El gobierno ruso ha decidido consolidar el sector petrolero del país bajo Rosneft.
La auto-realización es el proceso de darse cuenta de tu máximo potencial. La auto-privatización es cómo Rosneft (LSE IOB: ROSN) ayuda al Kremlin a pagar sus facturas. Rosneft, el gigante petrolero ruso del cual el 70% es propietario el gobierno, está llevando a cabo un proceso de privatización un tanto peculiar.
El jueves anunció que había pagado cerca de 5.200 millones de dólares por una participación mayoritaria en Bashneft (MICEX: BANE), otra empresa de petróleo y gas rusa, anteriormente propiedad del gobierno. Mientras tanto, su director ejecutivo, Igor Sechin, se ha convertido en un aliado de Vladimir Putin en el plan del gobierno de privatizar una participación del 19,5% de Rosneft, que tiene un valor aproximado de 11.700 millones de dólares en función del precio actual de las acciones. El ingenioso plan de Sechin es el siguiente: que Rosneft compre la participación él mismo. Esta privatización, en vez de inspirarnos una imagen de unos ejecutivos entusiasmados, más bien nos hace pensar en un animal comiéndose su propia cola.
Al menos la reuniones deberían ser fáciles. Si, tal y como parece, el plan de Sechin es aprobado, el gobierno acabará poseyendo el 50% de Rosneft y, directa e indirectamente, alrededor del 35% de Bashneft - aunque, puesto que el Kremlin seguirá controlando Rosneft, conservará el control efectivo de Bashneft de todos modos. A cambio, el gobierno debería recibir alrededor de 17.000 millones de dólares. Además, no hay que olvidar que Rosneft produce el 40% del petróleo ruso y es "demasiado grande como para caer". Sin embargo, puede permitirse el trato.
Según Bloomberg, la deuda neta de la compañía aumentará de 23 a 40 mil millones de dólares. La deuda neta a EBITDA pasará de 1,4 a 2,1 – claramente mayor, pero no es enorme y es probable que caiga dentro de un año si los precios del petróleo siguen subiendo. Por otra parte, con el aumento de dos dígitos de la producción de Bashneft durante los últimos dos años, Rosneft probablemente necesita el acuerdo para compensar la disminución en los campos existentes y reforzar la desaceleración del crecimiento de la producción.
Sin embargo, la aparente decisión del gobierno ruso de consolidar aún más el sector petrolero del país bajo Rosneft - y, por lo tanto, a sí mismo – es muy reveladora. Por un lado, representa un nuevo revés a las esperanzas de que las reformas económicas surtan efecto a corto plazo. Si Arabia Saudí acaba comprando al gigante petrolero del país, Saudi Aramco, el acuerdo de Moscú atraerá todavía más atención.
Esa falta de previsión se refleja en el proceso de elaboración del presupuesto de Rusia. Las finanzas del gobierno, obviamente, han sufrido como consecuencia de la caída de los precios de la energía, tal y como se hace evidente en la caída del rublo y en la disminución de las reservas de divisas del país.
Parece que ahora el gobierno va a aprobar una partida de gasto de 16,2 billones de rublos en 2017, una cantidad superior a la esperada (15,8 billones) y que ha barrido el objetivo de limitar el déficit presupuestario al 3% del PIB (esto sería incluso peor sin las privatizaciones de Bashneft y Rosneft).
Gran parte del gasto adicional será en defensa debido a los recientes conflictos en los que el país se ha visto involucrado (Ucrania y Siria) y que han afectado a los planes de asociación de Rosneft con Exxon Mobil (NYSE: XOM).. Se supone que no se gastaría mucho más. Sin embargo, si tenemos en cuenta que las elecciones se encuentran a la vuelta de la esquina (2018) y el deterioro de las relaciones con algunos países europeos, no es algo que se pueda garantizar.
Los miembros de la OPEP deberían tomar nota de todo esto. Parece que tras una larga historia de decepciones, Rusia podría resultar determinante a la hora de recortar, junto a la OPEP, la producción de petróleo para apoyar el precio.
En teoría, el hecho de que el Kremlin controle una mayor parte de la producción de petróleo debería facilitar las negociaciones. En la práctica, seguir a rajatabla el plan de Sechin cambiando rápidamente las prioridades del presupuesto y con unos déficits persistentes pondrían de manifiesto que el verdadero objetivo del Kremlim es conseguir efectivo.
Rusia podría contribuir fácilmente a un recorte de entre 100.000 y 200.000 barriles al día, especialmente si tenemos en cuenta que la producción alcanzó un máximo post-soviético en septiembre. Recortar menos del 2% de la producción a cambio de un acuerdo con la OPEP que ya ha ayudado a que el precio del petróleo aumente un 10% no parece una decisión demasiado difícil de tomar (al menos a corto plazo). Este acuerdo resultaría particularmente positivo si el cambio del sentimiento en el mercado acaba impulsando la venta de bonos futuros para financiar el déficit y reforzar la posición de Rosneft.
Sin embargo, Rusia siempre ha preferido ignorar las sugerencias de la OPEP y utilizarlas en su propio beneficio. Moscú también sabe que otros productores de petróleo se encuentran en una mala situación (por ejemplo, Venezuela) y se verán obligados a reducir la producción. De modo que ni la OPEP ni los inversores del sector deberían sorprenderse si las promesas de Rusia de recortar su producción duran muy poco o resultan ser eso, solo promesas.