La revolución mundial ya está en marcha: ¿qué significa realmente la aparición del blockchain?
Arthur Lebedev/TASS
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Seguramente haya escuchado o leído la palabra blockchain en alguna parte. ¿Pero sabe realmente lo que es y las implicaciones que puede tener para la sociedad actual? Es posible que ya haya empezado a cambiarla, solo que todavía no nos hemos dado cuenta.

Cualquiera que lea las noticias puede decirle con total seguridad que el blockchain lo está revolucionando todo. Tal vez usted incluso haya escuchado las sorprendentes historias de empresas de todo tipo que añaden la palabra blockchain a sus nombres y poco después ven cómo el precio de sus acciones se dispara de la noche a la mañana.

Pero permítanme también decir lo evidente: a ojos de la mayoría de estadounidenses, alemanes, coreanos, brasileños, italianos, españoles, rusos, etc., el blockchain es una especie de galimatías de moda, tan solo otra rareza tecnológica. E incluso si está a la altura de las expectativas, probablemente sea algo tan complicado que no merece la pena intentar comprenderlo a no ser que sea un genio de la informática.

¿Pero qué es exactamente el blockchain?

El blockchain es, en primer lugar, una filosofía, una forma de ver el mundo. Para abreviar, su esencia es la siguiente: toda la información debe ser segura y, al mismo tiempo, pertenecer a todo el mundo. Nadie debe ser capaz de manipularla, y ninguna información debe ser inventada, ocultada o borrada sin que todo el mundo lo sepa.

Muchos de nosotros todavía creemos que el blockchain es sinónimo de criptomoneda, como el bitcoin, el ethereum o Ripple, pero sus aplicaciones potenciales van mucho más allá de las transacciones financieras. El blockchain podría ser utilizado para hacer que las elecciones políticas no puedan ser manipuladas, o incluso en los tribunales, en los registros estatales, en la contabilidad de impuestos… En resumen, esta tecnología puede ser utilizada en cualquier campo en el que los datos necesiten ser protegidos.

Lo que debemos comprender es que el blockchain no es una forma de ganar dinero rápido. Se trata de una revolución futura que cambiará tanto el capitalismo como la democracia occidental tal y como la conocemos a día de hoy.

A mediados del siglo XX, toda la humanidad se detuvo, sin ser consciente de ello, en una bifurcación, y se vio obligada a elegir entre la información y el espacio. Los escritores de ciencia ficción de la época soñaban con ciudades en Marte o incluso con conquistar toda la Galaxia. Pero, ¿recuerda que alguien predijera la aparición de Internet?

Bueno, ahora está claro que estos escritores estaban equivocados.

Es posible que la humanidad algún día acabe explorando el espacio, Elon Musk ya está haciendo grandes avances en este aspecto, pero de momento, somos como un Cristobal Colón que elige no navegar hacia América, sino remar hasta el islote vecino y regresar a casa con una divertida aplicación para el iPhone.

Tanto los soviéticos, quienes fueron los que enviaron al primer hombre al espacio, como Estados Unidos, quienes fueron los primeros en llegar a la luna, eran sociedades industriales. Todo ha llegado mucho más lejos ahora. La sociedad postindustrial cuenta con unos medios de producción incluso mejores, pero es la información, y no los bienes físicos, el recurso más valioso en estos momentos. Y necesitamos nuevas formas de manejarla.

Me pregunto cuántas personas se han dado cuenta de que las instituciones políticas clásicas de Occidente se están desmoronando. Durante los últimos años, los síntomas se han hecho evidentes, desde el Brexit hasta el referéndum catalán, pasando por Trump y Berlusconi y así sucesivamente. Parece como si, de repente, alguien hubiera liberado un virus que altera la mente humana y hace que los antaño votantes respetables se hayan vuelto locos, presas de populistas y radicales.

Es posible que la razón sea que las constituciones de Estados Unidos y Francia, que formaron la base de las democracias modernas de estilo occidental, fueron escritas casi un siglo antes de la invención del teléfono.

Los filósofos de la Ilustración, al igual que los padres fundadores de los estados norteamericanos, eran sin duda unas personas increíbles. Se les ocurrió un sistema que ha estado vigente durante más de doscientos años. Pero las cosas han cambiado. En ese momento, pasaban días hasta que el texto de la nueva Constitución de Estados Unidos llegara a caballo a las fronteras remotas. Ahora no sería necesaria más de una fracción de segundo.

No solo el transporte y las comunicaciones se han vuelto más eficientes. El ritmo de vida actual, mucho más rápido que en el pasado, nos permite reconsiderar el fundamento mismo de la organización social. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué las democracias primitivas necesitan parlamentos? Imagine un territorio donde viven un millón de personas, y la única manera de que cada una de ellas vote a favor y en contra de una nueva ley es llegar al Capitolio en persona. Resulta evidente que eso no es posible, así que eligen a unos pocos representantes para defender sus intereses.

Las tecnologías modernas nos permiten volver a la democracia directa, como en Atenas, pero ahora no es necesario que nos reunamos en el ágora ni que gritemos. Por supuesto, esto solo funcionará si todo el mundo tiene acceso a Internet y a toda la información necesaria para tomar una decisión bien fundada. La esencia de la revolución del blockchain es que lleva la democracia a la conclusión lógica. Todo el mundo debería saberlo todo. O al menos tener ese derecho.

Sin embargo, independientemente de si necesitamos un anacronismo como el de los electores presidenciales de Estados Unidos o incluso la propia oficina presidencial, se trata de una pregunta que aún no se ha contestado. En general, no está claro si el propio Estado, tal como lo conocemos a día de hoy, seguirá siendo necesario. ¿Qué tipo de tribunales debería tener la nueva sociedad? ¿Qué clase de policía? ¿Qué tipo de impuestos?

Nos encontramos al borde de un gran cambio en la formación social, al menos tan perturbador como la transición de la antigüedad a la Edad Media o del feudalismo al capitalismo. Es posible que ya hayamos cruzado este umbral.

La revolución está en pleno apogeo, pero aún no nos hemos dado cuenta.

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