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El acuerdo sobre el programa nuclear puede traer más problemas a la región.

Con el acuerdo conseguido en relación al programa nuclear iraní llega la pregunta de si después de 12 años de sanciones dañinas, este país que empieza a resurgir puede evitar el creciente conflicto con una Arabia Saudí más autoritaria.

La forma en la que esto se desarrolle en un Oriente Medio que está viviendo su periodo más difícil de la historia moderna depende de cómo el estado chiita de Irán utilice su nueva influencia y de cómo sus oponentes sunitas reaccionen ante los conflictos sectarios, motivados en parte por su fuerte rivalidad.

«Por lógica se podría decir que Irán se va a volver más agresivo, ya que tiene más dinero para actuar», dijo Paul Salem, vicepresidente de política e investigación en el Instituto de Oriente Medio de Washington. «Por otro lado, lo lógico sería que existiera la posibilidad de que el campo moderado de Irán convenciera al líder máximo para que normalizara las relaciones con sus oponentes y se redujeran las tensiones existentes en la región».

Las guerras, que han contado con el apoyo de Irán y Arabia Saudí, han causado 250.000 muertes desde 2011, la mayoría en Siria, y han costado miles de millones de dólares a varias economías. Entre tanta muerte y falta de seguridad, los grupos yihadistas, entre los que se incluyen el Estado Islámico, han ido cobrando fuerza y se responsabilizan a su vez de los ataques extremistas ocurridos desde Túnez a Irak.

Proceso de cambio

El acuerdo firmado el martes limita el programa nuclear de la República Islámica a cambio de poner fin a las sanciones.

Irán tiene hasta el 15 de diciembre para responder a las preguntas de doce años sobre su capacidad de desarrollar armas. Una vez que los inspectores hayan comprobado que cumplen con los requisitos, este país rico en petróleo podrá aumentar la exportación de energía, volver a participar en el sistema financiero mundial y acceder a hasta un total de 150.000 millones de activos congelados.

«Se está desarrollando una química sin precedentes en la región», dijo por teléfono Nabil Boumonsef, columnista del periódico libanés Annahar. «Esto hace que sea imposible predecir lo que pasará una vez que se haya alcanzado el acuerdo con Irán».

Aunque la reincorporación de Irán a la esfera internacional no se produzca de la noche a la mañana, el acuerdo supone un paso adelante en las relaciones entre Teherán y Washington, que han estado dominadas por la desconfianza desde que la revolución islámica de 1979 desembocara en el derrocamiento de Shah Mohammad Reza Pahlevi, que contaba con el apoyo de EE. UU.

Poco después de que el acuerdo se anunciara en la capital austriaca, el presidente iraní Hassan Rouhani intentó disipar los temores de que esto provocaría más inestabilidad en la región. «La seguridad de la región es nuestra seguridad», dijo Rouhani en su página de Twitter.

«La estabilidad de la región es nuestra estabilidad. Del mismo modo, nuestro progreso es el de la región y solo la beneficiará».

Las esperanzas de Arabia Saudí

En los Emiratos Árabes Unidos, el presidente y gobernante de Abu Dhabi, el jeque Jalifa bin Zayed bin Sultan Al Nahayan, envió un telegrama a Rouhani para felicitarlo por el acuerdo «histórico». No hubo declaraciones por parte de Arabia Saudí sobre el acuerdo. Cuando el acuerdo preliminar se firmó en abril, el rey saudí Salman bin Abdulaziz dijo que esperaba que un acuerdo final con Irán fortaleciera la seguridad y la estabilidad de la región y de otros países.

El presidente Barack Obama habló por teléfono con Salman y dijo que EE. UU. «se siente más comprometido que nunca por trabajar con sus socios del Golfo para oponerse a las actividades desestabilizadoras de Irán en la región y promover la estabilidad», según se indica en un comunicado de la Casa Blanca.

Los sauditas lideran una coalición militar contra los rebeldes chiitas en Yemen y aportan armamento y financiación a los combatientes sunitas que buscan acabar con el mandato del presidente Bashar al-Assad, aliado de Irán. El reino también acusa a Irán de fomentar la inestabilidad en Bahréin y entre la minoría chiita saudí en la zona este, rica en petróleo. Irán y sus aliados dicen que los sauditas financian a los extremistas sunitas y que están luchando contra esta situación junto a EE. UU.

Enemigo común

Según Kamran Bokhari, coautor de Political Islam in the Age of Democratization, el apoyo al grupo militante libanés Hezbollah, Assad y otros grupos árabes a los que Irán financió incluso cuando tenía problemas económicos puede aumentar con el acuerdo nuclear. La influencia de Irán más allá de las fronteras es lo que «preocupa a los oponentes de la región», dijo Bokhari. «La preocupación más inmediata no es la cuestión nuclear de Irán».

Un enemigo común de Irán y Arabia Saudí es el Estado Islámico, que constituyó su califato extremista al atravesar la frontera entre Siria e Irak hace un año. Las milicias y mandos militares apoyados por Irán han liderado los combates en el país vecino, Irak. En las últimas semanas el Estado Islámico se ha atribuido los ataques a las mezquitas chiitas en Arabia Saudí en los que murieron al menos dos docenas de personas.

Según Paul Pillar, que trabajaba en la Agencia Central de Inteligencia, con este acuerdo internacional Irán ahora puede involucrarse más en la región.

«Cuantas más formas legítimas tenga Irán de competir por ganar influencia en la región, más podrá lograrlo de forma legítima», dijo Pillar, actualmente profesor visitante en la Universidad de Georgetown en Washington. «Cuanto más se trate como país aislado y problemático, más problemas dará».

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