilar la zona. Pero en la década de 1970, fueron descubiertos pozos de petróleo y gas bajo el lecho marino, lo que provocó que Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei y Taiwán reivindicaran sus propios derechos. Desde entonces estos países se han apoderado de 45 islas. Desde 2012, China ha ocupado siete bancos de arena y los ha convertido en islas artificiales con pistas de aterrizaje y defensas antimisiles.
"La historia importa", dice Fu Ying, exembajadora en Gran Bretaña y ahora portavoz de la Asamblea Popular Nacional, el parlamento chino. Al rememorar las invasiones extranjeras de China, que empezaron en la década de 1840 con Gran Bretaña tomando el control de Hong Kong y acabaron con la brutal ocupación japonesa de China antes y durante la Segunda Guerra Mundial, esta ha destacado que los chinos son muy conscientes de la humillación que el país ha sufrido en el pasado. Fu dice:
"El pueblo no va a permitir que perdamos territorio de nuevo. Ya hemos perdido suficiente".
Con el fin de evitar un conflicto armado, Barack Obama ha respondido permitiendo que Pekín opere en el Mar del Sur de China mientras que establece relaciones militares y económicas con los vecinos de China con la esperanza de debilitar su influencia. Y a pesar de las repetidas promesas del gobierno de navegar continuamente por las aguas en disputa, ha evitado hacerlo la mayoría de veces.
"Hemos tenido mucha presencia en el Mar del Sur de China, pero en áreas que no son reclamadas por nadie", dice Bryan Clark, veterano de la Marina retirado que en el pasado sirvió como asistente especial del jefe de operaciones navales.
Los críticos de Obama, entre ellos el senador republicano de Arizona, John, afirman que estos viajes no intrusivos podrían ser interpretados fácilmente como un reconocimiento de que las demandas de China son válidas. McCain y otros han pedido a Obama una posición más firme con China y que lleve a cabo operaciones más agresivas en las aguas en disputa.
Los vecinos de China, como Vietnam y Filipinas, también han instado a Obama a ser más agresivo, y han ofrecido el uso de sus bases a las fuerzas estadounidenses. Pero hay un límite que Washington no quiere traspasar. Aunque les molesta el acoso de China, el país asiático es el mayor socio comercial y una importante fuente de financiación para proyectos de infraestructura como carreteras, ferrocarriles y puertos.
Bilahari Kausikan, un importante diplomático de Singapur, destaca que los pequeños países del sudeste asiático deben buscar la forma de apañárselas con ambos países. "No vemos nada contradictorio en intentar hacer las cosas bien con ambos países", dice.
La administración de Obama se está preparando para momentos difíciles este verano, cuando un tribunal internacional de La Haya se pronunciará sobre la oposición de Filipinas a la demanda de China sobre el Mar del Sur de China.
Se espera que la decisión no favorezca a Pekín, que ha declarado que no aceptará ninguna decisión del tribunal. China dice que está dispuesto a hablar directamente con Filipinas, así como con los demás países que también reclaman territorio – una posición que brindaría a Pekín una clara ventaja sobre sus vecinos más pequeños.
EE. UU. quiere que China negocie con estos países colectivamente, y Pekín ha dicho a Washington que no es asunto suyo. El viceministro de Relaciones Exteriores de China, Liu Zhenmin, dijo durante una reunión con un pequeño grupo de reporteros estadounidenses y británicos que visitaron el país en mayo:
"En nuestra opinión, EE. UU. está alimentando la disputa y utilizándola para traer sus fuerzas de nuevo al Pacífico".
Para las autoridades de Estados Unidos, la gran pregunta es cómo reaccionará China a una decisión desfavorable. Algunos temen que Pekín intensifique sus operaciones de recuperación de tierras. A otros les preocupa que restrinja el espacio aéreo sobre el Mar del Sur de China y empiece a interceptar aviones no identificados, una política que le obligaría a enfrentarse a los vuelos espías estadounidenses. O podría pasar algo incluso peor. Un funcionario de EE. UU. que ha pedido mantener el anonimato, dice:
"El ejército chino está instando a los líderes a que le dé luz verde para pisar el acelerador y demostrar su poder".
Obama ha advertido a Xi de que esas medidas darían lugar a una contundente respuesta de su país, incluyendo una acción militar. Algunos expertos de la región afirman que Pekín podría contrarrestar una decisión desfavorable intentando apaciguar al pueblo chino, pero que no adoptará medidas antes de septiembre, mes en el que China acoge la cumbre del G-20.
Pero después de esa reunión la disputa podría ir mucho más allá. Las autoridades estadounidenses están particularmente preocupadas por un plan de China de enviar por primera vez submarinos armados con misiles nucleares al Mar del Sur de China.
Las autoridades militares chinas defienden estas patrullas submarinas son necesarias para responder a los dos grandes movimientos militares de EE. UU.: sus planes de instalar un sistema de defensa en Corea del Sur que puede interceptar misiles disparados desde Corea del Norte y China, y el desarrollo del Pentágono de misiles balísticos con nuevas ojivas hipersónicas que pueden atacar objetivos en cualquier parte del mundo en menos de una hora.
Los funcionarios militares chinos afirman que todas estas medidas amenazan con neutralizar el arsenal nuclear chino, lo que deja a Pekín sin otra opción que recurrir a sus submarinos para tomar represalias por cualquier ataque nuclear.
Las implicaciones serían enormes. Hasta ahora, la disuasión nuclear de China se ha centrado en sus misiles con base en tierra, que no tienen combustible y permanecen separados de sus cabezas nucleares. Eso significa que los líderes del país tienen que dar varias órdenes antes de que estos misiles sean llenados con combustible, armados y estén listos para ser lanzados, lo que da tiempo para reconsiderar la decisión. Los misiles nucleares de los submarinos siempre están armados y listos para ser lanzados.
Los buques de guerra estadounidenses y chinos están operando demasiado cerca en el Mar del Sur de China. Si a esta ecuación añadimos operaciones submarinas, las posibilidades de un accidente se multiplican a pesar de los protocolos destinados a minimizar el riesgo de colisiones. Los submarinos son furtivos, y es poco probable que China proporcione su ubicación a EE. UU. Eso significa que la Marina de EE. UU. enviará más barcos de espionaje al Mar del Sur de China para intentar localizar los submarinos.
"Con la Armada de EE. UU. cada vez más presente en la zona, existe la posibilidad de que se produzca un incidente", dice un funcionario chino de alto rango, que prefirió mantener el anonimato debido a la sensibilidad de la información.
La guerra entre una China en ascenso y EE. UU. no es inevitable, siempre y cuando ambas partes estén dispuestas a hacer concesiones. Xi dijo lo mismo durante su visita a Estados Unidos el pasado otoño. Sin embargo, en una advertencia a los estadounidenses (que podría aplicarse a los pilotos de combate chinos también), añadió:
"Si los países importantes hacen errores de cálculo estratégico, podrían crear trampas por sí mismos".