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Comprar puede mejorar temporalmente nuestro estado anímico, pero el sentimiento de culpa que viene después de una compra compulsiva es con frecuencia peor. Hay ciertos trucos que nos pueden ayudar a prevenir el despilfarro.

No hay una euforia tan fuerte como la que acompaña a una compra compulsiva.

Es cierto que comprar puede mejorar el estado de ánimo, así lo muestra un estudio publicado en el Journal of Psychology and Marketing, y siempre nos puede proporcionar una alucinación mental similar al subidón producido por la droga en sus consumidores. De hecho, en un estudio de 2016 de ebates.com dirigido a 1.000 adultos americanos, el 96% reconoció haber comprado algo solo para sentirse mejor.

Pero las ventajas que produce la terapia de ir de compras son a menudo efímeras y pueden dar lugar a efectos secundarios de daño moral a largo plazo.

Las emociones negativas y la tristeza pueden dar lugar a una pérdida del propio valor, lo que a menudo empuja a las personas a comprar cuando se sienten deprimidas. El inconveniente: esas emociones negativas pueden volver acompañadas de venganza, junto con remordimiento y culpa si gastamos más de la cuenta o más de lo que habíamos planeado.

Pero puede haber formas de experimentar la euforia provocada por las compras compulsivas sin sacar la tarjeta de crédito y sin caer en la consiguiente espiral de depresión.

Alterando la conducta

“Lo que hacemos con la terapia de compras es intentar desesperadamente regular nuestras emociones”, afirma Joanne Corrigan, una psicóloga clínica afincada en Sídney, especializada en terapia dirigida a la compasión – un tipo de psicoterapia dirigida a ayudar a la gente en cuestiones de salud mental relacionadas con la vergüenza y la autocrítica. “No nos gustan las emociones que nos alteran o que nos resultan incómodas, de manera que haremos cosas breves que nos hagan sentir bien en el momento”.

Cuando nos sentimos deprimidos o ansiosos, se reduce nuestra facultad de autocontrol, lo que nos hace más propensos a tomar decisiones equivocadas. Parece que la tristeza nos lleva a pensamientos más impacientes y a un deseo de recompensa inmediata en detrimento de mayores beneficios en el futuro.

Este fenómeno fue denominado “la desgracia del miope” por Jennifer Lerner, catedrática de psicología por la Universidad de Harvard, y por sus colegas Ye Li y Elke Weber, de la Universidad de Columbia, y en su artículo de investigación sobre el tema.

Si pudiéramos entender por qué sentimos el deseo de comprar cosas cuando estamos deprimidos y por qué comprar nos hace sentir bien, ¿podríamos engañar a nuestro cerebro y provocarle sensaciones positivas sin tener que gastar?

Corrigan dice que sí. Si podemos estimular el “cerebro compasivo” – la parte que calma los sentimientos de ansiedad – entonces no tendremos que buscar de forma compulsiva esas breves ráfagas de placer.

“La parte ansiosa e impulsiva del cerebro lanza al sistema sustancias neuroquímicas como la adrenalina, el cortisol y la dopamina, pero se pueden calmar activando la parte reconfortante y asociativa del cerebro que libera endorfinas y oxitocina, y que le motivará a tener una reacción distinta hacia el mundo”, afirma.

Según el economista de la Universidad Cornell, Robert Frank, la clave para combatir el impulso de comprar cuando estamos deprimidos es el autocontrol.

Este destaca el trabajo de Walter Mischel, que dirigió el test de Stanford Marshmallow, un experimento de los años 60 sobre la psicología infantil y la gratificación retardada que buscaba el análisis del autocontrol en los niños, ofreciéndoles elegir entre una pequeña recompensa inmediata o dos pequeñas recompensas si esperaban durante un corto tiempo.

Los estudios revelaron que los niños que estaban dispuestos a esperar más por la recompensa tendían a obtener valores más altos en el futuro por ejemplo en cuestiones de SAT, en logros relacionados con la educación y en su índice de masa corporal (IMC).

