¿Serán los robots la ruina de China?
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China ha atraído a fabricantes de todo el mundo gracias a una mano de obra barata. Sin embargo, la llegada de los robots a las fábricas puede ser el fin del gran atractivo del país asiático.

La oferta del fabricante de electrodomésticos chino Midea Group por el fabricante alemán de robótica Kuka AG esta primavera es un mal augurio. Kuka fabrica robots especializados en el montaje de productos en fábrica - exactamente el tipo de trabajo que se ha sacado de la pobreza a millones de chinos.

Después de abrirse al mundo en 1979, China centró sus esfuerzos para aprovecharse de su enorme mano de obra barata. Desde camisetas hasta adornos de Navidad, los fabricantes chinos eran capaces de vender cualquier producto a precios muy bajos simplemente "atrayendo" a sus fábricas a otro agricultor. Todo el mundo empezó a invertir en China. Las fábricas se hicieron más grandes y mejoraron su rendimiento. Los salarios aumentaron, la pobreza se redujo, y se produjo el surgimiento y la rápida expansión de una clase media.

Todo esto tuvo un impacto muy importante en el desarrollo del país. Japón, Hong Kong, Singapur y Corea del Sur avanzaron casi de la misma forma: comenzando con productos simples, tales como prendas de vestir y textiles, y avanzando hasta la electrónica y otros productos y servicios innovadores. Conforme los trabajadores ganaban más experiencia y conocimiento, las economías de estos países se diversificaron y sus ciudadanos aumentaron su poder adquisitivo.

¿El fin del modelo?

A día de hoy, muchos países en desarrollo siguen confiando en este modelo. El problema es que la incursión de los robots podría acabar con él.

¿Nos van a dejar los robots sin trabajo?

A pesar de la desaceleración del crecimiento mundial, las ventas de robots industriales crecieron un 12% entre 2014 y 2015, y se han multiplicado por cuatro desde 2009. A medida que los robots reducen sus precios y mejoran sus prestaciones, las ventajas de contratar a un trabajador de baja calificación comienza a desvanecerse.

Cualquier trabajador tendrá dificultades para competir con la productividad de un robot, por no hablar de su mínimo margen de error y otras ventajas.

En otras palabras, antes los países más pobres podían atraer a los grandes fabricantes ofreciéndoles una mano de obra barata. Sin embargo, ahora estas ventajas están desapareciendo en la era de la robótica. Un robot tiene el mismo precio en China, EE. UU. o Madagascar. Esa es la razón por la que Adidas ahora fabrica zapatos en Alemania en una fábrica automatizada más cercana a sus clientes y libre de los riesgos, los costes y la complejidad de una larga cadena de suministro.

No es el único. Los países ricos están empezando a fabricar todo tipo de productos en su propio territorio, desde ropa hasta electrónica. Wal-Mart quiere devolver en los próximos 10 años a EE. UU. la fabricación de productos por un valor de 50 mil millones de dólares, basándose en una mayor velocidad y un menor coste como principales ventajas competitivas.

Las implicaciones de este cambio no deben subestimarse. Los días de un crecimiento de casi 2 dígitos en el comercio internacional podrían haber llegado a su fin. El comercio ha crecido históricamente dos veces más rápido que el PIB, pero se ha estancado en los últimos años, dejándolo un 15% por debajo de lo esperado, según el Instituto Peterson de Economía Internacional. Es bastante posible que este se haya estancado permanentemente.

En esta nueva realidad, habrá que reescribir los planes de desarrollo de los países más pobres. Sin embargo, la forma de hacerlo no está del nada clara.

Uno de los pasos podría consistir en la inversión en el "salto tecnológico". Los teléfonos móviles son un ejemplo muy claro de este fenómeno: gracias a los teléfonos móviles, los países más pobres han sido capaces de disfrutar de todas las ventajas de los teléfonos sin el gasto de instalar líneas terrestres. Es posible que en la era digital otras tecnologías sigan el mismo camino. China se ha convertido en el mayor comprador de robots industriales del mundo con la esperanza de que estos le ayuden a dar el salto tecnológico.

Dentro de poco los robots dejarán a las personas sin trabajo

Sin embargo, esta tecnología no servirá de mucho sin una mano de obra cualificada. Una fábrica de robots requerirá un mínimo de mano de obra poco cualificada, pero necesitará ingenieros y expertos informáticos. Invertir en educación - no solo en programación, sino también en la capacidad de cambiar entre productos y crear nuevos más rápidamente que sus competidores - será fundamental. Los países en desarrollo también deben considerar programas para atraer mano de obra cualificada. China e India, entre otros, han abierto oficinas para atraer a trabajadores que habían abandonado el país para trabajar en países más ricos. Invertir en las personas será cada vez más importante, la cuestión es si los gobiernos podrán permitírselo.

Por último, los países que están intentando impulsar el crecimiento podrían mejorar la gobernabilidad del país y sus políticas nacionales. Si el comercio disminuye, tendrán que estimular los flujos de inversión directa. Si necesitan trabajadores cualificados, tendrán que relajar sus políticas laborales para atraer a inmigrantes preparados. En resumen, tendrán que solucionar sus propios problemas.

Nada de esto es fácil. Y puede que no estén a la altura del desafío. Sin embargo, los robots están ya aquí, de una forma u otra. Los países en desarrollo son los menos preparados para este cambio – y son los que más tienen que perder.

Fuente: Bloomberg

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