Los jets privados, los yates y coches de lujo y las casas con interiores de diseño están cada vez al alcance de más gente.
Una de las pocas industrias en crecimiento en la era del estancamiento económico es lamentarse por el aumento de la desigualdad. Robert Frank, autoridad en ricos norteamericanos, del canal de televisión CNBC, se muestra inquieto porque los ricos “son un cuentagotas” en su país. A Chrystia Freeland, una periodista que se pasó a la política, le inquieta en especial el aumento de los “nuevos súper ricos en el mundo” y la caída del resto. Charles Murray, el científico social más pesimista de Norteamérica, advierte que la sociedad se está “dividiendo” a medida que los ricos se retiran a sus comunidades fortificadas.
Pero en la cima de la escala de ingresos se observa una pequeña contracorriente. Nunca antes había tenido tanta gente acceso a los lujos disfrutados por los grandes magnates – aviones privados, yates de lujo, coches de capricho con interior de diseño, casas exclusivas. Simplemente es que ahora se accede a muchas comodidades debido a que los solo ricos pueden muy fácilmente reivindicar el modo de vida de los súper ricos. Pero como resultado de la combinación de las nuevas tecnologías y los negocios, eso es no obstante lo que está pasando.
Lo primero es que un magnate debe tener un jet privado. Mientras que los yates son prescindibles (no a todo el mundo le gusta navegar durante semanas con los mismos compañeros de mesa) los jets privados son una necesidad para los aspirantes a multimillonarios. Ahorran tiempo. Incluso los pasajeros en primera clase tienen que esperar una hora aproximadamente para su vuelo. Los propietarios de jets privados pueden llegar cuando lo deseen. Los aviones se desdoblan en despachos, como oficinas en el aire, y no hay que preocuparse de que el resto de pasajeros se pongan a fisgar en sus asuntos, ni de que protesten por tanto papeleo. El vuelo es suave (los jets privados normalmente vuelan a 14.000 metros), lo asientos son más cómodos y se pueden llevar mascotas.
Ya no se necesitan cientos de millones de dólares para tener uno. Provista con 700 jets, NeJets es actualmente la quinta aerolínea más grande del mundo en número de aviones, después de Southwest Airlines, y tiene acceso a miles de aeropuertos privados. Su principal innovación fue la aplicación del principio de multipropiedad, o el formato de compartir por periodos esta herramienta para ejecutivos. Los clientes compran una participación en un jet que les autoriza por ejemplo a 200 horas de viaje al año.
NetJets está cualificada para proporcionar a sus acaudalados clientes una incursión en la cultura del mundo de los súper ricos con entradas a eventos de muy difícil acceso, como por ejemplo a Art Basel, una serie de ferias de arte, y a cenas privadas con las celebrities. La empresa también busca la manera de abaratar el coste: una de sus últimas ideas es lo equivalente para jets privados al ticket electrónico para el Metro de Londres, la Oyster card. En vez de comprar una participación en un jet privado, se puede comprar una tarjeta de pre-pago que autoriza a un cierto número de horas de vuelo al año con vuelos de 25 horas valorados en hasta 155.000 € (163.435 dólares).
La economía basada en compartir no se inspiró precisamente en las necesidades de los ricos, pero en algunos aspectos se adapta a ellos a la perfección. La idea se basa en que están dispuestos a alquilar a completos extraños los bienes que les sobran. ¿Quién sino los súper ricos tienen más bienes inutilizados? Y ¿Quién desea los ingresos extra más que quienes han pasado toda su vida acumulando riqueza? Al otro lado del mercado, los desbordados plutócratas son una fuente omnipresente de demanda de alojamiento temporal y de lujosos excesos. El sistema puede incluso tener un extraño beneficio en las relaciones públicas. Un adinerado jefe que usa un NetJet no tendrá que dar explicaciones a sus accionistas sobre la compra de un avión, aunque trate el que él usa para volar como si fuera suyo.
Uber, una compañía de transporte de taxis, y Airbnb, un servicio de alojamiento compartido, no solo destacan en el mercado de lujo sino también en el masivo. Uber ofrece viajes en yate en Dubái (UberYacht) y desplazamientos en helicóptero en São Paulo (UberCopter). Airbnb tiene un fulgurante comercio de apartamentos de lujo en Londres, Hong Kong y en el Caribe.
Existen proveedores en casi todos los recovecos de paisajes de lujo. GetMyBoat, una empresa con sede en San Francisco, proporciona a los clientes acceso a lanchas motoras, yates casa de lujo, yates con esquí acuático en 7.100 lugares en todo el mundo.
Stratajet vende billetes en empty legs para jets privados al precio de un billete en clase business o incluso inferior. Staller, que se describe a sí mismo como el “Airbnb de los caballos”, ayuda a los propietarios de caballos a alquilar establos cerca de las competiciones ecuestres. ThirdHome.com, un club de alojamiento compartido, permite a la gente que tiene solo dos casas vivir como si tuviera una docena.
Los mismos inconvenientes que afectan a la más amplia economía basada en compartir – grupos de presión NIMBY que anteponen sus intereses al bien común y legisladores que no se adaptan a la nueva tecnología – tienen su eco en el mercado del lujo. Con su servicio de helicópteros desde Manhattan a los Hamptons, Blade ha mejorado de forma inconmensurable la vida de los habitantes de Nueva York que pasan el fin de semana en Long Island. Esto no ha evitado que los cascarrabias de Battery Park y Brooklyn Heights se quejen del zumbido que se cierne sobre ellos de vez en cuando.
De los solo ricos a los ricos Uber
Existe un constante goteo de métodos para la gestión de fortunas y su consumo. Hasta hace poco solo los Rockefeller y los Morgan podían permitirse las llamadas “family offices” para la gestión de sus inversiones, sus impuestos y sus obras de caridad (y entrar en los mejores fondos de riesgo). Ahora alguien con tan solo 5 millones de dólares para invertir puede permitirse hacerlo gracias al boom de los llamados “multi-family offices”.
Bancos como Citigroup (NYSE: Citigroup [C]), han establecido divisiones multy-family. Incluso asesores de fortunas de sangre azul como Rockefeller & Co, en Manhattan, ofrecen servicios family-office a la “gente de la calle”.
El hecho de que las cosas vayan mejor para más cantidad de ricos no contradice la extensa preocupación de Mr. Frank, pero para la clase que se mueve en Art Basel ello supone un notable cambio. En otros tiempos había que nacer rico para pertenecer a la élite mundial. Entonces había que ganar cien millones de dólares; seguidamente el umbral aumentó a mil millones.
Actualmente, los bienes y servicios cuyo acceso solía estar limitado a un puñado de grandes magnates, están disponibles para los millonarios o para aquellos aspirantes a millonarios que viven en la puerta de al lado, gracias a la magia de la economía basada en compartir. Los súper-ricos son probablemente un cuentagotas en su país, pero ahora se les puede unir más gente que hace tiempo, aunque sea de forma temporal.