El apogeo del cartel de Cali se produjo a mediados de la década de 1990, justo después del asesinato de Pablo Escobar. Controlaban alrededor del 80% del mercado mundial de cocaína y blanqueaban miles de millones de dólares.
El jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar, vio su vida acabada el 2 de diciembre de 1993, pero su reputación de brutal y prolífico narcotraficante ha perdurado.
Aunque reinó durante años en el submundo colombiano, no era el único en la ciudad. Entre sus rivales gobernaba el cartel de Cali, con su sede en la ciudad del mismo nombre al sur de la fortaleza de Escobar situada en Medellín, y dirigido por dos hermanos, Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela.
Pablo Escobar con su hijo frente a la Casa Blanca
Se sospecha que los dos carteles cooperaron en cierta medida en los 80, organizando un grupo armado para combatir a los secuestradores y trabajando para estabilizar el mercado de la droga y dividir el territorio en EE .UU. – el cartel de Medellín tomó Miami y Florida del Sur, mientras que el de Cali controlaba Nueva York y zonas del noreste.
Pero permanecían como rivales y los dos carteles libraron una cruenta lucha territorial en Colombia, incluso cuando Escobar y sus socios lideraban la guerra contra el estado colombiano para esquivar el arresto y la extradición.
Los líderes del cartel de Cali lo intentaron todo para asesinar a Escobar, contrataron a mercenarios en un intento fallido de asesinato en 1989 y apoyaron, según se informó, a un grupo paramilitar que persiguió al cartel de Medellín hasta la saciedad a principios de los 90.
Pablo Escobar, poco después de ser asesinado en Medellín, Colombia, el 2 de diciembre de 1993
Al igual que Escobar, los narcotraficantes de Cali habían estado operando desde los 70, pero su organización no alcanzó su cima hasta después de su muerte. En la cúspide de su poder, envió cientos de toneladas de cocaína a EE. UU. y blanqueó miles de millones de dólares con dinero del narcotráfico. Según las informaciones, el cartel era responsable del 80% del tráfico de cocaína mundial a esas alturas.
Igual que los rivales en otras industrias, los líderes del cartel de Cali aprendieron del ascenso y la caída de Escobar.
“Lo que observamos fue que el cartel de Cali había aprendido del de Medellín a no cometer este tipo de errores”, comentó en el podcast The Cipher Brief, Javier Peña, un agente de la Administración para el Control de Drogas de EE. UU. que trabajaba en los dos casos, Escobar y el cartel de Cali.
“Por ejemplo, llamé al cartel de Medellín 'el salvaje oeste'; el cartel de Cali tenía más bien un formato de negocio. Estaban mejor organizados; sabían más de negocios. Tenían contables más sofisticados”, añadió Peña, que fue interpretado por el actor Pedro Pascal en las tres temporadas de la serie de Netflix “Narcos”.
El líder del cartel de Cali, Gilberto Rodríguez Orejuela, aparece rodeado de los oficiales de la policía colombiana y de los guardas de prisión cuando abandona la oficina del Fiscal Federal en Bogotá, Colombia, el 6 de febrero de 1996
Gilberto Rodríguez Orejuela, apodado “el Ajedrecista”, se ganó sobre todo una reputación orientada a los negocios, ya que prefería el soborno a la violencia.
Los hermanos de Rodríguez Orejuela y sus socios actuaban como empresarios e invertían en empresas colombianas y americanas, lo que les hizo adquirir un nivel de reputación debido a su actuación (aunque siempre estaban dispuestos a recurrir a la violencia). Gilberto se denominaba a sí mismo “honrado magnate del mundo farmacéutico”, refiriéndose a una cadena de farmacias propiedad de su familia.
“En mi opinión los carteles aprendieron una valiosa lección con la violencia al por mayor impartida por Escobar, que representaba básicamente el narcoterrorismo”, comentó Mike Vigil, anterior jefe de operaciones internacionales para la DEA, a Business Insider, en una entrevista realizada este año sobre la evolución de las organizaciones criminales colombianas.
"Aprendieron una valiosa lección que consistía en que cuanta más violencia se generara contra el gobierno y los ciudadanos, más se convertían en objetivo del gobierno y de la comunidad internacional”, afirmó Vigil.
Miguel Rodríguez Orejuela, uno de los líderes del cartel de drogas de Cali, aparece rodeado de los oficiales de la policía colombiana mientras es dirigido a la oficina del Fiscal Federal de Bogotá, Colombia, en esta foto de archivo de septiembre de 1996
El “cartel de Cali era más difícil de seguir debido a la red que lo configuraba. Tenían contables más profesionales. Se habían educado en EE. UU…. y Cali también era más sofisticado en sus métodos de contrabando”, afirmó Peña.
