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Parece que no queda esperanza para los países BRICS, los que fueron en su momento los líderes de la economía mundial.

Vistos en una época como los vanguardistas al margen de los cambios económicos mundiales, las economías emergentes parecen de pronto tan vulnerables como siempre a los avances en EE. UU.

Brasil, que vio cómo su calificación crediticia se rebajaba a nivel de despojo la semana pasada, no es sino la última economía del grupo BRICS en derrumbarse frente a la fuerza del dólar, la desaceleración del comercio mundial y la perspectiva de una subida de los tipos de interés en EE. UU. Rusia se encuentra ya en recesión, muchos economistas creen que China va en camino de un «duro aterrizaje» y Sudáfrica, que logró unirse al club de los mercados emergentes en 2010, se encuentra al borde de la recesión.

De este grupo de países, a los que una vez se consideró como las brillantes balizas económicas del futuro, tan solo la India ha logrado mantenerse relativamente aislada de lo que el economista jefe del Banco Mundial Kaushik Basu describió la semana pasada como el estado «problemático» de la economía mundial.

Pero tendría que haber sido diferente

Pero no tenía que ser así. En 2009, mientras los ricos países occidentales hacían una valoración del caos producido por la crisis de los mercados financieros, China estaba poniendo en marcha un programa de enorme estímulo fiscal para fomentar la demanda e impulsar el crecimiento.

La capacidad de Pekín para reunir capacidad financiera frente a la crisis pareció subrayar el cambio de poder hacia las astutas naciones emergentes, con sus clases medias creciendo a un ritmo acelerado y ya lejos del esclerótico «viejo mundo».

«Al margen» se volvió una cualidad de moda. En lugar de estar atados al destino de los poderosos Estados Unidos (decía el dicho «Cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría»), las economías emergentes podían liberarse, crear vínculos comerciales con todos los países en desarrollo y fomentar la demanda de sus propios productos.

Pero siete años después de la caída de Lehman Brothers, el caos originado por los mercados financieros en los países emergentes ante la perspectiva de una subida de los tipos de interés en Estados Unidos, algo que podría llegar tan pronto como la reunión de la Reserva Federal esta semana, es un recordatorio de lo estrechamente ligadas que siguen estando las economías BRICS a la mayor economía del mundo, y viceversa.

El término BRICS fue acuñado por el execomista de Goldman Sachs Jim O’Neill (ahora Lord), que hace poco pasó a ocupar un puesto en el ministerio de Hacienda de la mano de George Osborne. Este economista nunca vio el ascenso de estos países como algo inevitable, pero las siglas encerraban un sentimiento de optimismo generalizado y, de hecho, China, India y Brasil, en especial, han hecho grandes progresos para sacar a sus poblaciones de la pobreza.

Aun así, en estos momentos, la doble amenaza de un dólar más fuerte, impulsada por la perspectiva de que los banqueros centrales eleven los tipos de interés en la relativamente fuerte economía de EE. UU. y la fuerte desaceleración del crecimiento de China, han hecho que las monedas de los mercados emergentes se desmoronen. Pero los efectos secundarios van mucho más allá en Brasil, que ha vinculado su destino fuertemente a cubrir la demanda de China, y en Rusia, muy afectada por la caída del precio del petróleo. Los efectos se sienten en otros cuantos países, desde Sudáfrica hasta Turquía.

Las luces de advertencia están parpadeando justo al otro lado del mundo, indicando desde un desplome del volumen de comercio y unos mercados de valores volátiles hasta una inflación en declive y unos bajísimos precios de las materias primas. Los precios del cobre, el mineral de hierro y el aluminio han caído este año.

Y la vieja sensación de bolsillos sin fondo en Pekín, que da a los políticos poder ilimitado para dirigir la fuerte economía china a voluntad, ha dado paso a la sensación de que sus políticos están tan desconcertados como lo estaban sus contrapartes occidentales durante la crisis de los préstamos de alto riesgo.

Aunque la Reserva Federal decidiera finalmente no hacer nada esta semana, cosa que bien podría suceder dado el coro de advertencias sobre los efectos colaterales para la economía mundial, parece que se avecina una época aún más turbulenta y pasará todavía un tiempo antes de que nadie proclame que el futuro pertenece a los BRICS.

China lleva mucho tiempo queriendo arrebatarle a EE. UU. la corona de potencia hegemónica indiscutible de la economía mundial. Si, tal y como Willem Buiter, economista principal a nivel mundial de Citigroup, predijo la semana pasada, China está llevando al mundo a la recesión, esto enfatizaría su peso en la economía mundial del siglo XXI, aunque quizá no de la forma que Pekín hubiera deseado.

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