La democracia es buena
Página principal Economía

¿Es posible establecer una clara relación entre el régimen político y el crecimiento económico?

El rápido crecimiento económico de China en los últimos años ha hecho que a los defensores de la democracia les salga urticaria. El crecimiento del PIB en el estado de un solo partido político, que ha estado en un promedio de crecimiento del 10% en la última década, ha dejado atrás con facilidad el PIB de sus rivales democráticos de los mercados emergentes. La India ha visto un crecimiento anual de tan solo el 6% en el mismo período, mientras que el de Brasil ha sido de solo el 2%. Algunos acusan a la democracia de ser la culpable del lento progreso de la India y Brasil, alegando que los políticos en estos lugares no pueden sentar las bases para un crecimiento a largo plazo, dado que los votantes demandan mejoras inmediatas. ¿Significa esto que la libertad y la prosperidad no pueden ir de la mano?

La idea no es nueva. En 1994, Torsten Persson de la Universidad de Estocolmo y Guido Tabellini, de la Universidad de Brescia, publicaron un trabajo que argumentaba que en las democracias, los políticos que solo buscan los votos desvían los recursos de aquellas personas que podrían utilizarlos de una forma más eficaz para, en su lugar, destinarlos directamente a los votantes en forma de prestaciones por desempleo y pensiones. Tanto esto como la parálisis política, otro aspecto poco afortunado de la democracia, tienden a ralentizar el crecimiento. Otro trabajo publicado en 1994 por Robert Barro, de la Universidad de Harvard, analizaba datos de unos 100 países antes de concluir que:

«la democracia tiene un efecto ligeramente negativo sobre el crecimiento».

Sin embargo, los detractores económicos de la democracia no lo han tenido todo a su favor. En un trabajo publicado en 2008 Daron Acemoglu, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, argumentaba que en las no democracias, las empresas con contactos usan su influencia política para dejar fuera de juego a la competencia. Por ejemplo Ucrania, que es una oligarquía, tiene una economía retrasada, en parte porque se ha excluido a los inversores de grandes áreas de la economía, como el sector del gas. Pero este no es el único problema de los regímenes represivos. Cuando las personas no tienen poder político, aumenta el riesgo de que se produzcan conflictos; por ejemplo, podemos pensar en las protestas de Hong Kong del año pasado. Esto es algo que puede espantar a los inversores. Las autocracias también tienden a escatimar recursos en educación y en sanidad, haciendo que el potencial productivo de la economía no se desarrolle.

Daron Acemoglu, junto con tres colegas, ha retomado ahora la cuestión en un nuevo trabajo, en el que se da cuenta de que comparar el impacto económico de diferentes sistemas políticos es complicado. Según una clasificación de Freedom House, un grupo en defensa de la democracia, el país «libre» medio registra un PIB por persona de 17.000 dólares, lo que representa cuatro veces más que el país «no libre» o «parcialmente libre» medio. Esto podría verse como un indicador en sí mismo, pero también presenta un problema, y es que los economistas llevan mucho tiempo razonando que los países pobres deberían crecer más rápido que los ricos, dado que pueden impulsar el crecimiento drásticamente invirtiendo tan solo un poco en educación y en carreteras, mientras que las naciones ricas han agotado estas ganancias «fáciles». Dado que los países con regímenes autoritarios son más pobres que las democracias, también deberían crecer más rápido. Si a esto añadimos toda clase de diferencias económicas y culturales, entonces desentrañar el efecto de la democracia en sí misma es complejo.

El trabajo también identifica otro problema de metodología. En los años previos a un cambio de régimen político (por ejemplo, cuando un país pasa de ser una autocracia a ser una democracia, o al revés), el crecimiento del PIB se estanca. Pero esto no es de extrañar, dado que dichas transiciones a menudo traen consigo protestas masivas o violentos golpes de Estado. Por otro lado, una economía agitada puede provocar por sí misma un cambio de régimen político con mayor probabilidad. No obstante, los investigadores por lo general han fracasado a la hora de explicar el voluble comportamiento del PIB ante dichos eventos.

Los autores han examinado los datos de 175 países desde 1960 hasta 2010 y han evaluado su grado de democracia en función de un índice que mide cosas como las elecciones libres y los controles sobre el poder ejecutivo. A continuación, han comparado las tasas de crecimiento y la libertad política, habiendo hecho ajustes previos para el extraño comportamiento del PIB durante las transiciones y para la pobreza relativa de los países no libres, entre otras alteraciones. Lo que han encontrado es que una democratización «permanente», en la que no exista una recaída en la autocracia, conduce a un aumento del PIB por persona de alrededor del 20% durante los siguientes 25 años. Cuando un país específico se encuentra en este estado de democracia, crece más rápido que cuando no es democrático (ver gráfico). Los autores creen que el motivo para esto son la mayor inversión en educación y sanidad y la menor agitación social. Tampoco hay evidencias claras que sugieran que los países pobres se benefician menos del proceso de democratización, como muchos han asumido.

Por ahora, los escépticos habrán identificado un problema. Algunos factores pueden ayudar tanto a que un país se vuelva más democrático como a que su crecimiento sea más rápido. Tomemos como ejemplo la transición de Corea del Sur hacia la democracia en 1988. En los siguientes cinco años, sus ingresos por persona aumentaron a una tasa media anual del 6%. Esto hace que la libertad política parezca un impulsor económico, pero las cosas no son tan sencillas. En los años que condujeron a la transición, la asistencia a la universidad creció muy rápido. A medida que aumentó el número de coreanos con estudios, las llamadas a un régimen democrático se hicieron más fuertes. Es decir, que una mejor educación en sí misma también puede haber dado lugar a un mayor crecimiento económico. Esto hace difícil identificar si es la democratización la que conduce al crecimiento, o si es el crecimiento el que conduce a la democratización.

Para ayudar a resolver este problema, los autores necesitan una variable limpia, una que vaya desde el sistema político hasta el resultado económico, y no al revés. Su respuesta descansa en el hecho de que la democratización en un país tiende a hacer que esta sea más probable también en un país cercano. Por ejemplo, la revolución de Túnez en 2010 fue, en parte, responsable de la de Egipto, que llegó muy poco después. No obstante, es significativo el hecho de que la política tunecina tuviera muy poco efecto en la tasa de crecimiento de Egipto. Según los autores, esto significa que la democratización de los países vecinos puede ser utilizada como representante de la democratización del propio país. Este enfoque produce resultados similares: las democracias fomentan el crecimiento.

Pero no todo el mundo se convencerá de esto. Los historiadores reclamarán que tratar de comprimir la infinita variedad de la política mundial en unas pocas variables es una tarea imposible. Al fin y al cabo, toda democracia y autocracia funciona de una manera diferente. Por otra parte, los defensores de la democracia tampoco pueden mostrarse muy satisfechos: pocos se lanzan a la causa de la autodeterminación con el fin de impulsar el PIB. Lo que sí es cierto es que la combinación de libertad y crecimiento es casi invencible.

Por favor, describa el error
Cerrar