Mientras el cartel de Medellín era conocido por el contrabando en masa, sobre todo con sus aviones volando hacia Florida, el cartel de Cali “escondía gran cantidad de coca en contenedores tipo cargueros metidos en cemento y maquinaria pesada, que era muy difícil de detectar”, añadió Peña. Estos métodos persisten entre los narcotraficantes en Colombia y en otros lugares.
Todos sabían que el cartel de Cali operaba “células” en las ciudades de EE. UU. – Miami, Nueva York, y Houston, sobre todo durante finales de los 90.
Había un responsable regional que lideraba la célula y contrataba subgerentes que gestionaban tareas como el transporte, el almacenaje, la distribución de las drogas y la organización de procedimientos de venta de droga.
Los oficiales de Washington ejercían presión sobre sus homólogos colombianos con el fin de derribar a los hermanos de Rodríguez Orejuela y a sus socios a primeros y mediados de los 90, tras años de lo que parecía ser una escasa acción oficial contra sus actividades.
La actividad del cartel de Cali en EE. UU. a primeros de los 90 era a veces descarada, pues usaba la violencia para proteger sus intereses en tierra americana.
Un oficial de policía revisa paquetes con contenido de cocaína en el aeropuerto internacional de Bogotá, Colombia, el 26 de agosto de 1999. La policía incautó un alijo de cocaína de 300 kilos que iba a ser enviado a México en un vuelo de Avianca
El cofundador del cartel, José Santacruz Londono, fue acusado de ordenar un asesinato por causa de un negocio fallido el verano de 1991. Ese mismo año, según se informó, ordenó asesinar a un periodista de Nueva York nacido en Cuba cuyas historias habían suscitado la ira del cartel.
“Están intentando hacer en este país las mismas cosas que hacen en Colombia”, afirmó el jefe de la DEA Thomas A. Constantine a principios del año 1995.
El periodo entre 1994 y 1995 fue especialmente preocupante para EE. UU. tras la publicación de unas grabaciones en la que se identificaba a líderes del cartel de Cali hablando de contribuciones de millones de dólares a la campaña presidencial de Ernesto Samper. Los contenidos revelados dañaron las relaciones entre EE. UU. y Colombia y causaron la retirada por parte de Washington del visado a Samper.
Los trabajadores colombianos de las empresas propiedad del cartel de drogas de Cali, protestan contra las sanciones americanas en Bogotá el 21 de noviembre de 1995. Los bancos colombianos cerraron las cuentas de empresas sospechosas por temor a las sanciones americanas
En una carta publicada en el año 2000 supuestamente escrita por Gilberto y Miguel, admitieron haber donado millones a la campaña. Los miembros de la campaña presidencial de Samper fueron finalmente condenados por el dinero del narcotráfico, pero Samper, presidente entre 1994 y 1998, fue absuelto por el Congreso colombiano.
El candidato del Partido Liberal Ernesto Samper, en el centro, celebra su triunfo en las elecciones presidenciales el 29 de mayo de 1994
Sin embargo, numerosos personajes de alto nivel del cartel de Cali fueron arrestados en 1995, incluidos Jorge Eliecer Rodríguez Orejuela en marzo, y el cofundador del cartel José Santacruz Londono en julio.
Cuando Miguel fue arrestado dos meses más tarde – lo cogieron en ropa interior antes de que pudiera esconderse en un armario secreto – el jefe de la policía nacional José Serrano comentó, "El cartel de Cali ha muerto hoy".
Los carteles de Medellín y Cali continuaron existiendo de alguna forma en los años posteriores tras el deceso de sus respectivos líderes, pero las organizaciones criminales colombianas continuaron evolucionando en respuesta a un mercado del narcotráfico en proceso de cambio y a la continua presión de las autoridades.
En 1997, los oficiales americanos afirmaron que había más operativos de carteles que nunca en Florida del Sur y que los niveles de cocaína que entraban en la zona eran más altos que nunca.
Un portavoz de la DEA llamó Miami “a las sedes norteamericanas de los carteles sudamericanos” a principios de 1997.
Cocaína incautada por la Guardia Costera de EE. UU. en Miami
En Colombia, el reino de las grandes jerarquías de los carteles ha dado paso al de los grupos paramilitares, que fueron finalmente sustituidos por más grupos de delincuentes o “bandas criminales”, más compartimentadas, dispersas y autónomas que sus predecesores.
"El submundo de los delincuentes en Colombia se asemeja mucho al crimen organizado tradicional auspiciado, por ejemplo, por Carlo Gambino, en el que intentan permanecer invisibles”, Vigil comentó a Business Insider.