En lo que respecta a un bienestar duradero, necesitamos superar el impulso hacia la gratificación inmediata, argumenta Frank.

“Se debe tener una visión más amplia de lo importante, pero ahí es donde la gente tiene mayor dificultad: en dar el suficiente peso a las cosas que ocurren no ahora, sino en el futuro”.

Usando nuestra caja de herramientas

El comportamiento impulsivo hace difícil que la gente reflexione, actúe con lógica y ejerza el autocontrol.

Nuestro cerebro está equipado con lo necesario para sentirnos contentos, felices si nos centramos en sentimientos de agradecimiento y compasión, afirma, sin tener que recurrir al consumo.

David DeSteno, un catedrático de psicología de la Northeastern University de Boston, ha pasado décadas investigando sobre los efectos que las emociones positivas ejercen sobre la toma de decisiones y su estudio sugiere que simplemente sintiéndonos agradecidos podemos cambiar nuestra forma de actuar.

En su Laboratorio Social de Emociones, DeSteno ofrecía a los participantes la opción de recibir de forma inmediata 30 dólares o 70 dólares en un plazo de tres semanas. Las personas que poseían sentimientos de agradecimiento eran capaces de superar el deseo de la gratificación instantánea y elegían la última opción.

Otro tipo de impulso

Durante el seguimiento que DeSteno realizaba de la gente a lo largo de las semanas, aquellos que experimentaban agradecimiento regularmente eran más capaces de resistirse al impulso de comprar y tenían un mayor nivel de autocontrol.

“Al tener sentimientos de agradecimiento, no solo puedes resistirte al deseo incontrolado de hacer una compra compulsiva, sino que puedes llegar a tener exactamente la misma sensación que te produce el comprar algo. Y es que es una experiencia placentera que además nos hace valorar el futuro y tener un mayor autocontrol”, comenta.

Puede ser tan sencillo como pensar en algo por lo que sentirse agradecido por pequeño que pueda ser, comenta.

Añade que si nos centramos en las mismas cosas una y otra vez, estas perderán su poder de influencia. Sin embargo, aconseja tomarse regularmente “un tiempo para pensar en las pequeñas cosas que nos pasan: alguien que nos dejó pasar delante en la cola, o alguien que nos mostró algún tipo amabilidad”.

Afirma que, algo como ayudar a los demás, dejar tus cosas para echar una mano a un colega en el trabajo, establece un ciclo de refuerzo del agradecimiento.

Devolviendo un favor

Si la acción de comprar es todavía insuperable, gastar de forma altruista puede reportar sus beneficios.

Elizabeth Dunn, catedrática de psicología en la Universidad de Columbia Británica, estudia las conexiones que existen entre la felicidad y el dinero. Dirigió un estudio en Canadá y Uganda en el que le daba a la gente una pequeña suma de dinero y a un grupo le pedía que lo gastaran en ellos, mientras que a otro le pedía que lo emplearan en otra persona.

Los que compraron algo para otra persona experimentaron un sentimiento duradero de bienestar, según mostró el estudio, en comparación con los que se lo gastaron en ellos mismos.

“La gente se sentía bastante más feliz cuando miraba atrás y recordaba los tiempos en los que compraban cosas para los demás, más que cuando gastaban para ellos mismos”, según comentó en una reciente charla en TEDx.

De manera que la próxima vez que usted sienta una imperiosa necesidad de comprar compulsivamente, piense en algo por lo que se sienta agradecido; si eso falla, piense en comprar algo a alguien.

Los beneficios que perduran de esas acciones pueden suponer un avance en la mejora del autocontrol.

“Cuanto más agradecido se sienta en su vida diaria”, afirma DeSteno, “más capacitado estará para controlarse y resistirse a las posibles tentaciones que puedan surgir”.

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