Sin la posibilidad de una devaluación, los dos países han recurrido al gasto público financiado con deuda para mantener los niveles de actividad y la vida económica mientras que el pueblo y sus representantes se niegan a enfrentarse a la realidad.
Algunas enfermedades atacan a las periferias antes ir a por los órganos vitales. Algo parecido está sucediendo con la crisis de la deuda europea, cada vez más cerca al núcleo. Italia y Francia ahora son especialmente vulnerables.
Los defensores argumentan que Italia y Francia son grandes naciones modernas, con un pedigrí económico envidiable. Son, respectivamente, la 13ª y 9ª economía más grande del mundo; Se estima que el producto interior bruto per cápita en el año 2014 fue de 34,500 $ y 40.400 $ respectivamente.
Tienen grandes poblaciones, una fuerza laboral preparada y productiva, una infraestructura bien desarrollada y un capital económico y social considerables. Ambos países son grandes potencias agrícolas e industriales, importantes en productos técnicos avanzados, artículos de lujo, procesamiento de alimentos, productos farmacéuticos y moda. Ambos son grandes exportadores e importantes destinos turísticos.
Francia tiene incluso una perspectiva demográfica favorable, con una tasa de natalidad por encima del nivel de reemplazo generacional, especialmente entre la población inmigrante. Son simplemente demasiado grandes como para fracasar.
Nada más lejos de la realidad
Sin embargo, Italia y Francia comparten los problemas de lento crecimiento, desempleo, malas finanzas públicas y problemas estructurales. Han tenido dificultades para llevar a cabo reformas y se están enfrentando a un entorno político cada vez más difícil.
La deuda total de la economía italiana (es decir, gobierno, hogares y empresas) es de alrededor del 259% del PIB, un 55% más que en 2007. La deuda equivalente de Francia es de alrededor del 280% del PIB, un 66% más que en el año 2007.
Francia e Italia no pueden evitar una crisis financiera en un entorno de bajo crecimiento y baja inflación. El crecimiento del PIB real tendría que ser casi dos veces las tasas actuales como para poder estabilizar y luego reducir las ratios de deuda del gobierno con respecto al PIB.
La combinación de una actividad económica débil y la baja inflación está provocando un aumento de la deuda italiana, a pesar de la austeridad y un superávit primario del 2% del PIB. Por su parte, en Francia no hay ninguna señal que vaticine un superávit en el futuro próximo.
El verdadero problema es la falta de competitividad, siendo la moneda única la causa de muchos de estos problemas.
Antes de la caída del euro de 2015, después de que el Banco Central Europeo introdujera las tasas de interés negativas y la flexibilización cuantitativa, Italia y Francia estaban haciendo frente a una moneda sobrevalorada entre un 15 y un 25%. Este problema se vio agravado por el alto nivel de apalancamiento a la tasa de cambio con el fin de ganar competitividad en las exportaciones.
Italia tiene un gearing de más del 60% de la tasa de cambio debido a la naturaleza de sus exportaciones, en comparación con alrededor del 40% de Alemania. Al ser imposible recurrir a la devaluación de la moneda para mantener la competitividad internacional, ambos países se han basado en el gasto público financiado con deuda para mantener los niveles de actividad y la vida económica.
En ausencia de un tipo de cambio favorable, Italia y Francia se enfrentan a la difícil tarea de reducir los costes internos con el fin de recuperar la competitividad.
Tal y como se ha observado en Grecia, España, Portugal e Irlanda, se trata de un proceso difícil cuyo éxito no está garantizado. Los fuertes mercados de exportación servirían de apoyo a estos ajustes. Sin embargo, el bajo crecimiento de los mercados desarrollados y emergentes, tanto en el sector público como privado, nos hace pensar que no habrá un aumento de la demanda global.
A principios de 2015, en una entrevista con la cadena de televisión estatal italiana RAI, el entonces ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, argumentó que el euro era tan frágil como un castillo de naipes. Se vendría abajo si Grecia abandonara la moneda única.
Este dijo deliberadamente a sus anfitriones:
"Algunas autoridades italianas me han dicho que contamos con su apoyo, pero que no pueden hacerlo abiertamente ya que Italia también corre el riesgo de quiebra y teme la reacción de Alemania".
Su observación de que los niveles de deuda de Italia eran insostenibles provocó una respuesta inmediata del ministro de Economía italiano, Pier Carlo Padoan, que tuiteó que las declaraciones de Varoufakis estaban "fuera de lugar". Según él, la deuda de Italia era "sólida y sostenible".
La respuesta es un reflejo de cómo Italia y Francia niegan la precariedad de su situación. No reconocen los resultados económicos, los altos y crecientes niveles de deuda, las inaceptables perspectivas fiscales y la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales.
Los miembros de la eurozona no tienen la intención de abordar ni los problemas del euro ni la incompatibilidad de la unión monetaria y la moneda única con la gestión fiscal nacional y la independencia soberana. Tanto la población como sus representantes se niegan a enfrentarse a la realidad.
Los precios más baratos de la energía, combinados con los bajos costes de endeudamiento del gobierno y la caída del euro, impulsado por las acciones del Banco Central Europeo, no podrán ocultar indefinidamente estos problemas.