Seguramente seas de los que piensan que el esfuerzo es lo único que te puede llevar al éxito. Sin embargo, la suerte también cuenta.
El corazón de Robert Frank se detuvo mientras jugaba al tenis en una fría mañana de sábado en Ithaca, Nueva York. Las repentinas paradas cardiacas – un cortocircuito en la señal eléctrica del corazón – son la causa de muerte del 98 por ciento de sus víctimas, dejando a la mayor parte de quienes las sufren secuelas permanentes.
Sin embargo, dos semanas más tarde Frank volvía a la pista de tenis.
¿Cómo fue esto posible? Unos metros más allá de donde se desplomó Frank se había producido un accidente de coche al que habían acudido dos ambulancias, pero al tratarse de daños menores solo se necesitó una. La otra ambulancia, estacionada a unos ocho kilómetros, asistió a Frank en pocos minutos.
“Estoy vivo ahora de pura chiripa”, afirma Frank, un profesor de economía de la Universidad de Cornell de 71 años. O se puede decir que es un milagro. Sea como fuere, Frank no puede creer que sobreviviera ese día. Llámese casualidad o la providencia divina, consiguió ayuda. Nueve años más tarde sigue debatiéndose con la idea de suerte, que, aplicada a su campo de economía, le llevó a un territorio peligroso: la riqueza.
Es mencionar suerte y dinero en la misma frase, afirma, y uno se prepara para lidiar con la “furia desenfrenada”. La Senadora Demócrata de Massachusetts Elizabeth Warren y el Presidente Barack Obama fueron ridiculizados por sugerir que los norteamericanos ricos debían estar agradecidos por lo que Obama llamaba “este sistema norteamericano que os ha permitido prosperar”. Incluso referirnos a los ricos como “los más afortunados entre nosotros” – como yo mismo hice hace unos meses – puede provocar las reacciones más enfurecidas. Frank comenta:
“Hay gente a la que simplemente no les gusta pensar que no lo han conseguido todo por sí mismos”.
Apacible y discreto, su idea no es decir a los ricos “no habéis hecho nada”, como dijo Obama (y probablemente lamentó). El último libro publicado por Frank, Success and Luck: Good Fortune and the Myth of Meritocracy, es un estudio con diplomacia. Una combinación de autobiografía e investigación académica que desata la polémica de que todos nosotros - incluidos los ricos - viviríamos mejor si reconociéramos que la suerte nos puede llevar al éxito.
Sí lo habéis hecho - casi todo
En primer lugar, Frank quiere dejar claro que has hecho mucho-la mayoría. Bill Gates, Warren Buffett o cualquier otra persona de éxito, no es que solo hayan tenido suerte. “Está claro que muchos de los grandes triunfadores en el mercado tienen un extremado talento y son muy trabajadores”, escribe.
De hecho, un primer requisito para el éxito en muchos campos puede ser un fuerte rechazo a creer en la suerte. La idea de “labrarte tu propia suerte” es una gran motivación aunque no hay nada que te mate más las ganas que sospechar que el juego está amañado. La realidad, sin embargo, es que la suerte no importa. Es difícil darte cuenta de que las cosas van bien en tu vida: Frank dice que es como correr con viento de cola o en contra.
Es más fácil de entender si observamos las estadísticas globales: los investigadores han observado que en las ligas de hockey profesional, el 40 por ciento de los jugadores nace durante los primeros tres meses del año, mientras solo el 10 por ciento nace en los meses de octubre, noviembre y diciembre. Frank afirma que la razón es seguramente que el 1 de enero es la fecha límite de nacimiento en los equipos de hockey juveniles, y los mayores acaban con una ventaja de por vida sobre sus compañeros. Se ha observado un fenómeno similar entre los CEO. Un tercio de los presidentes ejecutivos menos de lo esperado casualmente, nacieron en junio y julio. Los chavales que nacen en verano tienden a ser los más jóvenes de la clase cuando comienzan la escuela.
