El columnista de Bloomberg Mark Gilbert habla de cómo la memoria de los desastres del pasado pueden eclipsar los problemas del futuro.
Las secuelas de la crisis de crédito de hace ocho años todavía resuenan por todo el mundo, incluyendo las tasas negativas, los balances de los bancos centrales hinchados y un mayor control del sistema financiero. Una de las consecuencias es el intento de los expertos de pagar por sus fracasos poniendo el grito en el cielo a cada oportunidad.
La escatología – la rama de la teología que estudia el fin de todas las cosas – está de moda, con todos los indicadores económicos adversos siendo un presagio de recesión. Si la inflación no llega a los valores que tiene como objetivo, eso significa un fracaso para el banco central. Si una empresa muestra problemas, es una señal de una industria que va a la ruina.
Pero hay un riesgo creciente de que los comentaristas financieros, como los analistas del mercado, inversores y periodistas, todavía tengan miedo de los ocurrido en 2008. El deseo de no volver a caer en la trampa por segunda vez, tal vez nos obliga a pasar por alto los signos de esta amenaza.
En ninguna parte es esto más evidente que en el entusiasmo para describir todos y cada uno de los ejemplos de tensión en los mercados financieros como un posible "Momento Lehman", ya sea el debacle en torno a las emisiones de gases de Volkswagen (XETRA: Volkswagen [VOW3]) o el intento de Glencore (LSE: Glencore [GLEN]) de reducir su deuda hace un año. La última excusa es la fuerte caída de las acciones de Deutsche Bank (NYSE: Deutsche Bank [DB]).
Este gráfico muestra cómo las últimas tribulaciones de la firma alemana coincidieron con la frecuencia de las referencias al colapso de Lehman Brothers durante el aniversario de su desaparición, aumentando la popularidad de la frase más allá del mes de recuerdo:
Imagínese que tiene un fondo de cobertura y su periodista financiero lo llama y le dice: “Hola, hemos oído que la gente están disminuyendo sus relaciones con el Deutsche Bank, ¿y tú?” Lo más probable es que le pida que le eche un vistazo a su hoja y decida realizar su próxima transacción o arreglo con algún otro banco, sólo para estar seguro – incluso si piensa que no tiene nada que temer. En el febril entorno actual, el riesgo de profecías autocumplida es alto y cada vez mayor.
Dicho esto, el Deutsche Bank es el único que tiene la culpa de la especulación acerca de sus posibilidades de supervivencia. Los reguladores han hecho grandes esfuerzos para reducir el tamaño de estos bancos, debido a que el estado no puede permitirse el lujo de admitir su fracaso. Pero el Deutsche Bank es aún más grande de lo que era en 2012 y ha crecido en relación al tamaño de la economía alemana.
En 2003, el producto interno bruto de Alemania fue tres veces el tamaño de los activos de su mayor banco. El año pasado, el balance general de Deutsche Bank valía más de la mitad de toda la economía alemana; dicho de otro modo, si el libro de activos de Deutsche Bank fuera el PIB de un país, podría competir con toda la producción anual de Italia:
Un banco con activos de 1,8 billones de euros (2 billones de dólares) no debería preocuparse mucho de si el Departamento de Justicia de EE. UU. lo multa con 5 mil millones de dólares, 10 mil millones o 20 mil millones. Independientemente de la magnitud de la eventual sanción, no debería ser una amenaza existencial para una institución del tamaño de Deutsche Bank. El hecho de serlo es testimonio del fracaso de los bancos europeos a la hora de ahorrar el capital suficiente para cuando lleguen tiempos peores.
No obstante, parte del problema es que las declaraciones de la contabilidad bancaria siguen siendo muy opacas. Así que nadie sabe realmente lo que hay debajo de cifra de Deutsche Bank de aproximadamente 46 billones de euros (sí, billones) invertidos por el banco en el mercado de derivados o si, como calcula Jonathan Tyce de Bloomberg Intelligence, esa cifra es sólo de 41 mil millones de euros (el cual es un número muy grande).
Sin embargo, la mayor incógnita es si el gobierno alemán tendría el valor de hacerse a un lado y dejar que el banco caiga al precipicio. Nadie sabe si el Deutsche Bank es demasiado grande para estar en quiebra o demasiado grande para ser salvado.
Y este es el aspecto más preocupante de la situación actual. Ocho años después de que la industria financiera pusiera a la economía mundial al borde del desastre, todavía no está claro si habrá otro desastre comparable al acecho en algún rincón oscuro de sus actividades comerciales. Sin embargo, aquellos que se ganan la vida analizando el mercado, deberían resistir la tentación de especular sobre la situación en términos del pasado – hay que mirar lo que realmente está sucediendo ahora.