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26 de Julio de 2018

Actualmente hay tantos white papers cuestionables que los científicos han desarrollado un rápido método para averiguar si nos encontramos ante una estafa. Le contamos por qué incluso la evaluación de un experto no es la solución definitiva y cómo solucionar esta situación de absoluta desconfianza.

En 2008, una misteriosa figura llamada Satoshi Nakamoto subió a Internet un PDF que esbozaba un marco digital que permitía gastar dinero sin la intervención de bancos centralizados.

Este envió el documento a una lista de correo de criptografía, y así nacieron el bitcoin y el blockchain. Diez años más tarde ha florecido a partir de esas 9 páginas todo un sector valorado en 300.000 millones de dólares.

Esto fue inesperado para muchos de los integrantes del mundo de la criptografía. El informático Alejandro Hevia, de la Universidad de Chile, afirma:

“Cuando oímos hablar del bitcoin por primera vez, muchos criptógrafos - incluidos yo mismo - no pensábamos que fuera a funcionar”.

Nakamoto no incluyó un análisis detallado de la arquitectura del bitcoin, como suele ser habitual en los documentos de informática revisados por pares. Y no había promocionado sus ideas a través de los canales habituales: ni en conferencias de criptografía ni en arXiv, una página web moderada donde los informáticos suben sus ideas más recientes antes de que estas sean revisadas por sus compañeros. El informático Emin Gün Sirer de la Universidad de Cornell dice:

“Preparó el escenario para la gente que llegaría después: lo escribió todo por su cuenta, lo subió a la red y esperó a que la gente lo viera”.

Actualmente existen alrededor de 1.600 criptomonedas, cada una de las cuales va acompañada de un documento en el que se explica la necesidad de su existencia. Sus inventores escriben estos llamados white papers o libros blancos con el fin de convencer a la comunidad por qué su criptomoneda es mejor a las demás y así atraer inversores.

Sin embargo, si no se ha producido una investigación formal, es raro que un white paper alcance el nivel de calidad del de Nakamoto. Algunos documentos son auténticas estafas ocultas tras un lenguaje pseudotécnico que posiblemente ni siquiera tenga sentido. Sirer dice:

“Puede que estos documentos hayan sido revisados por el amigo con el que se van de cervezas y afirmen que ha sido revisado por otro experto. Estos documentos no aprobarían el escrutinio de ningún científico”.

En un ejemplo ampliamente conocido este año, la plataforma Tron, actualmente la undécima mayor criptomoneda por capitalización de mercado, publicó un white paper que parecía ser el plagio de otros dos. En algunos casos, Tron duplicaba frases palabra por palabra, sin incluir ninguna cita. En respuesta a las acusaciones, Tron retiró el white paper y su fundador escribió en Twitter que el texto aparentemente copiado se debía a un error de traducción. (El artículo original de Tron fue escrito en chino.)

Tron no es el único ejemplo. Los white papers malos son tan abundantes que los expertos han identificado varias señales de advertencia, como cuando no incluyen ninguna cita a un trabajo anterior. Es imposible que esa brillante nueva idea no se haya basado en ningún concepto existente, dice Chris Wilmer de la Universidad de Pittsburgh, quien edita Ledger, una revista académica dedicada al desarrollo del blockchain. Hevia dice:

“El problema es que la gente está demasiado ansiosa por decir que han hecho algo nuevo”.

Muchos de los conceptos de criptografía subyacentes en el blockchain se originaron a partir de la investigación académica de los años 80 y 90, dice el informático Arvind Narayanan de la Universidad de Princeton; incluso el white paper de Nakamoto contaba con una sección de referencia.

En otras palabras, los desarrolladores de criptografía - irónicamente, una comunidad dedicada a eliminar la autoridad centralizada - podrían usar estructuras de investigación más tradicionales. Con ese fin, en 2014, Wilmer ayudó a crear Ledger, la primera revista académica dedicada al blockchain. Wilmer dice:

“Todo el mundo parecía estar entusiasmado”.

En la actualidad, Ledger recibe de dos a cuatro presentaciones de artículos a la semana, aunque la mayoría no pasa la revisión por pares. “A veces recibimos propuestas sin citas”, dice.

La revisión por pares también incluye otras salvaguardas. Los revisores tienen que canalizar sus críticas a través de un editor, por lo que a la gente le resulta más difícil expresar sus opiniones sin un razonamiento lógico sólido. Las revistas académicas también suelen exigir a los autores que declaren posibles conflictos de intereses.

Sin embargo, la revisión por pares no es una panacea. También tiene sus propios problemas: Los académicos suelen ser lentos a la hora de aceptar nuevas ideas, lo que puede acabar con innovaciones prometedoras, dice Hevia. El proceso se prolonga durante meses, a veces años. Hevia dice:

“Fue necesario bastante tiempo para que el bitcoin fuera analizado por buenos investigadores”, dice. “Si Satoshi Nakamoto hubiera esperado el análisis antes de presentar su trabajo, probablemente no se habría publicado hasta cuatro años después”.

Por lo tanto, sigue siendo útil contar con lugares informales para publicar ideas rápidamente, aunque lugares como arXiv y otros servidores académicos online podrían servir de punto medio.

La solución no será sencilla. En general, la gente debería ser más transparente sobre sus conflictos de intereses, dice Wilmer. También cree que los investigadores no deberían desarrollar y vender ideas al mismo tiempo. Este dice:

“Cuando le dices a alguien que tienes esta gran idea, ya sospechas de ti mismo si puedes tener ganancias financieras”.

Sirer también cree que los inversores podrían beneficiarse de la contratación de consultores técnicos - estudiantes universitarios, tal vez, para investigar si las criptomonedas se basan en una informática sólida.

Para una comunidad que se enorgullece de eliminar a los intermediarios, es posible que después de todo los necesiten.

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