Puede que la influencia de la fecha de nacimiento – ciertamente algo fuera de nuestro control – sea pequeña en el gran entramado de la riqueza y el éxito en nuestro futuro. Pero incluso las personalidades más brillantes del mundo pueden destacar coincidencias que les hayan proporcionado grandes ventajas. Frank menciona a Gates, de 60 años: A pesar de haber nacido en los 60, el cofundador de Microsoft (NASDAQ: MSFT) resulta que asistió a una escuela diferente que ofrecía a sus alumnos un acceso ilimitado a los ordenadores.
O pensemos en el actor Bryan Cranston. Tras décadas siendo un respetado actor de cine y televisión, la serie Breaking Bad convirtió a Cranston, con ahora 60 años, en una verdadera estrella. Aunque Frank puntualiza, Cranston estuvo a punto de no conseguir el papel de protagonista en la serie, Walter White. El papel fue previamente rechazado por John Cusack y Matthew Broderick antes de que los productores decidieran ofrecérselo a Cranston, de menor popularidad. El actor afirmó:
“Se puede tener talento, perseverancia, paciencia, pero sin suerte no tendrás nunca una carrera de éxito”.
¿Habrían conseguido Cranston y Gates riqueza y fama sin estos golpes de suerte? Por supuesto que podría ser posible, pero la tesis de Frank es que nuestra economía está cambiando de forma que se amplía el papel de la suerte a la hora de marcar la diferencia.
Los triunfadores en todos los mercados
Frank se ha dedicado a examinar durante más de 20 años el aumento de gente que siempre triunfa en todos los mercados – campos donde se produce una feroz competencia económica en los que solo unos pocos se llevan a casa todos los premios. Según indica Frank, la economía se está empezando a parecer cada vez más a los deportes o la música, donde hay millones de competidores y a los ganadores se les paga miles de veces más que a los que van en segundo puesto.
Da también el ejemplo del humilde contable de barrio. En el siglo XX, los típicos contables competían contra rivales cercanos. Si se trabajaba mucho se tenía la oportunidad de hacerse con los clientes más rentables de la ciudad. Hoy en día, estos contables de barrio se enfrentan a una competencia mucho mayor: sofisticadas empresas mundiales que pueden abalanzarse y acaparar a los más grandes clientes. La elaboración de los pagos a hacienda, un básico de la contabilidad, ha sido en su mayoría absorbida por dos grandes jugadores - H&R Block, que realiza el trabajo en contacto personal, y TurboTax online.
Frank menciona que “la tecnología ha ayudado a que los mejores extiendan sus dominios en el ámbito geográfico”.
Al principio, TurboTax era solo un número de programas de software fiscal en el mercado, pero al igual que ocurrió con los motores de búsqueda y las páginas de redes sociales, consiguió aumentar rápido su clientela, extendiendo así sus ventajas competitivas. TurboTax ahora domina la elaboración de los pagos a hacienda – una sola compañía ha sustituido a miles de contables locales.
En este ámbito en el que los triunfadores en todos los mercados son siempre los mismos, la suerte puede jugar un gran papel. Frank hizo una simulación que muestra lo siguiente: Imaginemos un concurso en el que los participantes obtienen una puntuación aleatoria que representa su capacidad. En este simple escenario gana la persona más cualificada. Cuantos más competidores haya, más alta será la puntuación que podrá obtener el ganador.
Ahora se asigna aleatoriamente a cada participante una puntuación para la “suerte”, introduciendo así mayor probabilidad. Pero esa puntuación solo puede afectar mínimamente al resultado final, en solo un 2 por ciento en comparación con el 98 por ciento asignado a la capacidad. Esa pequeña probabilidad es suficiente para inclinar el concurso al lado contrario de los más capacitados. En una simulación de 1.000 participantes, la persona con la mayor puntuación por capacidad solo se imponía al resto el 22 por ciento de las veces. Cuanta más competencia haya, más difícil es que solo predomine la capacidad. Con 100.000 participantes, la persona más capacitada solo gana un 6 por ciento de las veces. Frank expone:
Ganar un concurso con muchos participantes exige que casi todo vaya bien y esto, a su vez, significa que aunque la suerte cuente solo una pequeña parte en todo el proceso de participación, es raro que no haya al menos un ganador que tuviera mucha suerte.
