5 años de guerra: la economía de Siria está en ruinas
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Debido a las actuales hostilidades, disturbios y sanciones, los empresarios locales se encuentran bajo una enorme presión que llega “desde todos los lados” - tanto por parte del Estado, como de los grupos armados, el ISIS y los criminales.

En su diminuta oficina en el mercado principal de Damasco, escondido detrás de montones de jabón de aceite de oliva y bolsas de pistachos, Abu Abdallah lamenta las dificultades de hacer negocios en una Siria devastada por la guerra.

El mayorista de alimentos, que vende ghee que obtiene de ovejas de las zonas orientales del país que están controlados por el ISIS, dice que se enfrenta a “presiones desde todos lados”.

“Del estado, de los grupos armados, del ISIS y de los criminales. Solía tardar seis horas en traer mercancías de Deir Ezzor en el este, ahora tardo dos semanas y el coste del transporte se ha multiplicado por doscientas veces – por no mencionar todos los peajes que tienen que pagarse a los hombres armados por el camino”.

Tras más de cinco años en una guerra civil que ha causado la muerte de unas 250.000 personas, enviado a 5 millones al exilio y sacado a otros 7 millones de sus hogares, la economía está por los suelos.

El régimen del presidente Bashar al-Assad, denostado en Occidente por sus brutales tácticas contra los civiles, ha perdido el control de casi la mitad del país ante diversos grupos armados, entre ellos el Estado Islámico.

5 años de guerra: la economía de Siria está en ruinas
AP Photo/Hassan Ammar, File
FOTOS: La vida nocturna de los jóvenes en Damasco

Las fábricas en áreas en poder del régimen que no han sido destruidas o saqueadas sufren cortes diarios de electricidad e la inseguridad en las carreteras. Los grupos armados y las fuerzas del régimen exigen sobornos en los puestos de control de los camioneros de todo el país. Las exportaciones de petróleo, que una vez fueron un pilar de la economía, perdieron ante el régimen desde que el ISIS arrasó la región oriental en 2014.

Las sanciones internacionales también han tenido un efecto negativo y la lira ha caído de 50 a 500 por dólar, elevando los precios y sumiendo a un gran número de personas en la pobreza.

Iyad Betinjaneh, un empresario de Damasco que dirige un conglomerado familiar que exporta e importa productos alimenticios, dice:

“La gente ha reducido el consumo porque el poder adquisitivo está disminuyendo. No podemos importar ninguna de nuestras marcas, debido en parte a las sanciones”.

Cuenta que su empresa se vio obligada a recortar su mano de obra de 700 a 450, y no ha podido llegar a las fábricas de envasado de alimentos en las zonas rurales que rodean Damasco que fueron invadidas por los rebeldes.

Samer al-Debs, jefe pro-régimen de la Cámara de la Industria de Damasco, calcula que en algunos sectores la producción se ha reducido del 50 al 60%. Se queja de que las sanciones estadounidenses y europeas han aumentado el coste de las importaciones porque los bancos se niegan a negociar con entidades sirias.

“Los dólares son difíciles de obtener y si puedes conseguirlos, no puedes usarlos para pagar las importaciones debido a las sanciones. Intentamos usar otras monedas y comerciar con naciones amigas como Rusia, Irán y países de Asia oriental”.

Los alimentos y medicamentos están exentos de las sanciones, pero los empresarios y funcionarios del régimen dicen que todavía hay dificultades para importarlos porque los bancos internacionales están tomando precauciones adicionales para asegurarse de que no aprueban las transacciones relacionadas con el gobierno o las personas sancionadas.

Humam Jazairi, ex ministro de Economía, señala al respecto:

“Los bancos internacionales han creado su propia zona de amortiguación para vigilar el cumplimiento. A los productos que se exportan a Siria se les niegan las facilidades de crédito e incluso la transmisión de pagos internacionales, por lo que no puedes pagar aun si tienes dinero”.

Agrega que los importadores recurren a redes informales, lo que ha aumentado los costes “dramáticamente”.

Las dificultades se reflejan en la escasez de algunos tipos de medicamentos, dice Ruba Mizra, farmacéutico, añadiendo que los químicos ahora dependen de las drogas de contrabando y las importaciones de Irán y la India.

“Los medicamentos contra el cáncer son escasas y aunque recibimos algunos medicamentos mediante contrabando, hay problemas, por ejemplo, con la insulina porque tiene que permanecer fría durante el transporte”, dice.

Las condiciones son más duras en las zonas del país controladas por los rebeldes. Grandes partes de Alepo, una vez un centro económico, han sido destruidas en el conflicto y 250.000 personas están atrapadas por un sitio del gobierno en la parte oriental de la ciudad.

5 años de guerra: la economía de Siria está en ruinas
AP Photo/Hassan Ammar

En el mercado de Damasco, la queja general es sobre los precios y la creciente pobreza.

A lo largo de una calle dedicada a vestimentas nupciales y a decoraciones para bodas, los clientes y comerciantes dicen que las celebraciones lujosas de matrimonios del pasado son ahora sobre todo una memoria. En una tienda, Basma y su hija, Lamia, quien va a contraer matrimonio pronto, escogen telas para un vestido de novia.

“La ropa, la fiesta, y las joyas de oro habrían sido diferentes en el pasado”, dice Basma. “Estamos haciendo menos de todo; menos ropa, menos preparaciones y nada de banquetes”.

Jazairi calcula que la inflación ha aumentado un 400% desde 2011. Un estudio de este año por parte del Fondo Monetario Internacional dice que en todo el país dos tercios de los sirios viven en la extrema pobreza – antes de la guerra, esta cifra era sólo el 12%.

Mientras compra en la sección de especias del mercado, Suha Qaddour, una madre de tres hijos, dice que su marido gana una cantidad razonable en su tienda de productos lácteos, pero la familia todavía apenas llega a fin de mes.

“Si compro las necesidades de un hijo este mes, tengo que esperar al mes siguiente para comprar las del otro. Ya no tenemos una clase media aquí; simplemente eres pobre o rico”.

Fuente: Financial Times

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