Le explicamos las oportunidades que ofrecen las ICOs así como cuáles son las posibilidades de perder dinero con ellas.
Se trata de un término muy similar a las tres letras que tanto gustan a los banqueros, inversores y fundadores: OPV.
En su mayor parte, los banqueros no pueden participar en las ICOs - principalmente por cómo están diseñadas , pero los fundadores están encantados con la idea de que usted puede lanzar su propia criptomoneda, y a un número cada vez mayor de inversores les entusiasman las posibles ganancias imprevistas que puedan obtener.
Las ICOs son tan parecidas a las acciones baratas o penny stocks que la estrategia de inversión es casi idéntica: invertir unos pocos dólares en un activo de bajo valor y esperar a que este se dispare de la noche a la mañana.
Así es como funciona. Un fundador lanza una nueva moneda virtual y vende de manera anticipada una determinada cantidad a los inversores antes de su lanzamiento. Pueden intercambiar estas monedas digitales por dinero real, como dólares estadounidenses, pero en realidad suelen hacerlo por una criptomoneda establecida como el bitcoin o el ethereum.
Esta inversión temprana no solo financia el desarrollo de la moneda, sino que también ayuda a poner en marcha su circulación, ya que las monedas carecen de utilidad alguna si se encuentran en las carteras de solo unos pocos.
En muchos casos, los fundadores están desarrollando un servicio real que suele estar vinculado al ecosistema criptográfico, como un nuevo intercambio descentralizado, y la moneda acabará convirtiéndose en la moneda transaccional para ese producto. Otras son una lotería en las que el proyecto real se parece más bien a un prospecto.
Al igual que sucede con las penny stocks, los inversores en ICOs están apostando por una de esas dos posibles situaciones:
- Que la empresa o proyecto subyacente se convierta en una empresa sostenible, por lo que la moneda que utiliza acabe convirtiéndose en un activo muy solicitado.
- Que todo el bombo que se le esté dando al proyecto, o a su moneda, haga que todos los inversores quieran comprarla, aumentando así el precio y permitiendo a los inversores tempranos cosechar un gran beneficio. Por el contrario, si el proyecto no acaba teniendo el éxito esperado, la moneda simplemente carecería de valor alguno.
Sin embargo, las ICOs no venden valores: los inversores no obtienen ni una participación en la empresa ni la promesa de un flujo de efectivo futuro (por ejemplo, deuda). Este hecho ha ayudado a la comunidad criptográfica a esquivar a los reguladores financieros.
El hecho de que las ICOs se hayan limitado principalmente a los frikis de las criptomonedas, a los libertarios así como a los inversores sofisticados ha jugado a su favor. Aunque pueda parecer contraproducente, mantener este estrecho círculo es lo mejor que podría suceder, al menos, de momento.
Recientemente ha llegado al mercado un ridículo número de nuevas monedas especulativas - incluyendo al menos 67 durante el último mes - y lo más probable es que la mayoría de ellas acabe fracasando, lo que supondría unas importantes pérdidas para los inversores. Pero este proceso de ensayo y error es necesario para que así podamos identificar qué modelos de blockchain funcionan y cuáles no.
Desde la seguridad que este proceso implica, podremos averiguar si el mundo realmente necesita la lotería del blockchain, si un intercambio descentralizado proporcionaría suficiente valor para justificar las comisiones de las transacciones, o si las criptomonedas son realmente el futuro del juego de las divisas.
No cabe duda de que nos encontramos en medio del Salvaje Oeste de las monedas virtuales, por lo que los inversores principiantes deberían tener especial cuidado. Sin embargo, cuando el polvo se asiente, es posible que la economía resultante sea más fuerte que nunca.