¿Cuál es el problema de «Erdoganomics»?
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En el nuevo gobierno de Turquía casi nadie puede oponerse a las teorías económicas extravagantes del presidente. ¿Cómo afectará esto al país?

El mismo día que Turquía derribó un avión ruso también se formó un nuevo gobierno. Debido a que toda la atención se centra en el enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, nadie le prestó mucha atención al incidente. Sin embargo, este hecho puede ser tan importante como las sanciones económicas que Rusia puede imponer en represalia.

La estructura del nuevo gabinete ayuda a responder a dos preguntas abiertas desde que el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Recep Tayyip Erdogan volviera a alzarse con la mayoría en las elecciones de este mes: ¿Tomará Erdogan el control del sistema parlamentario en Turquía para que nadie interfiera en su mandato y gestione la economía de 800 mil millones de dólares del país? ¿Impondrá sus extrañas teorías para la política económica y monetaria?

La primera respuesta es: sí. El nuevo gabinete se compone principalmente de partidarios del presidente, lo que en algunos casos resulta bastante evidente. El nuevo Ministro de Energía y Recursos Naturales será el yerno de Erdogan, Berat Albayrak. Para 2023 Turquía tiene la intención de haber invertido 125 mil millones de dólares en el sector energético, algo bastante importante.

La respuesta a la segunda pregunta, que determinaría la política económica, es más complicada. El viceprimer ministro Ali Babacan, que condujo la política económica de Turquía con interrupciones menores desde que el Partido de la Justicia y el Desarrollo llegó por primera vez al poder en 2002, se queda fuera. En su lugar ha sido nombrado Mehmet Simsek, un execonomista de Merrill Lynch y Ministro de Hacienda desde 2009. Los empresarios turcos confían en ambos. Muchos esperan que Simsek tenga el mismo peso político que Babacan, que a menudo se resistió a las denominadas medidas «Erdoganomics».

Una de las teorías de Erdogan es que unos tipos de interés más altos conllevan inflación, algo que está completamente en contra de los fundamentos de la economía (y la evidencia empírica). También afirma que, de acuerdo con sus creencias religiosas y el principio según el cual la producción debe tener prioridad sobre las finanzas, los tipos de interés reales deben mantenerse a cero. Acusa a los disidentes de conspirar con el enriquecimiento, lo que denomina «lobby de los tipos de interés».

Ni Babacan ni Şimşek están de acuerdo con él. En gran parte es gracias a ellos que el gobernador del banco central, Erdem Bashchy ha podido resistir a la presión política de reducir los tipos de interés a niveles muy peligrosos. Ahora Bashchy ha perdido a uno de sus protectores, y en abril, termina su mandato en el cargo. Quien lo reemplacee en el banco central determinará en gran medida el destino de una economía en desarrollo, que parece haber perdido el rumbo. Emre Deliveli, economista y consultor con sede en Estambul, dijo:

«El reto es encontrar a alguien con una buena educación y habilidades, y con quien también el presidente esté de acuerdo. Si elige a alguien del entorno de Erdogan, que no tendrá competencia, el banco central perderá su independencia».

Otro aspecto importante de «Erdoganomics» es la inyección de fondos en el sector de la construcción, diseñado para convertirse en el principal motor del crecimiento económico. Esta es una razón por la que Erdogan ha desarrollado lo que él calificó una vez de proyecto «loco» con el objetivo de transformar el entorno físico en Turquía para el año 2023, lo que coincidirá con aniversario de la fundación de la república por parte de Mustafa Kemal Ataturk. El proyecto incluye un tercer puente y autovía sobre el Bósforo, un tercer aeropuerto en Estambul, que contará con la mayor capacidad de pasajeros en Europa, una ciudad nueva y un canal, que aliviará el tráfico portuario del Bósforo.

Binali Yildirim, uno de los aliados más cercanos de Erdogan, vuelve al puesto que ha mantenido desde 2007 como ministro de Transportes, Marítimo y de Comunicación marítima, para supervisar la ejecución de los proyectos. El ministro de Finanzas Naji Agba tendrá también un papel en el nuevo gabinete tecnócrata (muy leve), y el nuevo ministro de Economía, o más bien ministro de Comercio, es muy leal a Erdogan.

Al fin de cuentas será el deber de Simsek y el primer ministro Ahmet Davutoglu proteger la economía de mercado en Turquía. Este último, de acuerdo con Bloomberg News, tiene la intención de tener «mini-gabinetes» en la economía. Esto inspira confianza, porque parece mostrar que entiende el problema. El programa que presentó el miércoles incluye algunas ideas prometedoras, como la creación de un mercado laboral más flexible, pero también incluye otras que no lo son, como el apoyo a una «presidencia ejecutiva» en Turquía, lo que reforzará el poder de Erdogan.

El peligro es que, en términos de política, «Erdoganomics» tiene sentido. Una economía animada por los bajos tipos de interés y la rápida construcción: exactamente el entorno en el que Erdogan tiene la oportunidad de alcanzar sus metas para 2023 y convertir de nuevo a Turquía en un país islamista moderado, donde los conservadores religiosos hayan ocupado el lugar de las grandes familias de negocios seculares de la nación como fuerza económica dominante. En resumen, Erdogan quiere convertirse en el nuevo Ataturk, fundador de la Turquía moderna.

Los bajos tipos de interés proporcionan el crecimiento y la financiación necesaria para los proyectos de Erdogan. Los grandes contratos de construcción y energía dan al gobierno la oportunidad de redistribuir la riqueza en la dirección de sus partidarios, incluso sin correr el riesgo de acusaciones de corrupción, que Erdogan ha eliminado. Las selectivas auditorías fiscales permiten a la nueva élite de Turquía reducir la influencia y la riqueza de la vieja generación. El problema aquí, por supuesto, es que si fracasa este tipo de economía basada en un exceso de estímulos o si su desarrollo no va por el buen camino, esto condenaría a Turquía a ser una eterna economía de ingresos medios.

Muchas de estas políticas no son nuevas para el país. Antes de la llegada de Erdogan el país había sufrido durante muchos años los principios del clientelismo (tanto a favor de los negocios seculares como a nivel miliar), así como la política monetaria por motivos políticos. El resultado fueron unos niveles de inflación impredecibles y un crecimiento relativamente bajo.

Simsek, por supuesto, entiende los riesgos de volver a una política de este tipo. Pero tal vez que junto con Davutoglu sean capaces de resistirse a «Erdoganomics» sin Babacan, y se hagan con un club de inversores que les apoyen. El buen estado de la situación económica de Turquía a largo plazo depende de su éxito.

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