Cómo no permitir que las emociones afecten a tus decisiones de inversión.
Hace alrededor de diez años, estaba sentado en una sala de conferencias discutiendo ideas de inversión con un grupo de inversores. La acción que presenté tenía un buen modelo de negocio, una posición competitiva así como un equipo de gestión. La valoración también parecía razonable.
Sin embargo, cuando me preguntaron si me gustaría comprar la acción, dudé.
"¿Y si la acción cae un 20% justo después de comprarla?" Eso me preocupaba: "Eso me haría quedar como un tonto".
Otro inversor percibió mi timidez e inexperiencia y me dio el mejor consejo que podría haber recibido en esa etapa de mi carrera. "Este es un negocio de toma de decisiones", dijo, "No debes tener miedo de hacer una llamada".
Cuándo tomar decisiones
Nunca resulta fácil desprenderte del dinero que tanto esfuerzo te ha costado ganar para hacer una inversión cuyo resultado no es seguro. Esto sucede independientemente de si tomas la decisión por tu cuenta o siguiendo el consejo de un consejero financiero.
Si pudiéramos saber de antemano que todas nuestras decisiones de inversión van a tener un resultado positivo, aún así no sería del todo satisfactorio, ya que el resto de inversores también se encontraría en la misma situación, lo que reduciría el rendimiento de las inversiones.
Dicho de otro modo, en lo que respecta a la inversión en acciones, lo que necesitas es sentirte cómodo con la incertidumbre. Eso es especialmente cierto si esperas obtener unos rendimientos superiores a la media.
Pero, ¿qué sucede si la inversión fracasa? El malestar generado por una pérdida puede borrar de un plumazo la alegría de otras inversiones. El sentimiento negativo al perder un billete de 100 $ es más fuerte que la felicidad de encontrarte uno.
Esto se debe al instinto humano más básico. Si nos remontamos a nuestros días de cazadores-recolectores, la pérdida de la mitad del suministro de alimentos de una tribu era una verdadera crisis. Por el contrario, conseguir un 50% de suministros de alimentos era una gran noticia, pero no era un asunto de vida o muerte. Aunque la aversión a la pérdida ha ayudado a nuestra especie a sobrevivir, no beneficia a los inversores.
¿Qué podemos hacer al respecto?
El miedo a la pérdida ha impedido que muchos inversores tomen decisiones importantes. Aunque estamos biológicamente predispuestos a sentirnos y actuar de esa forma, existen algunas estrategias que podemos emplear para cambiar esta actitud.
Limitar los precios y comprobar el rendimiento. Cuanto más invierto, más convencido estoy de que lo peor que puede hacer un inversor a largo plazo es comprobar constantemente su cartera de inversiones.
Comprobar constantemente el rendimiento de tus inversiones puede llevarte a tomar decisiones incorrectas. Tal y como dijo Michael Mauboussin de Credit Suisse: "los precios pueden pasar de ser una fuente de información a una fuente de influencia".
Imaginemos que inviertes en un negocio y su informe trimestral muestra una gran mejora, pero aún así no ha logrado alcanzar las expectativas del mercado. La Bolsa cae un 5%. Ves esta caída en la CNBC y piensas, "Oh no, ¿qué he hecho?", empiezas a ponerte nervioso y a pensar en formas de solucionarlo. Esto solo sirve para agravar el problema. Del mismo modo, si una acción en la que has invertido se dispara un 10%, puedes caer en el error de que te has convertido en el nuevo gurú de las inversiones. Lo que puede provocar que empieces a hacer inversiones más agresivas y que acabes bastante mal.
En la medida de lo posible, limita la frecuencia con la que compruebas el rendimiento de tus inversiones, los precios y ves las noticias financieras.
Cuando las emociones sean muy intensas, ya sean positivas o negativas, tómate un tiempo y reflexiona antes de tomar ninguna decisión de inversión. Vete a correr o da un paseo. Medita. Duerme. Consulta a tu asesor. Haz lo que sea necesario para tomar la decisión cuando estas emociones hayan disminuido o desaparecido por completo.
Es verdad que mientras te decides, el valor de la inversión podría caer incluso más. Sin embargo, en la inversión a largo plazo, los beneficios de tomar decisiones sin prisa superan con creces a las decisiones tomadas sobre la marcha.
Tener un punto de referencia alternativo. Los inversores suelen comparar sus rendimientos con un mercado como el S&P 500. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, sobre una base anualizada, lo que impulsa ese índice podría ser diferente a tu estrategia de inversión.
Si eres un inversor de crecimiento, es probable que pierdas cuando el mercado suba o baje. Si no eres consciente de estas corrientes de mercado, es bastante posible que tomes decisiones poco acertadas pensando que te has equivocado en algo, cuando realmente no es así, ya que el mercado sube y baja de vez en cuando sin ninguna razón aparente.
Tu punto de referencia alternativo debe estar relacionado con los fundamentos de negocios de las acciones de tu cartera. Por ejemplo, si eres un inversor centrado en dividendos, es posible que tu objetivo sea obtener un crecimiento del 6-8%. De esta manera, incluso si tu estilo no funciona tan bien como un determinado índice en un año concreto, podrás darte por satisfecho si consigues un crecimiento del 9%.
Lo que todos estos enfoques comparten es la necesidad de no tomar decisiones bajo la influencia de las emociones y centrarte en los fundamentos empresariales subyacentes.
Conclusión
Un inversor es un tomador de decisiones. Cuanto mejor nos comprendamos y por qué tomamos las decisiones que tomamos, más posibilidades tendremos de obtener unos rendimientos satisfactorios a través de nuestras inversiones.
Mantén la paciencia, mantén la concentración.