5 trampas psicológicas que te impiden hacerte rico
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Errores más comunes sobre finanzas, así como consejos para evitarlos.

Es de sobra sabido que ahorrar dinero es más difícil de lo que parece. Todo viene a la vez - reparar el coche, regalos de boda, entradas a conciertos - y de repente todas nuestras buenas intenciones se van por la ventana.

De manera que, si estás intentando ahorrar más y gastar menos, lo mejor que puedes hacer es dejar de repetirte a ti mismo lo importante que es para tu futuro bienestar. Lo que tienes que hacer en cambio es engañarte.

“Dólares y sentido común: Cómo malpensamos en el dinero y cómo gastar de forma más inteligente” es un nuevo libro del economista conductual Dan Ariely de la Duke University, y del abogado convertido en cómico Jeff Kreisler. Estos autores describen las diferentes tendencias que tiene la gente a la hora de enfocar su economía de forma irracional, y ofrecen una serie de estrategias creativas para gestionar mejor el dinero. A continuación te presentamos cinco de las ideas más sencillas y persuasivas del libro.

No nos paramos a pensar en qué otras cosas podemos gastar nuestro dinero

Los investigadores usan el término “costes de oportunidad” para describir las alternativas: Si se gasta dinero en algo no se puede gastar en otra cosa. Y si nos paráramos un tiempo a pensar en todas las cosas a las que renunciamos obligatoriamente cuando gastamos el dinero, nos decidiríamos menos a gastarlo. No es fácil pero funciona.

Este consejo enlaza con lo que Jesse Mecham refleja en su próximo libro “Necesita un presupuesto”. Si destinas determinadas sumas de dinero a necesidades concretas - por ejemplo, 100 dólares al mes para las averías del coche - será menos probable que recurras de esos fondos que si simplemente asignas el dinero a un “fondo para emergencias” general.

Pensamos en el dinero como algo relativo, no absoluto

Existe una historia hipotética en “Dólares y sentido común” que ilustra perfectamente nuestra justificación de ciertos gastos. Aquí ofrecemos un resumen: Vas a comprar unas playeras a 60 dólares y descubres que el mismo par se vende por 40 dólares en una tienda a cinco minutos de allí. La mayoría de la gente se trasladaría cinco minutos para ahorrar 20 dólares.

Después vas a comprar muebles de jardín por 1.060 dólares y descubres que el mismo set se vende por 1.040 dólares en una tienda a cinco minutos de allí. En este caso, la mayoría de la gente no se trasladaría cinco minutos para ahorrar 20 dólares. Esto es porque vemos cada gasto de forma relativa - el primero es un ahorro del 33% y el segundo un ahorro de 1,9%, aunque en ambos casos ahorramos 20 dólares.

Los autores expresan: “Cuando entra en juego el sentido relativo de las cosas podemos vernos tomando decisiones rápidas sobre grandes compras y decisiones lentas sobre compras pequeñas, y todo porque pensamos en el porcentaje total del gasto, no en la cantidad real”.

Equivocadamente pensamos que lo que poseemos tiene el mismo valor para otras personas que para nosotros

El “efecto legado” describe nuestra tendencia a sobrevalorar lo que poseemos. Los autores emplean otra historia hipotética para explicar cómo el efecto legado puede volverse contra nosotros.

Una pareja vende su casa familiar de toda la vida pensando que tiene un valor de 1,3 millones de dólares. La agencia sugiere tasarla a 1,1 millones de dólares ya que observa que la vivienda necesita obras. Los vendedores y la agencia no terminan de ponerse de acuerdo sobre el valor real de la casa.

Si la pareja se hubiera mantenido en sus trece y no la hubiera ofrecido al precio sugerido, puede que jamás la hubieran vendido. Su apego sentimental a la casa les habría cegado seguramente sobre el valor objetivo de la vivienda.

Valoramos el pasado por encima del futuro

La gente a menudo cae presa de la “falacia de costo hundido”. Según indican los autores, “Cuando invertimos en algo nos cuesta dejarlo”. Pensemos en el ejemplo aportado por los autores.

Imagínate que eres el director ejecutivo de una compañía de coches y tienes un plan para sacar un nuevo vehículo que costará 100 millones de dólares. Ya has invertido 90 millones de dólares y de repente te enteras de que tu competidor está a punto de lanzar un coche mejor. La mayoría gastaría al final los 10 millones de dólares que faltan.

Ahora imagina el mismo escenario, solo que el coste total del desarrollo es solo 10 millones de dólares y solo has invertido 1 dólar. En este caso, la mayoría no gastaría el resto de la cantidad. En otras palabras, dejamos que nuestras emociones - y nuestras esperanzas y sueños en cuanto al resultado de nuestra inversión - nublen nuestro juicio. Pero los autores argumentan: “Debemos reflexionar sobre dónde estamos ahora y que va a pasar más adelante, no de dónde venimos”.

Decidimos gastar y ahorrar en el momento y no con antelación

Los autores emplean el término “Contratos de Ulises” para describir los contratos que regulan nuestro autocontrol. (El término procede de “La Odisea” en la que Ulises pidió que lo ataran a un mástil del barco para no sentir la tentación de la llamada de las Sirenas).

Por ejemplo, hacerse un plan de jubilación supone que una parte fija de tus ingresos mensuales va destinada automáticamente a tu cuenta de jubilación. Si ya tienes tu plan de jubilación - ¡bien hecho! - estás reconociendo los límites de tu propio autocontrol.

Según expresan los autores, “Solo tenemos que resistir la tentación una vez, y no 12 veces al año”. Y puedes usar la misma estrategia para los ahorros de la universidad, para la cobertura de sanidad y cualquier otro tipo de cuentas de ahorro.

Los autores citan los datos de una investigación de Harvard Business School: las mujeres filipinas que optaron por cambiar automáticamente a una cuenta de ahorros aumentaron sus ahorros en un 81% anual.

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