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22 de Diciembre de 2016

Cómo Rusia ha tomado el lugar ocupado durante mucho tiempo por Estados Unidos en la mente de muchos en Oriente Medio: una potencia imperialista dirigida a la guerra contra los musulmanes y el Islam.

Con la entrada en la guerra de Siria el año pasado y la reciente toma de Alepo, Rusia ha logrado poner fin al estatus de Estados Unidos como la única superpotencia en Oriente Medio.

Como resultado, Moscú se ha convertido en un jugador indispensable en la región. En Europa, la ola migratoria desencadenada por la guerra siria también fortaleció el dominio de Moscú, impulsando a los partidos populistas favorables al presidente Vladimir Putin.

Sin embargo, el asesinato del embajador ruso en Turquía el lunes puso de manifiesto la otra cara de este vertiginoso éxito. A medida que la influencia de Estados Unidos ha disminuido, Rusia ha tomado el lugar ocupado durante mucho tiempo por Estados Unidos en la mente de muchos en Oriente Medio: una potencia imperialista dirigida a la guerra contra los musulmanes y el Islam.

Recientemente, no se ha producido ninguna protesta antiestadounidense en la región. Pero en medio de la agonía de Alepo, decenas de miles de manifestantes se reunieron este mes fuera de las misiones rusas desde Estambul hasta Beirut o Kuwait –dirigidos por los legisladores locales, con un mensaje claro: "Rusia es el enemigo del Islam".

El policía turco que disparó al embajador Andrey Karlov el lunes, acabando con su vida, gritaba que estaba vengando el sufrimiento de Alepo, que había sido sometido a un año de bombardeos rusos ante el régimen sirio y sus aliados chiíes que conquistaron las regiones de la ciudad controladas por los rebeldes en las últimas semanas.

El asesinato del diplomático, aunque fue condenado por los gobiernos, fue recibido con alegría en los medios sociales árabes y en los campos de refugiados palestinos. Hassan Hassan, un miembro del Instituto Tahrir para la Política de Oriente Medio en Washington, dijo:

"Rusia, sin duda, es considerada como una nueva fuerza hostil en la región. La manera en que la gente reacciona a su implicación en el diezmamiento de una de las ciudades suníes más veneradas en Oriente Medio, Alepo, recuerda a cómo Estados Unidos era visto después de ocupar Irak. Solo tiene que ver cómo el asesino del embajador ruso fue glorificado en toda la región para hacerse una idea de cómo Rusia es despreciada actualmente por la población".

Aunque Rusia se ha convertido en el foco inmediato de este ultraje, la caída de Alepo también está intensificando el apoyo de la región a los grupos yihadistas que planean ataques terroristas en Occidente, como el Estado Islámico y Al Qaeda. El legislador libanés Basem Shabb afirmó:

"Hay una sensación de que la toma de Alepo constituye una nueva etapa. El nivel de ira es muy elevado y no hay duda de que lo que sucedió allí avivará más extremismo, en Europa y otros lugares del mundo".

El asesinato de 12 personas en un mercado navideño en Berlín el lunes parece ser que fue uno de esos ataques extremistas, después de que el martes el Estado islámico asumiera su responsabilidad.

Aunque aún no se conoce al autor, la opinión pública europea ha relacionado estos ataques terroristas con el flujo masivo de refugiados que comenzó después de que la canciller alemana Angela Merkel, una de las críticas más duras de Putin en Occidente, decidiese el año pasado conceder asilo a los sirios que huían de la guerra.

Un grupo de políticos europeos contrarios a la inmigración ya ha acusado a Merkel, que se enfrenta a las elecciones el próximo año, de ser responsable de la masacre en Berlín.

El hecho de que Moscú se haya convertido en un objetivo para la yihad internacional no quedó claro hasta octubre del año pasado, solo un mes después de que Rusia desplegara sus fuerzas y aviones de guerra en Siria. Un avión de pasajeros ruso fue derribado sobre la península egipcia del Sinaí, asumiendo el Estado islámico la responsabilidad.

Sin embargo, estos días Rusia está aún más involucrada en los asuntos de la región – tanto militar como económicamente. Por tanto, la ira en torno a Rusia es también mucho más evidente y no se limita solo a los yihadistas.

Eso, por ejemplo, hace cada vez más difícil que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, llegue a un entendimiento con Putin e Irán sobre el futuro de Siria. Ankara, hasta hace poco, era uno de los enemigos más enérgicos del régimen de Assad, pero ha suavizado esta postura a cambio del consentimiento de Rusia para una operación militar turca contra el Estado islámico y las milicias kurdas en el norte de Siria. Los ministros de Exteriores de las tres naciones hablaron de Siria en las conversaciones del martes en Moscú.

Sinan Ulgen, un ex diplomático turco que ahora dirige el grupo de expertos Edam en Estambul, explicó: "Desde 2011, la narrativa del gobierno turco ha creado y alimentado a un electorado nacional que es muy sensible a la tragedia que se vive en Siria. Un enfoque de más pragmatismo político para Siria está creando frustración entre este electorado".

En Turquía y en otros lugares de la región, la opinión pública hostil implica que los representantes y las misiones rusas tendrían que fijar las mismas restricciones de seguridad que han dificultado el trabajo de los diplomáticos estadounidenses durante décadas.

Sin embargo, así como las manifestaciones antiestadounidenses y los ataques contra los diplomáticos estadounidenses no expulsaron a Estados Unidos de Oriente Medio en las últimas décadas, es poco probable que Moscú se sienta intimidado por la muerte de Karlov.

Nikolay Kozhanov, un ex diplomático ruso en Irán y profesor de la Universidad Europea de St. Petersburg explicó:

"Lo que ocurrió es un ejemplo de que el creciente papel de Rusia, su participación en áreas sensibles, implica que Rusia tendrá que aceptar mayores riesgos. Pero no llegará a ser un punto de inflexión ni conducirá a un cambio de política".

Tanto Turquía como Rusia están decididas a no permitir que el asesinato de Karlov estropee el reciente acercamiento entre las dos naciones.

El mes pasado, Erdogan incluso planteó la idea de unirse a la Organización de Cooperación de Shanghái, un pacto de seguridad que une a Rusia y China, aunque la pertenencia plena sería incompatible con Turquía que sigue siendo miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Suceda lo que suceda, los líderes regionales son muy conscientes de que Moscú ha llegado a Oriente Medio para quedarse.

La semana pasada, el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Aboul-Gheit, dijo en una entrevista: "Quieren ser tomados en cuenta, tener suficiente influencia para que no ocurra nada en la región sin su consentimiento. Y lo están consiguiendo".

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