El hecho de que un triunfador acapare todos los mercados puede terminar creando enormes diferencias de riqueza entre los que tienen suerte y los que no. Las personas – inteligentes, persistentes pero sin suerte – luchan, mientras que las que tienen igual talento (o incluso algo menos) y son muy trabajadoras pueden tener un golpe de suerte y ganar millones o miles de millones de dólares.
¿Cómo hacer para que todo sea justo? Imagínate
No podemos controlar nuestra suerte, de manera que ¿qué más podemos hacer? Frank sugiere que la única solución es invertir más en educación e infraestructura y todo lo demás que sabemos que pueda ayudar a la gente a triunfar. Dice que cuanto más gastemos en estos bienes públicos habrá más gente que pueda tener suerte. Por supuesto, esto implica impuestos más altos. Pero Frank, siempre diplomático, asegura que esto no va a perjudicar a los ricos tanto como ellos temen.
¿Qué preferirías conducir, un Porsche de 150.000 dólares por una autopista bien cuidada o un Ferrari de 333.000 dólares por carreteras llenas de baches? Pregunta. La pregunta destaca un par de cuestiones. En primer lugar Frank argumenta que todo el mundo se beneficiaría si invirtiéramos más en el bienestar público general, incluidos los ricos.
En segundo lugar, tenemos que analizar mejor la diferencia entre un coche de 150.000 dólares y otro de 333.000 dólares. El aumento en la concentración de riqueza en la cima del espectro económico ha provocado una competencia feroz por los artículos más lujosos. “No es que existan celos o se quiera ser más que el del al lado”, comenta Frank. Lo que ocurre es que nuestras expectativas se han disparado – lo rápido que deber ser un coche, lo grande que tiene que ser una casa, o lo sofisticada que puede llegar a ser tu boda. Es complicado organizar una recepción de 4.000 dólares si el resto de tu círculo social se gasta 100.000.
Frank nos compara con los alces macho que han desarrollado enormes cornamentas solamente porque les proporciona una gran ventaja para vencer a sus adversarios. Si este animal pudiera reducir su cornamenta de repente, podría andar con más comodidad por los bosques y escapar de los depredadores, pero los alces machos están anclados en una “carrera de armamentos posicionales”.
La política fiscal podría ayudar a reducir esta inútil competencia, al menos para los seres humanos, según comenta Frank. Propone un impuesto progresivo sobre el consumo, que se impondría al gasto concediendo pausas fiscales por el dinero ahorrado. Seguramente los ricos pagarían más impuestos, pero no sería tan perjudicial como ellos creen. Si todos los que están en tu tramo de impuesto sobre la renta también deben más al Servicio de Impuestos Interno, aún mantendrás tu “posición relativa” en la jerarquía.
Los que más triunfen todavía se podrán permitir los mayores lujos – las casas en primera línea de costa, la primera fila de asientos, la alta costura – pero se sentirán menos presionados a gastar y habría una menor competencia por los bienes de lujo menos comunes.
Frank es muy consciente de que este argumento es difícil de vender, pero ciertos puntos de vista pueden ayudar: Sostiene que el consenso político se puede cambiar con rapidez si se ofrecen buenos argumentos. Así que quiere pasar el resto de su vida – los años de más que ganó hace nueve en aquella pista de tenis – explicando lo bien que estaríamos si reconociéramos nuestra suerte. Frank indica:
“El hecho de que no exista absolutamente nadie es astronómicamente improbable. El hecho de que estás aquí, viviendo, respirando y disfrutando de una puesta de sol rompe todas las reglas de la probabilidad”.