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Parag Khanna, investigador del Centro de Estudios de Asia y Globalización de la Universidad Nacional de Singapur habla sobre por qué las grandes ciudades y las empresas se están volviendo más importantes que los países.

Las ciudades son el modo de organización social más perdurable y estable de la humanidad, superando a todos los imperios y naciones con los que han coincidido. Actualmente las ciudades se han convertido en los clústeres demográficos y económicos dominantes del mundo.

Tal y como ha señalado el sociólogo Christopher Chase-Dunn, no es la población o el tamaño territorial lo que impulsa el estatus ciudad-mundo, sino el peso económico, la proximidad a las zonas de crecimiento, la estabilidad política y el atractivo del capital extranjero. En otras palabras, la conectividad es más importante que el tamaño. Por lo tanto, las ciudades merecen un tratamiento más matizado en nuestros mapas que como simples puntos negros homogéneos.

Este mapa, extraído del nuevo libro de Christopher Chase-Dunn, Connectography, muestra la distribución de toda población mundial, en el que las áreas más densas aparecen representadas en color amarillo.

Como era de esperar, estas zonas corresponden con las megaciudades en expansión del mundo, cada una de las cuales representa un gran porcentaje del PIB nacional (indicado por los círculos más grandes), además de su papel como centro global.

En muchos países emergentes como Brasil, Turquía, Rusia e Indonesia, el principal centro comercial o financiero representa al menos un tercio o más del PIB nacional. En el Reino Unido, Londres representa casi la mitad del PIB de Gran Bretaña. Y en Estados Unidos, el corredor Boston-Nueva York-Washington y Los Ángeles representan aproximadamente un tercio del PIB de Estados Unidos.

Para el año 2025, habrá al menos 40 megaciudades de este tipo. La población de la Ciudad de México es mayor que la de Australia, al igual que la de Chongqing, una serie de enclaves urbanos conectados en China que abarcan una superficie del tamaño de Austria.

Las ciudades que una vez estaban a cientos de kilómetros de distancia ahora se han fusionado en archipiélagos urbanos, siendo el más grande de todos el cinturón de Taiheiyo de Japón, que abarca dos tercios de la población de Japón en la megalópolis Tokio-Nagoya-Osaka.

El Delta del río de las Perlas de China, la región metropolitana de São Paulo y Bombay-Pune también están cada vez más integrados a través de la infraestructura. Al menos una docena de estas uniones de megaciudades ya han aparecido. China está reorganizándose en dos docenas de megaciudades de hasta 100 millones de ciudadanos cada una. Y sin embargo, para el año 2030, la segunda ciudad más grande del mundo detrás de Tokio probablemente no se encuentre en China, sino en Manila, Filipinas.

Los aglomerados de ciudades en crecimiento de América son tan significativos como cualquiera de estos, aunque sus poblaciones sean más pequeñas. En particular, hay tres que destacan entre el resto. En primer lugar, el corredor de la costa este de Boston a través de Nueva York a Washington, DC, contiene el cerebro académico de América, el centro financiero y el capital político (lo único que falta es un ferrocarril de alta velocidad que sirva como columna vertebral para la región).

Desde San Francisco hasta San José, Silicon Valley se ha convertido en un tramo continuo de poca altura entre la I-280 y la US-101 que alberga a más de 6.000 empresas tecnológicas que generan más de 200.000 millones de dólares en PIB (si hubiera un ferrocarril que uniera San Francisco con San Diego, la costa del Pacífico de California se convertiría en el equivalente occidental del corredor del noreste. Tesla, la empresa de Elon Musk, ha propuesto un sistema de túnel de ultra-alta velocidad llamado "Hyperloop" para cubrir esta ruta).

Finalmente, el metroplex de Dallas-Fort Worth, el clúster urbano más grande del sur de Estados Unidos, alberga a gigantes de la industria como Exxon, AT&T y American Airlines en una economía más grande que la de Sudáfrica. Se espera que pronto disponga de un tren de alta velocidad que conecte con la capital petrolera, Houston.

Saskia Sassen argumenta que las ciudades grandes y conectadas pertenecen tanto a las redes globales como al país de su geografía política.

A día de hoy, las 20 ciudades más ricas del mundo han forjado un super-circuito impulsado por el capital, el talento y los servicios: albergan a más del 75% de las empresas más grandes del mundo, que a su vez invierten para expandirse en esas ciudades.

De hecho, las ciudades globales han forjado una liga propia, en muchos sentidos desnacionalizadas como los equipos de Fórmula Uno, atrayendo talentos de todo el mundo y acumulando capital para gastarse en sí mismos mientras compiten en el mismo circuito.

El auge de las megaciudades de los mercados emergentes como imanes para la riqueza y el talento regionales han contribuido enormemente a cambiar la actividad económica mundial. Según el McKinsey Global Institute, desde estos momentos hasta el año 2025, un tercio del crecimiento mundial tendrá lugar en las principales capitales occidentales así como en las megaciudades de los mercados emergentes, otro tercio en las ciudades de peso medio muy pobladas de los mercados emergentes y otro tercio en las pequeñas ciudades y zonas rurales de los países en desarrollo.

En estos momentos hay muchas más ciudades funcionales que estados viables. De hecho, las ciudades suelen considerarse como lugares más o menos independientes que forman parte de unos estados más débiles. Así es como Lagos ve Nigeria, Karachi ve Pakistán, y Bombay ve la India: cuanto menor interfiera la capital, mejor.

Naturalmente, es muy difícil, por no decir imposible, separar las interdependencias entre la ciudad y el Estado, ya sea territorial, demográfica, económica, ecológica o socialmente. Ese no es el problema. Los líderes de las ciudades y sus empresas más importantes crean zonas económicas especiales y atraen directamente a inversores con el fin de asegurarse de que sus trabajadores sean contratados y los beneficios se queden en la ciudad y no vayan a parar al gobierno central. Esa es la única soberanía que quieren.

Con el fin de evadir la congestión urbana y conectarse de una forma más eficiente con los mercados mundiales y las cadenas de suministro, han surgido nuevos distritos (a veces llamados aerotrópolis) alrededor de los aeropuertos.

Desde O'Hare en Chicago y Dulles en Washington hasta el aeropuerto de Incheon de Seúl, estos lugares se han convertido en las zonas económicas de más rápido crecimiento, poniendo de manifiesto el valor intrínseco de la conectividad.

Para las empresas que trasladan su sede a una aerotrópolis, el aeropuerto se convierte en la puerta de entrada a los mercados mundiales, mientras que la ciudad más cercana, independientemente de su tamaño, no es más que otro lugar donde vender sus productos. Recrear el mapa del mundo en función de las tres docenas de megaciudades nos da mucha más información sobre dónde vive la gente y dónde está el dinero que los mapas convencionales de 200 países diferentes.

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