Las criptomonedas no son un sustituto del dinero o los bancos, sino el combustible para un nuevo tipo de economía que está emergiendo ante nuestros ojos, y las autoridades deben comprender que el futuro está ahí. Si un país no compite por el capital creado por las criptomonedas, inevitablemente se quedará rezagado con respecto a los demás. Le contamos quién está a la cabeza de la carrera por el título de primer cripto-país y quién está a la cola.
No se equivoque, independientemente de si son un burbuja o no, las criptomonedas han llegado para quedarse y representarán una enorme ola de creación de riqueza que algunos estiman en billones de dólares.
La verdadera pregunta en este momento es si los países serán capaces de adaptarse a esta nueva realidad económica con la suficiente rapidez y convertirse en verdaderos cripto-países: un país donde las criptomonedas sean adoptadas, reguladas y gravadas de una forma clara y justa, donde estas impulsen sus economías, ayuden a formar capital y fuerza de trabajo y al mismo tiempo fomenten la creación de valor general. Esto, por supuesto, no ocurrirá de la noche a la mañana, pero algunos países están más avanzados, o más dispuestos a estos cambios que otros.
Los países pueden jugar con la gran idea de una moneda digital nacional, pero aún no está claro que esta vaya a ser realmente adoptada. Esto será especialmente difícil para las monedas digitales nacionales que no están descentralizadas.
Aún así, hay muchas áreas en las que los gobiernos podrían invertir en proyectos blockchain que podrían tener un impacto positivo en sus ciudadanos. Estonia, por ejemplo, es un claro ejemplo con la e-residencia o tarjeta de residencia digital, que podría estar perfectamente descentralizada y funcionar en el blockchain para que los ciudadanos tengan un fácil acceso a la misma.
Proyectos innovadores como Civic, uPort y Thekey podrían ser aprovechados para aumentar el poder de los gobiernos y los ciudadanos. Por ejemplo, las donaciones en caso de emergencias nacionales podrían hacerse en criptomonedas
Convertirse en una cripto-país es importante ya que, si su país no compite por el valor y la riqueza que generarán las criptomonedas, y si no promueve y aprovecha el talento necesario, se quedará por detrás de los demás. Algunos países "más pequeños" se han dado cuenta de esta oportunidad.
Singapur, Hong Kong, Estonia y Suiza se están convirtiendo en potencias criptográficas. Solo Suiza recaudó 500 millones de dólares de capital a través de ICOs durante la primera mitad de 2017, justo por detrás de EE. UU.
Entonces, ¿qué es necesario para convertirse en un cripto-país?
- El primer paso que debe dar cualquier país que quiera subirse a esta ola tecnológica es animar responsablemente - y no solo advertir - a sus propios ciudadanos a poseer criptomonedas. La forma de hacerlo es dar ejemplo. Poseer criptomonedas es el primer paso para entenderlas, y desmitificar toda la prensa negativa (que a veces es merecida) que rodea a la industria. Los gobiernos deberían animar a sus oficinas y funcionarios a poseer carteras de criptomonedas, e incluso proporcionarles algunos activos para que aprendan cómo funcionan.
- Luego, los gobiernos tendrán que reforzar sus capacidades tecnológicas, su personal técnico y sus presupuestos, así como hacer grandes inversiones en futuros talentos, que todo sea dicho, tampoco es que sobren. El sistema educativo necesita formar a muchos más ingenieros en todos los campos cuanto antes posible. Los niños formados mediante juegos y aplicaciones móviles entienden mejor que nadie el valor de los activos digitales. El sistema educativo no puede ignorar esta realidad. La inversión en infraestructura para apoyar a la industria también es necesaria, por ejemplo, en electricidad (la minería de criptomonedas consume mucha energía).
- Hay que incorporar a los bancos y a los bancos centrales. Necesitan entender que no todos los negocios de criptomonedas son turbios, y que no hay nada malo en poseer un negocio de criptomonedas, siempre y cuando se respeten algunas reglas clave. Los bancos no van a desaparecer en el futuro cercano: de hecho, puede ocurrir lo contrario, ya que los bancos podrían convertirse en actores clave para los usuarios de criptomonedas, que actualmente no confían en el sistema debido a que carecen de información básica, comprensión o incluso tiempo para aprender. Las criptomonedas no son un sustituto del dinero o de los negocios de los bancos, sino el combustible para un nuevo tipo de economía que se está construyendo ante nuestros ojos.
De todas las economías desarrolladas, Japón parece estar muy por delante de todas las demás, después de reconocer el bitcoin como moneda de curso legal y mostrar su apoyo a los intercambios registrados, convirtiendo así a las criptomonedas en una oportunidad de negocio viable para sus empresarios, una inversión viable para los inversores minoristas e institucionales, pero también un verdadero activo digital popular aceptado en decenas de miles de tiendas de todo el país.
Este gobierno es un ejemplo en muchos sentidos, pero no necesariamente reproducible: Japón tiene una cultura basada en el consenso que encaja naturalmente con los principios básicos del blockchain, y el país cuenta con una larga tradición de adopción de dinero en efectivo digital y recompensas que hace que las criptomonedas sean una combinación perfecta.
En el extremo opuesto de la escala está Israel, una potencia tecnológica, pero donde los bancos hacen virtualmente imposible que los inversores pueden invertir en nada relacionado con las criptomonedas. Esto se debe principalmente a la desinformación y a la falta de un marco regulatorio claro.
Para ser justos, no todo depende de los gobiernos y de los reguladores. Otras partes interesadas también desempeñan un papel importante. Los medios de comunicación tienen que ser más responsables a la hora de informar y educar al público. La comunidad inversora, incluidos los capitalistas de riesgo, no debe menospreciar o despedir a los empresarios que acuden a ellos con proyectos de criptomonedas.
Las compañías involucradas en la industria también tienen una responsabilidad crítica: deben establecer unos altos estándares, evitar a los estafadores y, en general, ayudar al mercado y a las autoridades a entender mejor la industria.