Vivimos en un mundo de deuda
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Los niveles actuales de endeudamiento familiar, empresarial y público son colosales. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

El crédito es «el aliento vital del sistema de comercio moderno». Estas palabras las pronunció el senador norteamericano Daniel Webster en 1834, cuando el mercado de obligaciones estadounidense comenzaba apenas a operar. Hoy en día vivimos en un mundo ahogado por la deuda. La deuda mundial de los hogares, gobiernos, empresas y entidades financieras ha pasado de situarse en un 246% del PIB en 2000 a un 286% en la actualidad. Desde que la crisis financiera estallara en 2007, la deuda en porcentaje del PIB ha aumentado en 41 de las 47 grandes economías analizadas por McKinsey, una consultora. Por cada dólar extra de producción, el mundo toma prestado más de un dólar. Cuando se sobrepasa un cierto límite, los contratos de deuda perjudican el crecimiento y hacen que las empresas y los hogares se vuelvan más vulnerables a las crisis económicas y situaciones de impago. Entonces, ¿por qué el mundo se ha vuelto adicto al crédito?

Las ansias de obtener crédito se deben a dos causas principales.

  1. El sistema fiscal favorece a los deudores. El pago de intereses de las hipotecas es deducible en alrededor de la mitad de los países ricos y en algunos emergentes, como por ejemplo India, y en general las empresas pueden deducir el coste de los intereses de su beneficio imponible en todo el mundo. Esto crea un incentivo para emitir deuda en vez de capital (por ejemplo en acciones). Alrededor de un cuarto de la totalidad de los activos que existen en el mundo en la actualidad se componen de acciones, que son mucho más flexibles que el crédito, ya que el pago de dividendos a los inversores puede eliminarse sin que esto resulte en una situación de impago por parte de la empresa.
  2. La falta de cultura financiera de las personas. Las personas sobrestiman la seguridad de los pagos fijos que la deuda ofrece ya que, como si de un corsé se tratara, enmascara las dudas de la naturaleza. También tienden a dar por sentado que el precio de los activos aumentará, sobre todo el de las propiedades inmobiliarias. Utilizar deuda para comprar activos que están revalorizándose incrementa los beneficios.

Tres poderosas tendencias mundiales han exagerado los efectos de la fiscalidad y la psicología.

  1. Los grandes exportadores. Tales países como China han ido acumulando reservas para invertir en el extranjero. Prefieren la deuda porque comprar miles de acciones en empresas extranjeras puede resultar controvertido. Alrededor del 75% del aumento de compra extranjera de obligaciones estadounidenses en 2004-08 se basó en bonos, principalmente hipotecas y valores privados.
  2. La desigualdad. Los ricos tienen que reciclar sus ahorros en el sistema financiero. Los que necesitan capital son a menudo personas con menos recursos y, en la práctica, el crédito es la única forma de obtener dinero, ya que no se pueden comprar acciones con una hipoteca subprime.
  3. La industria financiera. El incentivo provenía de la posibilidad de obtener dinero titulizando la deuda de otros. Las garantías de que los bancos son «demasiado grandes como para quebrar» también incentivan a estas instituciones a obtener créditos en sus propios balances financieros.

No existe una forma fácil de hacer que el mundo se desenganche del crédito. Un punto de partida es la reforma fiscal. Los incentivos para la obtención de crédito son reflejo de las decisiones que tomaron los políticos de alrededor de hace un siglo, que nunca se podrían haber imaginado el nivel de endeudamiento que se podría alcanzar en la actualidad. Gran Bretaña posibilitó que las empresas pudieran deducir el coste de los intereses en 1853. Las ventajas fiscales por la obtención de créditos en Europa, Estados Unidos y Reino Unido representaban el 2-5% del PIB en 2008, una cantidad superior al gasto en defensa. Debido a la reducción de los tipos de interés, este porcentaje se sitúa en la actualidad en un 1-2%.

Ahora es cuando los gobiernos tienen que actuar ya que, cuando los tipos de interés suban, aumentarán las ventajas fiscales y por lo tanto también los incentivos para la obtención de crédito.

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